Artistas españoles, pero a la francesa

La Fundación Alternativas 'roba' del modelo del país vecino cinco ideas para proteger a los miles de trabajadores inestables y temporales de la cultura

Imagen de archivo de un rodaje.EL PAIS

Será l'envie, o tal vez más l’ admiration. Lo cierto es que cuando la cultura española busca un ejemplo en el que inspirarse, siempre repite el mismo: Francia. Por su inversión pública, por la consideración que las artes reciben, o por frases como la que dejó la entonces ministra de cultura Audrey Azoulay hace un año a este diario: “No imagino el cine francés con un IVA como el español”. Así que no sorprende que España vuelva a mirar al pupitre de su vecino más empollón para otro asunto clave:...

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Será l'envie, o tal vez más l’ admiration. Lo cierto es que cuando la cultura española busca un ejemplo en el que inspirarse, siempre repite el mismo: Francia. Por su inversión pública, por la consideración que las artes reciben, o por frases como la que dejó la entonces ministra de cultura Audrey Azoulay hace un año a este diario: “No imagino el cine francés con un IVA como el español”. Así que no sorprende que España vuelva a mirar al pupitre de su vecino más empollón para otro asunto clave: el estatuto del artista.

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Porque tras los Alejandro Sanz y las Penélope Cruz, el sector de la creación se compone de cientos de miles de empleados en situación precaria e inestable, sin apenas amparos legales específicos. Actores, técnicos, cómicos, músicos, directores de fotografía, bailarines y muchos etcéteras trabajan de forma discontinua por la propia esencia de su oficio y piden una legislación que reconozca y tutele su peculiaridad. Francia empezó a pensar en ellos ya en 1936, cuando arrancó la regulación legal de los llamados intermitentes. Hoy en día, el paraguas incluye a decenas de oficios relacionados con las artes, siempre y cuando hayan trabajado al menos 507 horas (63 jornadas laborables de ocho horas) durante 12 meses consecutivos.

España hizo tarde los deberes y solo hace un año nació una subcomisión ad hoc en el Congreso que está a punto de lanzar un primer borrador de estatuto del artista. Mientras, la Fundación Alternativas —conocido laboratorio de ideas próximo al PSOE— ha planteado hoy algunas sugerencias. Tras analizar el modelo francés y el nacional, el organismo ha sacado cinco propuestas que cree podrían beneficiar a los trabajadores temporales de las artes. Es decir, al grueso de la cultura.

Ante todo, se trata de que existan, de transformar los fantasmas en individuos de carne y hueso. Por eso, el informe, elaborado por la profesora de derecho del trabajo y la seguridad social de la UNED Icíar Alzaga Ruiz, plantea robar a Francia dos ideas: la creación de un Servicio de Empleo específico para los espectáculos públicos y una base de datos de artistas y técnicos. El organismo se encargaría de monitorear la situación de estos trabajadores y ayudarles a formarse o encontrar ofertas de empleo. El archivo, en cambio, sería algo así como un Linkedin cultural, un portal al que solo puedan acceder empresarios en busca de artistas y técnicos para contratar.

De paso, el estudio de la Fundación Alternativas espera que estas propuestas sirvan para rescatar a muchos empleados de la economía sumergida en la que viven instalados. Y para un primer intento de catalogarlos. Porque a falta de datos oficiales, las estimaciones sobre la cantidad de intermitentes en España oscilan demasiado: de 200.000 a más de medio millón.

Aunque la “propuesta estrella”, en palabras de Nicolás Sartorius, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, es la “prestación asistencial de regreso al empleo”. Bajo esta fórmula, la ley francesa admite y protege a los intermitentes de la inestabilidad de su oficio. Y ofrece, a todos los que cumplan con ciertos, estrictos, requisitos, ingresos compensatorios para los periodos de paro: en concreto, 44 euros durante 243 días. Es decir, 10.692 euros. La cifra, según relató Sartorius, asustó a más de un diputado al que la comentaron. Pero se trata de adaptar la inversión francesa a un país con 20 millones de habitantes menos y un PIB sensiblemente inferior.

No todo el estudio mira a Francia. Para las últimas dos propuestas solo hizo falta buscar más atentamente dentro de casa. Así, la fundación destaca una diferencia que pide arreglar de inmediato: la indemnización por el cese de un contrato temporal ordinario da derecho a 12 días de salario por año trabajado; si el contrato es artístico, en cambio, solo son siete. ¿Por qué creadores y técnicos deberían recibir menos?

Finalmente, el estudio pide que otra norma general se aplique también a las artes. El Estatuto del Trabajador establece que quien haya sido empleado durante más de 24 de los últimos 30 meses por la misma empresa, aunque sea con dos o más contratos temporales distintos, ha de considerarse fijo. Una vez más, la fundación quiere que valga también para las artes.

Escuchadas las propuestas, hubo espacio para el debate. Algunos de los presentes (miembros de asociaciones profesionales, analistas) agradecieron el documento, pero subrayaron que se queda corto, que hace falta más. Sartorius contestó que, frente a “pedir 100 y recibir 0”, mejor apostar por demandas simples y realistas. Y dos representantes de la embajada de Francia en Madrid subrayaron las luces de su sistema pero también sus sombras. Por ejemplo, las huelgas que los intermitentes lanzaron en 2014 ante la amenaza del Gobierno de retocar a la baja su protección. Y, justo en el bando contrario, las quejas por el déficit que ese régimen especial genera. Lo cual tal vez demuestre que el sistema perfecto es una utopía. A los artistas españoles, sin embargo, les bastaría con poder soñar un poco más.

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