Liz Phair: “El mundo de la música sigue lleno de monstruos”
Icono del pop rock de los noventa, la estadounidense repasa sus tres décadas en la industria en un 'memoir', 'Historias de terror', en el que no esconde nada
Liz Phair tenía la edad maldita en el rock cuando publicó su primer álbum: 27 años. Y ya había descubierto que ser mujer en el mundo de la música es, cuando menos, complicado. “Siempre hay alguien diciéndote lo que tienes que hacer y cómo exactamente tienes que hacerlo”, dice. Le ocurrió con John Henderson, el dueño de Feel Good All Over, pequeña discográfica de Chicago que dio con una de sus casetes a principios de los noventa. “Él quería que sonara exactamente como sonaría si fuese él quien tocase”, añade. Por fortuna, la fama de aquellas cintas no se quedó ahí. Llegó hasta el entonces joven...
Liz Phair tenía la edad maldita en el rock cuando publicó su primer álbum: 27 años. Y ya había descubierto que ser mujer en el mundo de la música es, cuando menos, complicado. “Siempre hay alguien diciéndote lo que tienes que hacer y cómo exactamente tienes que hacerlo”, dice. Le ocurrió con John Henderson, el dueño de Feel Good All Over, pequeña discográfica de Chicago que dio con una de sus casetes a principios de los noventa. “Él quería que sonara exactamente como sonaría si fuese él quien tocase”, añade. Por fortuna, la fama de aquellas cintas no se quedó ahí. Llegó hasta el entonces jovencísimo sello Matador Records, donde, al poco, empezó a tomar forma su primer álbum, un clásico instantáneo del rock de los noventa y, a la vez, una cima del entonces poco entrenado feminismo musical. Exile on Guyville (1993) respondía, canción a canción, al testosterónico Exile on Main St., de Rolling Stones.
Han pasado 27 años de aquel primer disparo y Phair, desde Los Ángeles, donde ha estado confinada con su hijo, suena relajada y feliz al teléfono. “Al principio, los días fueron un poco complicados porque no sabíamos qué estaba pasando y teníamos miedo. Aún lo tenemos, porque esta Administración es un desastre”, señala. Se refiere a Donald Trump, pero evita entrar el trapo. No tiene mucho tiempo y prefiere hablar de Historias de terror (Contra Editorial), su particularísimo memoir, una suma de aquellos momentos no confesables que viajan contigo. “Como la vez que viste a una tipa en el cuarto de baño hasta arriba de algo y pasaste de ella porque ibas de fiesta y no era asunto tuyo y cada día te preguntas si sigue viva, si no pudiste salvarla alzando la voz y diciendo: ‘Que alguien llame a una ambulancia’. Ese tipo de momentos. Todo lo que cuento, incluido eso, pasó, sí, y me apetecía contarlo, porque vive conmigo”, asegura.
“A los artistas se nos considera, en algún sentido, guías emocionales, y yo quiero decirle a la gente que me sigue que no soy perfecta. He tenido mis baches, pero también guardo recuerdos que son pequeños tesoros. Todo lo que cuento me ha moldeado de alguna manera y no tengo por qué callar nada. No soporto la idea de un pasado editado que convierta mi vida en una colección de buenos momentos. Me aterra un mundo en el que el Bien y el Mal no existan”, se explaya. Hay en Historias de terror sesiones fotográficas eternas y también ratos con su hermano de pequeña –peligrosísimos ratos en los que casi ninguno de los dos cuenta lo que vivieron– e incluso su propio #MeToo. “Mi primera vez estuvo a punto de ser una violación de la que casi no me enteré de lo borracha que estaba. Lo cuento, pero también todo lo que vino después, como que, cuando estaba por salir mi último disco, acusaran al productor de abusos y eso también me afectara”, agrega.
En 1993 respondió con su primer disco al ‘Exile on Main St.' de los Rolling Stones; si hoy tuviera que responder a un disco, respondería al ‘Horses’ de Patti Smith
Phair admite que el mundo de la música sigue siendo peligroso para una chica, para cualquier chica. “Es cierto que las cosas han cambiado, pero no tanto como parece. El mundo de la música sigue lleno de monstruos. Queda mucho trabajo por hacer. Para una chica siempre va a ser complicado estar en la carretera y el que manda siempre va a jugar con su deseo de triunfar y su vulnerabilidad”, sentencia. Aunque le hace una ilusión tremenda que cada vez haya más mujeres en la industria. “Cuando empecé, me sentía muy sola en este mundo. Éramos poquísimas. Y parecía que la prensa quería ponernos a competir. Era patético”. Hoy las cosas son muy distintas. “Todas tienen muy claro lo que quieren hacer y cómo quieren hacerlo, y para nada tienen en cuenta lo que haga el resto, y eso ya es una buena noticia”, declara.
A sus 53 años, la cantante, que este verano publicará su séptimo trabajo, Soberish, ya instalada en un pop rock algo domesticado y con cierto aire nostálgico noventero, señala que si hoy tuviera que responder a un álbum, no sería el “de ningún tío”. Da esa etapa por superada. “No hay que darles tanta importancia”. Entonces, ¿cuál sería el elegido? “Horses, de Patti Smith”, responde. “Sería un álbum maravilloso al que contestar y, a la vez, tendría todo el sentido. Ahora que me he vuelto más narrativa –y este libro tiene parte de culpa–, responder a un álbum que es pura literatura me encantaría. Patti Smith ocupó en su momento un espacio único, muy extraño y atractivísimo, que iba más allá de todo lo que habían hecho Chrissie Hynde y Bob Dylan. Volver a ese punto, y hacerlo desde donde estoy, sería fascinante”, añade. ¿Lo hará? “Quién sabe. Soy de las que nunca dicen nunca”.