Tribuna

Una bandera sin llanto, un amor, algunos versos...

Una infancia humilde, una adolescencia en las trincheras y más de dos décadas en prisión a la espera de la muerte a la que le había condenado la dictadura franquista, componen la primera parte de la historia de Marcos Ana, comunista, poeta y, sobre todo, ser humano capaz de transmitir desde muy tierna edad el ideal de libertad y justicia social que ha llevado tatuado en la piel toda la vida.

“Mi pecado es terrible: quise llenar de estrellas el corazón del hombre (...) Mas no hay sombra ni venganza, recorriendo por mis venas. ¡España! sólo es el grito de mi dolor que sueña”. ...

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Una infancia humilde, una adolescencia en las trincheras y más de dos décadas en prisión a la espera de la muerte a la que le había condenado la dictadura franquista, componen la primera parte de la historia de Marcos Ana, comunista, poeta y, sobre todo, ser humano capaz de transmitir desde muy tierna edad el ideal de libertad y justicia social que ha llevado tatuado en la piel toda la vida.

“Mi pecado es terrible: quise llenar de estrellas el corazón del hombre (...) Mas no hay sombra ni venganza, recorriendo por mis venas. ¡España! sólo es el grito de mi dolor que sueña”. Las soledades del encierro las sombreó de palabras. Desde entonces no dejó de escribir. Ni de recordar sin acritud: “La memoria es dignidad, pero en mí no hay habitación para el rencor”.

Con una enorme generosidad, en momentos muy difíciles, Marcos Ana me incluyó un día en su abrazo solidario uniéndome a aquellos por los que luchó y que han sido el motor de su memoria y de su denuncia: millares de demócratas españoles que perdieron la libertad o su vida y que continúan abandonados en cunetas y fosas. En aquel momento, Marcos Ana, con Almudena Grandes, con Pedro Almodóvar, con miles de ciudadanos en la calle,utilizó de nuevo la palabra como arma contundente contra quienes pretendían, dijo, “devolver a la noche oscura de los asesinos”. Marcos Ana clamaba justicia para todas las víctimas y en ese grito me arropaba; extraña situación para un juez. Aun hoy, el pensarlo me estremece. Y su perdida, aunque esperada, como la de todos, me duele dentro.

La calidad humana que le caracterizaba la definió muy bien José Saramago, en el prólogo que dedicó al libro del poeta Decidme cómo es un árbol: “un soplo de aire fresco que llega para derrotar al cinismo, a la indiferencia, a la cobardía (...) Agradezcámosle la sencillez, la naturalidad con que es un hombre. Entero, auténtico, completo”.

Así es. Resurgir de las cenizas de la opresión, luchar contra la impunidad y ser capaz de llevar como bandera un mensaje de dignidad, de memoria y ternura es propio solo de personas únicas, que se han forjado en la mirada hacia el otro. Y él lo ha dejado marcado en cada verso.

Devuelvo ahora la palabra a Marcos Ana y sea su poesía, mi homenaje.

(...) Si llegáis ya tarde un día

y encontráis frío mi cuerpo

buscad en las soledades

del muro mi testamento

al mundo le dejo todo,

lo que tengo y lo que siento,

lo que he sido entre los míos,

lo que soy, lo que sostengo:

una bandera sin llanto,

un amor, algunos versos...

(Fragmento de Pequeña carta al mundo. Marcos Ana)

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