Malandrín por Tutatis

Del mismo modo que el viejo Baltar asentó su poder en Ourense yendo a todos los entierros, Rajoy lo fue mermando presentándose en las bodas

MIGUEL ÁNGEL CAMPRUBÍ

La mala suerte de Elisardo Bastiaga le ha llevado a acudir a la boda de una prima segunda que él creía muerta. Ocurre que a Bastiaga, 50 años y 98 followers, su familia le tiene entre tantos algodones que no le informan de las muertes para que no sufra, y así ha ido por la vida, dejando de ver a gente en la mesa de Nochebuena sin preguntarse por qué. Cuando descubrió la treta familiar tuvo un efecto devastador: cuando pasaba dos meses sin ver a un familiar, lo daba por muerto.

—¿Pero una prima segunda?, me susurra en la boda. ¿Cómo iba a saber que existía eso?

La novia a...

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La mala suerte de Elisardo Bastiaga le ha llevado a acudir a la boda de una prima segunda que él creía muerta. Ocurre que a Bastiaga, 50 años y 98 followers, su familia le tiene entre tantos algodones que no le informan de las muertes para que no sufra, y así ha ido por la vida, dejando de ver a gente en la mesa de Nochebuena sin preguntarse por qué. Cuando descubrió la treta familiar tuvo un efecto devastador: cuando pasaba dos meses sin ver a un familiar, lo daba por muerto.

—¿Pero una prima segunda?, me susurra en la boda. ¿Cómo iba a saber que existía eso?

La novia apareció vestida de blanco de arriba abajo, como si fuese parte de una secta. Solo le faltaba fumar. El novio tenía cara de malandrín, y fue pensar en esa palabra y divisar a lo lejos a Mariano Rajoy entre los invitados. Así que yo llevaba todo agosto lanzando cabos a su alrededor para mantener una conversación con él y lo único que tenía que hacer para atraerlo era casarme.

Del mismo modo que el viejo Baltar asentó su poder en Ourense yendo a todos los entierros, Rajoy lo fue mermando presentándose en las bodas. La razón no es él, un encanto de invitado, sino que es bailarín. Los bailarines de boda y verbena, el chacachá del tren, son estupendos para ganar elecciones (pues los votantes te ven con simpatía en vídeos caseros) y para perder el control del partido, pues son los vicesecretarios los que tienen que salir a la pista “a darlo todo” con Rajoy.

En la boda tengo que hablar yo, que soy conferenciante de bodas, porque la hermana de la novia se sintió indispuesta (me pareció que por las drogas, que ya hay que ser yonqui para no poder ni hablar antes de la ceremonia) y al salir e improvisar unas palabras pude leer en los labios del novio y la novia: “¿Tú a este le conoces de algo?”. “En la puta vida, Germán”.

Como todas las bodas, hubo luego una grandísima ceremonia de confusión que alcanzó su cumbre cuando Bastiaga, con la coleta casi sin pelos pero llena de purpurina, le propuso a Rajoy ir al fotomatón con el matasuegras (“¿esto se sigue llamando así?, raro”, dijo socarrón el expresidente) para luego insistirle en que pidiese la abstención de Casado; lo dijo Bastiaga en calidad de “acreditado asesor del PSOE en las negociaciones” dijo rebuscando tanto en el bolsillo de la chaqueta su tarjeta imaginaria que casi le planta el orfidal en la mano a Rajoy.

Un guardaespaldas acabó dejándolo en la puerta del autobús, a donde se subió Bastiaga cuando no eran ni las doce. Se hizo un selfi y lo subió antes de dormirse con un texto que no entendió ni él al día siguiente, si bien le hizo subir un follower; un follower random que juró y perjuró que era el seudónimo de Rajoy en Instagram, como si Rajoy necesitase seudónimos para que la gente no sospeche de él.

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