Muere Peter Beard, el último de los aventureros
El artista, de 82 años, que se hizo famoso por sus retratos de animales en África, llevaba 19 días desaparecido. Sus restos se han encontrado cerca de su residencia en Long Island
“Murió donde vivió; en la naturaleza”, dice el comunicado enviado por la familia, en el que se confirma la muerte del Peter Beard, fotógrafo desaparecido desde el pasado 31 de marzo. A sus 82 años padecía demencia y una delicada salud tras sufrir un derrame cerebral. Su cuerpo fue encontrado en el Camp Hero State Park de Montauk, en la parte oriental de Long Island, donde tenía su residencia. Como quizás no hubiese sido posible de otra forma, los días de este artista, descrito como ...
“Murió donde vivió; en la naturaleza”, dice el comunicado enviado por la familia, en el que se confirma la muerte del Peter Beard, fotógrafo desaparecido desde el pasado 31 de marzo. A sus 82 años padecía demencia y una delicada salud tras sufrir un derrame cerebral. Su cuerpo fue encontrado en el Camp Hero State Park de Montauk, en la parte oriental de Long Island, donde tenía su residencia. Como quizás no hubiese sido posible de otra forma, los días de este artista, descrito como “mitad Tarzán, mitad Lord Byron” por Bob Colacello, biógrafo de Warhol, acabaron en un bosque.
Conocido por sus fotografías de animales salvajes, sus collages, con frecuencia protagonizados por exuberantes mujeres, y sus diarios pintados, el intrépido fotógrafo supo desenvolverse tanto entre la fauna el Tsavo como entre la sofisticada clientela del que quizás fuera el club nocturno más salvaje de la historia, el Studio 54. Su carisma llegó a encandilar a Andy Warhol, Truman Capote, Salvador Dalí, Grace Jones y a Francis Bacón, quien le dedicó varios retratos.
Saltó a la fama con ‘The End of the Game’, su obra cumbre. Un conmovedor testimonio del impacto del hombre blanco en la fauna salvaje de África
Saltó a la fama con The End of the Game, su obra cumbre. Un conmovedor testimonio del impacto del hombre blanco en la fauna salvaje de África del Este, donde la belleza se solapa con la muerte. El libro combina las imágenes tomadas en el Tsavo y en Uganda durante las décadas de 1960 y 1970, junto con sus elocuentes textos y documentos históricos con el fin de señalar el fin de una era, documentar un presente y apuntar a un futuro. “Entender es comenzar a reconocer que no hemos conquistado nada. Y con la misma licencia que asumimos la conquista, debemos ahora reflexionar sobre nuestra derrota”, escribía Beard, ya hace medio siglo subrayando el delirio humano y su fracaso en el intento por dominar la naturaleza.
Nació en el Upper East Side de Manhattan el 22 de enero de 1938, rodeado por Corots y Daumiers. Su padre era socio de una agencia de corredores de bolsa. Comenzó a tomar fotografías con una cámara que le regaló su abuelo, al tiempo que nacía su afición por los diarios. Tuvo como maestro al pintor Josef Albers, en la Universidad de Yale. En 1955, con diecisiete años realizó su primer viaje a África en compañía de Quentin Keynes, bisnieto de Charles Darwin. Tal vez, la experiencia de verse perseguido por un hipopótamo mientras trataba de fotografiarlo, contribuyó a que cayera rendido al sonido de África. A aquel ritmo que con anterioridad había subyugado a la última generación de cazadores blancos allí establecidos Entre ellos a la célebre Karen Blixen, - a quien visitaría en Dinamarca- y quien le animó a que fotografiara un mundo al que ella había tenido que renunciar. “Son muy pocas las cosas que me conmueven de forma tan profunda como lo hace tu epitafio, o monumento a la Vieja África tan querida para mí. Ese continente donde la sabiduría, la dignidad, y la profundidad poética quedan expresadas por igual en la naturaleza, en las bestias y en los hombres”, escribió la escritora al fotógrafo, quien construyó su residencia, el rancho Hoy Ranch, a las afueras de Nairobi, muy cercano a la que había sido la propiedad de la escritora danesa.
Durante los años sesenta, Beard trabajó en el parque del Tsavo. Por aquel entonces, los grupos conservacionistas defendían que la causa de muerte de los elefantes se debía principalmente a una caza descontrolada, en busca de marfil, mientras el fotógrafo abogaba por una caza controlada por cazadores profesionales, con el fin de mantener el censo de la población de los paquidermos. Acabarían, por prohibirle la entrada en el parque. Esto no impidió que siguiera con su empeño, pilotando aviones para conseguir sus tomas aéreas. Finalmente, en 1973, Philip Glover, conservacionista del Tsavo, acabaría dándole la razón.
Su vida ha transcurrido entre África y Estados Unidos donde se introdujo en el mundo de la moda colaborando con Vogue y Elle. Su fama de playboy se cimentó a través de sus muchas relaciones, las más sonadas con Lee Radziwill y Candice Bergen. Fotografió a la modelo Veruschka con la misma salvaje voluptuosidad que a los animales que retrata en libertad. “La última cosa que permanece en la naturaleza es la belleza de las mujeres”, decía en una entrevista concedida al The Observer, en 1997. Fantaseaba con haber descubierto a la modelo Iman (hija de un diplomático somalí) cuidando al ganado en tierras africanas. Estuvo casado con la Cheryl Tiegs. Sus últimos días transcurrieron cerca de su última mujer Njema Beard, también su agente, y madre de su hija Zara.
Entre sus libros destacan Eyelids of Morning: Mingled Destinies of Crocodiles and Men, Zara’s Tales: Perilous Escapades in Equatorial Africa, y Peter Beard, un recorrido por toda su trayectoria. Publicada por Taschen, originalmente en dos volúmenes, a finales de este mes será reeditada como un solo volumen de gran formato.
Siempre buscó el lado más salvaje de la vida, de ahí que se le calificó como el último de los aventureros, convencido de que la magia, tanto en la vida como en el arte, solo se encuentra en la originalidad y en aquello que es único. Fue dando forma a su extravagante y excesiva forma de vida como si de una obra de arte se tratase. Su sentido de la vida siempre fue biológico. No creía en la eternidad. “Yo creo en los dinosaurios, en los australopitecos y en los simios”, decía en el documental A study of Peter Beard, dirigido por Lars Brun. “El sentido de la vida no está claro, como decía Bacon, las dos únicas cosas que son certeras en la vida son el nacimiento y la muerte, el resto es un periodo sin sentido, que puede llegar a ser tan bueno como uno haga de ello”.