El jazz que trajo la democracia

El festival de San Sebastián otorga el premio Donostia a Jorge Pardo, Chano Domínguez e Iñaki Salvador, tres pioneros que contribuyeron a asentar el género en España en los ochenta

Chano Domínguez e Iñaki Salvador, premiados por el Donostiako Jazzaldia de la edición 55.Gorka Estrada

No están todos los que son pero, sin duda, son todos los que están. El festival de jazz decano en España, Jazzaldia (San Sebastián), ha querido homenajear este año a la escena nacional dando tres premios Donostiako Jazzaldia a tres de los más importantes nombres de la primera gran generación de jazzistas españoles: Jorge Pardo (Madrid, 63 años), Chano Domínguez (Cádiz, 60 años) e Iñaki Salvador (San Sebastián, 58 años). Antes teníamos un auténtico genio, ...

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No están todos los que son pero, sin duda, son todos los que están. El festival de jazz decano en España, Jazzaldia (San Sebastián), ha querido homenajear este año a la escena nacional dando tres premios Donostiako Jazzaldia a tres de los más importantes nombres de la primera gran generación de jazzistas españoles: Jorge Pardo (Madrid, 63 años), Chano Domínguez (Cádiz, 60 años) e Iñaki Salvador (San Sebastián, 58 años). Antes teníamos un auténtico genio, Tete Montoliu, o figuras representativas como Pedro Iturralde, pero no fue hasta los años 80 que llegó una auténtica hornada de jóvenes músicos de jazz provenientes de diferentes partes de nuestro país. Charlamos con ellos en Donostia, inmersos en la emoción de, a pesar de las limitaciones y dificultades, volver a poder disfrutar de música en directo. “El premio es una gran alegría”, dice Chano Domínguez, “pero la mayor alegría es volver a subirme a un escenario. Y no solo yo: tocando aquí he notado que el público está igual, la gente está ávida de conciertos”.

“Con Camarón, la gente decía: ‘Bueno, canta bien… Pero flamenco no canta'. Y luego se ha convertido en un icono”, dice Jorge Pardo

Los tres músicos son hoy un referente, tanto por su trayectoria, como por el hecho de haber tenido que florecer en un contexto árido para el jazz, y encontrar su propia voz. Para Pardo fue un proceso natural: “Cuando viene alguien nuevo cuesta hacer al público a un sonido que no es Coltrane, ni este otro: soy yo. No soy tan bueno como otros, pero es lo que yo hago. Y esto necesita un tiempo, que va dando constancia a ese sonido, a tus ideas, y el público va recibiendo ese mensaje. Siempre ha sido así: cuando apareció Charlie Parker la gente decía: ‘Quien toca bien es Lester Young'. Y con Camarón pasó igual, yo lo viví de cerca, y se decía: ‘Bueno, canta bien… Pero flamenco no canta'. Y luego se ha convertido en un icono”.

No es tan fácil como parece, y los tres músicos coinciden en la importancia de creer plenamente en lo que uno hace, a pesar de los propios referentes: “Siempre he dicho que a Chick Corea le hubiera gustado ser Erroll Garner, y se quedó en Chick Corea”, dice Pardo, “y Paco De Lucía quería haber sonado como el Niño Ricardo, pero acabó siendo Paco De Lucía. Las luchas de los artistas tienen un componente de frustración: quieres hacer algo, no te sale, y al final acabas siendo tú. Como en la vida, en esto el tiempo influye, y es de donde viene la maestría: aprendes a convivir contigo mismo y a darte cuenta de quién eres”.

“Yo estoy en esto por el disfrute, por eso soy músico improvisador: yo no sé lo que va a pasar después”, afirma Chano Domínguez

Cuatro décadas después los tres han alcanzado ese punto en el que su propósito está claro, como constata Chano: “Yo estoy en esto por el disfrute, por eso soy músico improvisador: yo no sé lo que va a pasar después, pero el disfrute no me lo quita nadie. Y esto es importante que los músicos jóvenes lo entiendan, que el jazz no es solo la nomenclatura o las escalas, sino algo que está por encima de esto, el saber que eso es lo que uno quiere hacer”.

Esto mirando hacia adentro, pero ahí fuera vivimos tiempos convulsos, que ahora impactan directamente en cada aspecto de nuestra sociedad, y muy particularmente en la cultura, que para Iñaki Salvador es esencial: “Creo que cualquier crisis que vivamos, bien sea esta, que se supone que es una crisis sanitaria, u otras que llamamos económicas, humanitarias, etc, todas tienen que ver en el fondo con una potente crisis de los valores con los que hemos funcionado como sociedad. Me refiero a nuestra relación con la naturaleza, la economía, la gestión de las desigualdades... Y creo que la cultura, en momentos como este, es especialmente necesaria, porque necesitamos cuestionarnos, leer más, que haya más exposiciones, conciertos… La cultura es más importante que nunca porque es el momento de preguntarse realmente qué hemos hecho mal, que creo que es, como sociedad, casi todo”.

“La cultura es más importante que nunca porque es el momento de preguntarse realmente qué hemos hecho mal, que creo que es, como sociedad, casi todo”, asevera Iñaki Salvador

Con estos interlocutores, hay que plantear una de las eternas cuestiones en el jazz, y preguntarnos qué le hace más falta a este género: ¿público, o apoyo público? Domínguez y Salvador coinciden: el jazz, antes que nada, necesita público. Pardo, por su parte, va más allá: “El público funciona también a golpe de mensajes, y en esto los medios de comunicación tenéis mucha culpa, porque decís ‘mira allí‘, y todo el mundo mira allí. Lo de que no hay público es relativo: hay mucho en un concierto de Jorge Pardo porque le conoce la peña y poco en otro de uno que ha publicado un disco y no lo conoce nadie. Hace falta ayuda, y para mí también, claro, pero más para ese otro al que no se conoce, porque si no le dices a la gente que mire hacia donde hay proyectos nuevos de gente muy interesante, no se enteran. Así que sí: hace falta apoyo, bien sea del sector privado o del público, pero hay que decir a la gente que preste atención a otras cosas, porque además la tendencia actual es absurda: llevas a un millón de personas a ver algo que no vale tanto, ni es tan constructivo; que no haces país, ni cultura, con ello”.

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