Chéjov y la banda de Rigola
Alex Rigola reflexiona sobre Chéjov a raíz de su montaje de ‘La gaviota’, la tercera obra que adapta del dramaturgo ruso
El teatro ha bajado puertas, pero seguimos hablando, soñando, planeando. Alex Rigola (Barcelona, 51 años) estaba a punto de estrenar en la Villarroel su puesta de La gaviota, que tenía una amplia gira por delante, en catalán y castellano. Y no desespera. Ni yo en verla, le digo. Le pregunto qué resonó en él al escoger su tercer Chéjov, tras Ivanov y Vania, y cómo será el montaje. “Quizás – me dice el director – la elegí (o me eligió) porque La gaviota es su obra en la...
El teatro ha bajado puertas, pero seguimos hablando, soñando, planeando. Alex Rigola (Barcelona, 51 años) estaba a punto de estrenar en la Villarroel su puesta de La gaviota, que tenía una amplia gira por delante, en catalán y castellano. Y no desespera. Ni yo en verla, le digo. Le pregunto qué resonó en él al escoger su tercer Chéjov, tras Ivanov y Vania, y cómo será el montaje. “Quizás – me dice el director – la elegí (o me eligió) porque La gaviota es su obra en la que está más presente el teatro: un joven autor, una actriz madura, una aspirante a actriz, un autor de media edad… Sin duda el peso de crecer, la voluntad de hacer balance y encontrar sentidos, está en todas las grandes piezas chejovianas, y en todos los que hemos cumplido ya los cincuenta. Y, desde luego, hay una reflexión sobre el mundo del teatro, al que ve como una forma de amor en la que deseas y sufres al mismo tiempo”.
Lo que más le gusta de Chéjov es la identificación rotunda que le producen todos sus personajes. Pasa lista, de la que doy versión reducida. “Me veo en Arkadina, por mi edad y porque sé lo que es conectar con el público y a veces perderlo, sobre todo a los jóvenes. Es inevitable: hay unos placeres que ellos tienen y yo ya no. Me encuentro con Trigorin porque los dos queremos alcanzar un talento que no vemos en nosotros, o que nos provoca dudas. Como Tréplev, he querido cambiar formas de arte, y sigo en confrontación con dos tipos de teatros. Comparto la ilusión de Nina por su oficio, y también conozco la frustración de Masha por no encontrar su lugar en el mundo”.
Coincidimos en que quizás Tréplev es el personaje más incendiado de Chéjov: “Está loco de amor pero no puede alcanzar el arte que busca. Esas dos pasiones le devoran”. Rigola se ha acercado a Chéjov con un juego entre realidad y ficción, que consiste en usar parte de las biografías sentimentales de su tropa, “poniéndoles en primera persona para recomponer la pieza. Me gusta que a Trigorin lo interprete el autor Pau Miró, y que Nao Albet, que es Tréplev, le diga lo que no le gusta de su trabajo: creo que le da una fuerza especial al careo. Todo el reparto se desnuda con una gran generosidad. Y mi versión es muy libre, pero creo que Chéjov está presente en cada momento”. Sigue mostrándome el elenco. Arkadina es Mónica López. Xavi Saez es “una mezcla de Sorin y Medvedenko y de maestro de ceremonias, que también aporta sus propias experiencias”. Roser Vilajosana “tiene algo de Masha”. Y Nina es Melisa Salvatierra, una actriz que será una sorpresa, porque es lo primero que hace profesionalmente, toda vez que en Madrid y en la gira será una actriz joven pero con la experiencia de Irene Escolar. Àlex Rigola también tenía (y tiene) para girar otro montaje espléndido: Aquest país no descobert, con Pep Cruz y Alba Pujol. “Será difícil la recuperación”, dice el director, “pero seguiremos luchando”.