‘Princesita’, un oscuro cuento de hadas para adultos

La cinta de la cineasta chilena Marialy Rivas aborda la construcción de la identidad femenina como un proceso de abuso y represión

Fotograma de 'Princesita'.

En 2012, hace cinco años, la directora chilena Marialy Rivas leyó una noticia en un periódico que le impresionó. Cuando corría de boca en boca la falsa noticia de que la Tierra se iba a acabar, la policía descubrió en Chile a una humilde familia que vivía como una secta: un padre, sus tres hijos varones y una sobrina nieta de 12 años. La llamaban Princesita y le habían concedido una misión: concebir al Mesías que iba a impedir el acabo de mundo. “Me impresionó que estos hombres solo vieran a la niña como vehículo de sus objetivos y no como un ser humano. Pensé que era la metáfora de l...

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En 2012, hace cinco años, la directora chilena Marialy Rivas leyó una noticia en un periódico que le impresionó. Cuando corría de boca en boca la falsa noticia de que la Tierra se iba a acabar, la policía descubrió en Chile a una humilde familia que vivía como una secta: un padre, sus tres hijos varones y una sobrina nieta de 12 años. La llamaban Princesita y le habían concedido una misión: concebir al Mesías que iba a impedir el acabo de mundo. “Me impresionó que estos hombres solo vieran a la niña como vehículo de sus objetivos y no como un ser humano. Pensé que era la metáfora de lo femenino en el mundo”, reflexiona la cineasta. 

Fue el inicio de Princesita, su segundo largometraje después de Joven y alocada (2012). Rivas tomó prestada la historia real para proponer una ficción sobre el complejo tema de la identidad femenina que, según piensa, “está construida siempre bajo patrones de represión”. “No a todas nos han violado, pero a todas nos han abusado de alguna u otra manera: desde las agresiones verbales en la calle hasta que en países como Chile recién se haya despenalizado el aborto en tres circunstancias”. Las mujeres, señala la directora, solo son visibles respecto de las ambiciones masculinas. “Eso explica que seamos válidas socialmente desde la menstruación hasta la menopausia, cuando termina nuestra fertilidad. Luego desaparecemos de la historia, de las películas, de todas partes”. 

De eso se trata precisamente este thriller psicológico: del abuso de un hombre mayor hacia una niña de 12 años, Tamara (interpretada por Sara Caballero). En un país muy lejano, ubicado en el fin del mundo, la pequeña creció en una especie de secta liderada por el carismático Miguel (Marcelo Alonso) y recibe la misión de su vida: tener un hijo santo con él. Desde ese momento, lo que la pequeña piensa que es un paraíso se comienza a transformar en un infierno. Y a diferencia de los cuentos de hadas –donde siempre aparece alguien que salva a la doncella–, Tamara debe salvarse a sí misma. 

La cineasta hace guiños a los cuentos infantiles y por eso, al describir Princesita, señala que “es una historia de niños para adultos en clave pop”. Estrenada en el Festival de Toronto, la cinta se exhibe desde hace algunas semanas en Chile. El filme es producido por Fábula, de los hermanos Juan de Dios y Pablo Larraín (No, El club, Neruda), y recrea ese mundo de fantasía que se inventan los niños abusados para poder seguir viviendo. Y retoma los aires oscuros que originalmente tenían los relatos de los hermanos Grimm. “A La bella durmiente, en realidad, el príncipe la viola y no la despierta con un beso. Los relatos funcionaban como una advertencia para los niños y adolescentes. Fue en su paso a América cuando fueron endulzados y, tomados por Disney, terminaron en historias protagonizadas por adolescentes lánguidas”. 

Pero las niñas y adolescentes de la directora chilena son heroínas. Aunque en claves diferentes, tanto en Joven y alocada como en Princesita relata las experiencias de personajes femeninos que viven en entornos opresivos y violento que tienen que romper con todo para ser libres. 

¿A Rivas le interesan más las mujeres que los hombres? No cree en absolutismos ni descarta abordar historias masculinas en el futuro, pero explica sus decisiones: “Tenemos 120 años de cine y el 96% de las historias que vemos son de hombres, heterosexuales, blancos. Sabemos que el cine es una máquina de empatía, entonces, ¿es necesario seguir hegemonizando el relato de la vida?”. Y agrega: “Me interesa contar el mundo de las mujeres. El otro lado, a mi juicio, está demasiado contado. Es la misma película una y otra vez”.

Autodefinida como feminista –“sería raro que una mujer dijera que no es feminista”, dice–, la cineasta señala que el proceso de realizar este filme “fue tremendo y doloroso”. Aunque tuvo una infancia plácida, filmar una historia sobre el abuso infantil oscureció su vida durante la realización de la cinta. En ocasiones llegaba a soñar con el personaje de Miguel.

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