“Soy un escritor globalizado, y ese es el tema de mi escritura”

El autor británico Hari Kunzru publica 'Dioses sin hombres', una amalgama de historias de introspección espiritual conectadas bajo el sol del Mojave

Zabriskie Point, en el Parque Nacional del valle de la Muerte, en el desierto de Mojave, California, Estados Unidos corbis

Un monje franciscano aragonés de finales del siglo XVIII, un minero mormón en 1871, un lingüista y su mujer en los años veinte del siglo pasado, un exingeniero que monta una estación de repostaje en medio de la nada en 1947, un culto que se cree en contacto con los ovnis a lo largo de los cincuenta y sesenta y una moderna estrella del rock que comparte existencia en 2008 con una pareja de neoyorquinos con un hijo con autismo. Aparentemente dispersos, inconexos, nada que ver, el contexto hilvana la razón de ser y estar de los personajes: sus historias transcurren en el desierto de Mojave, al oe...

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Un monje franciscano aragonés de finales del siglo XVIII, un minero mormón en 1871, un lingüista y su mujer en los años veinte del siglo pasado, un exingeniero que monta una estación de repostaje en medio de la nada en 1947, un culto que se cree en contacto con los ovnis a lo largo de los cincuenta y sesenta y una moderna estrella del rock que comparte existencia en 2008 con una pareja de neoyorquinos con un hijo con autismo. Aparentemente dispersos, inconexos, nada que ver, el contexto hilvana la razón de ser y estar de los personajes: sus historias transcurren en el desierto de Mojave, al oeste de EE UU. Todas ellas se definen por la búsqueda de lo místico, más allá de la creencia por la que se pretenda alcanzar. Capturados en el momento álgido de introspección anímica, todos esos seres confluyen y se entremezclan en Dioses sin hombres, la cuarta novela del británico Hari Kunzru, autor de El transformista, Leila.exe y Mis revoluciones, a la venta desde el pasado miércoles editada por Alfaguara.

El escritor británico Hari Kunzru

"Estoy interesado en la idea de que la búsqueda espiritual es siempre la misma. Intentamos negociar lo que no podemos comprender, porque todos tenemos el mismo anhelo de saber", explica el escritor, al teléfono. De todas las tramas, una despunta entre el resto como guía de la narración: la que dibujan la pareja contemporánea y multicultural, compuesta por un descendiente de emigrantes indios y una judía estadounidense que junto a su hijo, frustrados y hastiados por su enfermedad, se toman unas vacaciones en el remoto enclave. Aunque en la imaginación de Kunzru (Londres, 1969), antes que ellos o, para el caso, que cualquier otra cosa, vino el desierto. “El libro es una respuesta a una visita que hice a aquel lugar. El Mojave presenta un panorama extraordinario, casi inhumano, que te hace sentir el misticismo. Es como si se aboliera la distancia entre el cielo y la tierra”.

Provenientes de diferentes culturas y civilizaciones, los particulares nómadas de su erial  literario proponen -como sin proponérselo- una lectura de los cimientos sobre los que sustenta la idea de América, entendida en su acepción de Estados Unidos. “Vine a este país a escribir un libro totalmente diferente, sobre la India”, explica el autor, cuyo padre procede del subcontinente asiático. Aquello no funcionó, y de viaje con unos amigos, se abrió ante sus ojos la infinitud de la arena dorada al sol.

Allí, alejados de lo cotidiano, la adinerada pareja neoyorquina pierde a su hijo, de cuatro años. Y comienza un circo de fieras mediático con visos del caso de Madeleine McCann. Aunque la búsqueda acaba bien, nada será lo mismo. En una dimensión temporal paralela dentro de la novela, una habitante local se introduce en una secta; de vuelta al presente, un afamado cantante británico se retira unos días para hacer introspección de su identidad y una refugiada iraquí se instala en un pueblo ficticio creado por los militares; siglos antes, un monje español abre el camino al cristianismo... Y con ellos, la literatura se transforma en transliteratura. “Soy un escritor globalizado, con conexiones en diferentes lugares, y me interesa hacer de eso el tema de mi escritura”, señala el autor. “Siempre hay dos versiones de la verdad, siempre hay choques culturales, y todo eso es una preocupación central en mi obra”.

Portada de 'Dioses sin hombres'

No solo las personas crean una intrincada red de experiencias: lo mismo ocurre con los conceptos y las vivencias. De ahí que la novela esté plagada de conexiones insólitas. “Siempre me ha interesado ver cómo lo improbable se entrelaza. Por ejemplo, la crisis financiera, al superar la comprensión de una persona normal, se puede entender como una religión, y yo enlazo esto con la tradición mística judía”.

Afincado en Estados Unidos, Kunzru disfruta ahora de la “cosmopolita” escena literaria neoyorquina, donde puede relacionarse con “más escritores y con más gente de la que hubiera podido conocer en Londres”. “Pero no sé si me quedaré aquí para siempre. En Nueva York se ve el resto del mundo como unas enormes afueras de la ciudad; no siempre se presta suficiente atención a lo que ocurre en el extranjero”. Y él no deja de ser un escritor británico, eso sí, uno de los elegidos por Granta como una de las jóvenes promesas de su país.

Antes de los reconocimientos, fue periodista en publicaciones como Wired Uk o The Guardian, donde aún colabora. “Allí aprendí mucho sobre cómo expresarme con claridad”. Para el año que viene, va a crear una historia corta comisionada por el Museo Victoria & Albert de Londres, que será ilustrada por 20 artistas y se expondrá y publicará en formato libro. “Es una historia de ciencia ficción contextualizada en Londres, sobre un personaje que intenta recolectar fragmentos de los recuerdos del pasado, desaparecidos tras el fin de la civilización tecnológica”. También acaba de arrancar el proceso de una nueva novela, donde seguirá planteando preguntas. Algunas tan inabarcables como el desierto.

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