No ser como los demás
La directora establece continuos paralelismos entre el colonialismo de los conquistadores que arrasaron a pueblos autóctonos, y esa aristocracia colegial que pretende llevar a su terreno a los alumnos que están en tierra de nadie
Las películas sobre la (terrible) adolescencia se acumulan, pero hay algo incombustible en ellas: cualquiera ha recorrido el camino, y si no le han tocado de lleno la soledad, la incomprensión, el hartazgo y la humillación, al menos ha visto pasar de cerca sus complejas turbaciones. El siguiente paso en una obra centrada en ese arco de edad es saber componer personajes, imágenes y situaciones que, sin necesidad de subrayados en los textos, retratando de un modo sutil el abandono, la duda, la timidez o la angustia, contengan un atractivo emocional y visual. Y (casi) todo ello lo tiene la notabl...
Las películas sobre la (terrible) adolescencia se acumulan, pero hay algo incombustible en ellas: cualquiera ha recorrido el camino, y si no le han tocado de lleno la soledad, la incomprensión, el hartazgo y la humillación, al menos ha visto pasar de cerca sus complejas turbaciones. El siguiente paso en una obra centrada en ese arco de edad es saber componer personajes, imágenes y situaciones que, sin necesidad de subrayados en los textos, retratando de un modo sutil el abandono, la duda, la timidez o la angustia, contengan un atractivo emocional y visual. Y (casi) todo ello lo tiene la notable película canadiense A Colony, ópera prima de la joven Geneviève Dulude-De Celles, premio Generation Kplus de la Berlinale, la sección del festival dedicada a historias que hablan de la juventud de un modo adulto, otorgado por un jurado de chicos y chicas de entre 11 y 14 años.
Dulude-De Celles ha reclutado un grupo de niñas actrices prodigiosas, comandado por la preadolescente Emilie Bierre y la niña Irlande Côté, tan distintas, una hacia dentro, dolor enquistado, la otra hacia fuera, expansiva y espontánea. Y las filma con la mirada de la sensibilidad, posando su cámara en los pequeños gestos y detalles: unas largas uñas pintadas de rosa, un mohín de retraimiento con los dedos refugiados en el pelo, un primerísimo plano de ese incipiente acné en la frente.
Ya desde su título, y en su ambientación, la directora y guionista establece continuos paralelismos entre el colonialismo de los exploradores y conquistadores que arrasaron o cambiaron la autonomía de los pueblos autóctonos a lo largo de la historia, y esa aristocracia colegial que siempre pretende llevar a su terreno a los alumnos que están en tierra de nadie. Cuando lo hace con agudeza, resulta brillante, cuando explica demasiado la metáfora (las gallinas del corral, el coloreado del dibujo que se sale de los márgenes), se convierte en algo más convencional.
Ser o no ser como los demás. O mejor: tener que serlo a la fuerza o ir construyendo el difícil castillo de la personalidad propia, de la independencia. Ese es el gran mensaje de A Colony. Y a fe que calará en los espectadores más jóvenes.
A COLONY
Dirección: Geneviève Dulude-De Celles.
Intérpretes: Emilie Bierre, Irlande Côté, Jacob Whiteduck-Lavoie, Noémie Godin-Vigneau.
Plataforma: Filmin.
Género: drama. Canadá, 2018.
Duración: 102 minutos.