Análisis

Voces para la realidad

"He buscado durante largo tiempo el género que respondiera a cómo veo yo el mundo. A cómo están hechos mi vista, mis oídos...

Y escogí el género de las voces humanas... Yo construyo mis libros y los recojo de la calle. Desde la ventana. En ellos diversas personas reales hablan sobre los diferentes acontecimientos de su tiempo: la guerra, el hundimiento del imperio soviético, Chernóbil, y todos juntos reflejan en las palabras la historia del país, la historia común. La vieja y la más reciente. Y cada uno, la historia de su pequeño destino humano".

La obra de ...

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"He buscado durante largo tiempo el género que respondiera a cómo veo yo el mundo. A cómo están hechos mi vista, mis oídos...

Y escogí el género de las voces humanas... Yo construyo mis libros y los recojo de la calle. Desde la ventana. En ellos diversas personas reales hablan sobre los diferentes acontecimientos de su tiempo: la guerra, el hundimiento del imperio soviético, Chernóbil, y todos juntos reflejan en las palabras la historia del país, la historia común. La vieja y la más reciente. Y cada uno, la historia de su pequeño destino humano".

La obra de Svetlana Alexiévich —La guerra no tiene rostro de mujer (1983), Los últimos testigos (Cien relatos no de niños) (1985), Hechizados por la muerte (1993); Los muchachos de zinc (1994), Voces de Chernóbil (1996), El fin del hombre rojo (2013)— se podría definir como "la literatura al servicio de la realidad".

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Un rasgo claro de la obra de Svetlana Alexiévich es un carácter periodístico, documental en varios sentidos: toda su obra gira en torno a los hechos que ocurrieron en su país, que para ella sigue siendo la antigua Unión Soviética, y el material "de campo", de trabajo, son las voces de los protagonistas. La veracidad periodística se funde con el complejo tratamiento literario de la obra, que nos ofrece desde muy diversos ángulos, en muy diversas y disonantes voces el cuadro ordenado del mundo en los aspectos que a ella le interesan, que giran sobre todo en torno al hundimiento del mundo soviético.

En cuanto a la traducción de una prosa que al lector le parece oír, al traductor se le plantea casi el mismo problema que a la autora: hacer que las voces, ya sean las de Chernóbil, de la Gran Guerra Patria, de la guerra de Afganistán, las voces vivas de mujeres y hombres, jóvenes y mayores, campesinos o filósofos, encajen en un texto formalmente ordenado y esclarecedor, subrayando, sobre todo, la enorme capacidad de los humanos en crear belleza del dolor.

Los problemas de la traducción están muy relacionados con el conocimiento que tiene el lector del mundo que el autor le transmite. En nuestro caso, el lector español está aún lejos de percibir y comprender la realidad rusa como le ocurre, por ejemplo, con la italiana o la inglesa. Un poeta ruso escribía en el siglo XIX que "Rusia no se comprende con la razón, solo se puede creer en ella…". Quizá esto sea pedir demasiado a los lectores. De todos modos, confiemos en que este premio Nobel a una escritora bielorrusa que escribe en ruso ayude a dibujar las coordenadas del pasado soviético y por lo mismo contribuya a acercar al lector a la literatura rusa en general.

Ricard San Vicente es traductor de Voces de Chernóbil (Debolsillo).

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