Viena se rinde al arte contemporáneo

La capital austriaca inaugura el flamante Albertina Modern con el arte experimental que siguió al nazismo

Un visitante de la exposición 'The Beginning - Art in Austria 1945 to 1980 ', en su inauguración el 27 de mayo en Museo Albertina de Viena.FLORIAN WIESER (EFE)

Durante casi 80 días, las calles de Viena han estado cubiertas con la figura congelada de un elegante corredor trajeado. Los carteles anunciaban la apertura del nuevo Albertina Modern, pero el museo seguía cerrado. La inauguración cultural más importante del año en Viena estaba prevista para el 13 de marzo. Un día antes se cancelaba la ceremonia de presentación y la ciudad, tan primaveral como distópica, se preparaba para el cierre de fronteras. La figura estática, obra de pop art de Robert Klemmer, crecía...

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Durante casi 80 días, las calles de Viena han estado cubiertas con la figura congelada de un elegante corredor trajeado. Los carteles anunciaban la apertura del nuevo Albertina Modern, pero el museo seguía cerrado. La inauguración cultural más importante del año en Viena estaba prevista para el 13 de marzo. Un día antes se cancelaba la ceremonia de presentación y la ciudad, tan primaveral como distópica, se preparaba para el cierre de fronteras. La figura estática, obra de pop art de Robert Klemmer, crecía como metáfora.

Sin los fastos previstos, en una inauguración de cine mudo, el museo abrió este miércoles sus puertas con la exposición El principio. Arte en Austria de 1945 a 1980, una muestra con 360 obras de 74 artistas que establece un diálogo con la sede elegida. El Albertina Modern ocupa la Künstlerhaus tras una reforma de 57 millones de euros. Se trata de un espacio privilegiado, vecino del Musikverein –donde se celebra el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena–, que fue un regalo del emperador Francisco José al gremio de artistas en 1865 y que albergó la gran exposición nazi sobre el arte degenerado de 1938. “Hasta bien entrados los años sesenta todavía se hablaba de artistas degenerados cuando se recordaba a las vanguardias de Austria”, dice Klaus Albrecht Schröder, director general del museo.

La exposición explica cómo respondió el arte austriaco a la barbarie del nazismo, desde la hora cero, en un país que fue víctima pero también cómplice del Tercer Reich. La primera sala arranca con obras de Ernst Fuchs, Rudolf Hausner, Anton Lehmden, Wolfgang Hutter y Arik Brauer, la Escuela Vienesa del Realismo Fantástico, que se enfrentó al bestialismo-racismo-antisemitismo de la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva del psicoanálisis. Enseguida se muestra el periodo abstracto, que conduce, en un baile de máscaras entre los visitantes, preocupados por respetar el metro de seguridad, a los trabajos de Maria Lassnig. La artista desarrolló desde finales de los años cuarenta el concepto de la “conciencia corporal” de las obras, donde la percepción del propio cuerpo proporciona el punto de partida para explorar el mundo.

Una señora observa los retratos de Mao Zedong, realizados por Andy Warhol, en el museo Albertina.FLORIAN WIESER (EFE)

También se exhibe el Art Brut, conocido como Arte Crudo o Arte Marginal, con obras que firman personas sin formación académica ajenas al circuito artístico y que en Austria germinó en el pabellón de un hospital psiquiátrico en Gugging, a las afueras de Viena. Aquí están representados Johann Hauser, Oswald Tschirtner, August Walla, con sus dibujos con esvásticas, y Gerda Fassel y su escultura de bronce Grosse Liegende. Enseguida aparece el gran desconocido: el Pop Art austriaco, ligado a la emergente cultura de consumo de los años 60 y con un colorido y el empleo de nuevos materiales como el plástico y el plexiglass que son la antesala perfecta para digerir a los Accionistas Vieneses, una de las expresiones artísticas más radicales del siglo XX. En el corazón de la Künstlerhaus, obra maestra de la arquitectura historicista decimonónica que ocupa un espacio de 2.600 metros cuadrados, se exhibe una performance gore que otorga a la sala la apariencia de un quirófano: La Dolorosa (1967) es un vídeo de casi tres minutos donde el artista Otto Muehl filmó a una mujer desnuda bañándose en sangre. Como en una instalación que cobra vida, los visitantes la contemplan con mascarillas higiénicas. Además de Muehl, se exhiben los trabajos fotográficos de Günter Brus y Rudolf Schwarzkogler.

El piso inferior está dedicado a la óptica feminista de arte total. VALIE EXPORT encarna el despertar del accionismo feminista a finales de los años 60. Así escogió su nombre artístico Waltraud Lehner (Linz, 1940), en caja alta, como un logo publicitario. Han pasado más de 50 años y su vulva en amplio formato fotográfico sigue instalada en los principales centros de arte de Occidente. Junto a ella, otra fotografía exhibe su conocido tatuaje en el muslo, el broche de un liguero sujeto a una media –popularizado ahora por la cantante Rosalía–, símbolo y fetiche de las obsesiones masculinas. También se muestra el vídeo con la performance de guerrilla de 1968 TAPP und TASTKINO, donde puso sus pechos, ocultos tras las cortinas de una caja portátil que ató a su cintura, a disposición del público. Para que se los tocaran, si querían. Mi cuerpo es mío, estaba diciendo la artista. El cuerpo como arma, no como objeto.

Interior del museo Albertina de Viena este miércoles.JOE KLAMAR (AFP)

El Albertina Modern, centro satélite del histórico Albertina consagrado al arte contemporáneo –a menos de diez minutos a pie del original–, almacena una colección de 60.000 obras, entre dibujos, acuarelas, grabados y fotografías, de 5.000 artistas. Su origen es la Colección Essl, con quien Schröder negoció la mudanza al centro histórico de Viena, y la reciente adquisición de la colección de Rafael Jablonka. Se presenta con números de gigante, y plantea el interrogante de cómo influirá en la escena de arte contemporáneo de Viena, si como rival o revulsivo de centros de arte como el Belvedere 21 o el Mumok.

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