La cumbre del clima se cierra sin ser capaz otra vez de mencionar el abandono de los combustibles fósiles
La COP30 aprueba una declaración final sin alusiones directas a dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón, los principales responsables del calentamiento
La cumbre del clima de la ONU celebrada en la ciudad brasileña de Belém no ha logrado impulsar de forma directa el abandono progresivo de los principales causantes de la crisis que golpea al planeta y a la Humanidad. El solo hecho de mencionar a los combustibles fósiles —el petróleo, el gas y el carbón— ha sido imposible en el texto final de esta cumbre, que se ha acordado con más de un día de retraso por los cerca de 200 países que se reúnen en este tipo de conferencias y que deben aprobarlo todo por consenso. Tampoco se ha incluido en esa declaración final el llamamiento para impulsar una hoja de ruta para esa transición, el objetivo que se había autoimpuesto el Gobierno brasileño para la conferencia de Belém, la COP30.
Los países sí han acordado triplicar los fondos que destinan para adaptación a los impactos del cambio climático en 2035 y establecer un “diálogo” sobre comercio global, tras las críticas de China al impuesto al dióxido de carbono puesto en marcha por la Unión Europea.
Pero la gran batalla ha sido la de los combustibles fósiles. Pese a que la ciencia es tajante desde hace muchos años sobre la responsabilidad de estos combustibles en la emisión de los gases de efecto invernadero que están sobrecalentando la Tierra, en las cumbres que se celebran desde hace más de tres décadas para abordar este tremendo reto es imposible que se mencionen directamente en los textos finales. Solo se puede hablar de los gases de efecto invernadero, no de abandonar los combustibles que los expulsan, algo que deja la puerta abierta a que siga aumentando su uso y el problema, como ha ocurrido desde la Revolución Industrial.
Algunos países, entre los que se encontraban Colombia y España y varios miembros de la UE, han empujado de forma destacada en esta cumbre para que en la declaración final figurara un llamamiento a impulsar la hoja de ruta para dejarlos atrás. Pero el pulso lo han vuelto a ganar los petroestados, que cada vez cuentan con más aliados, gracias al avance del populismo ultra en el mundo. Otra vez.
En los 30 años de conversaciones y acuerdos sobre cambio climático de la ONU, las menciones directas a los combustibles fósiles habían sido un tabú. Solo en la de Dubái, en 2023, se logró incluir en el texto final que se deben dejar a atrás los combustibles fósiles. El apoyo de EE UU y la Unión Europea en bloque fue determinante en aquel momento, algo que no ha ocurrido en esta ocasión ni mucho menos.
Lo único que sí se ha logrado en la declaración final de ocho páginas es una mención a aquel acuerdo, pero sin el término combustibles fósiles. Se aboga además por la creación de un “Acelerador Global de Implementación”, voluntario, teniendo en cuenta “el Consenso de los Emiratos Árabes Unidos”. Con ese nombre se hace referencia a la declaración de 2023 en donde entre otras cosas se mencionaba por primera y única vez la necesidad de dejar atrás los combustibles, algo que no se ha conseguido repetir ni en la cumbre de 2024 ni en la de este 2025.
Sara Aagesen, ministra española para la Transición Ecológica, ha lamentado que se haya quedado fuera esa hoja de ruta y la mención explícita a los combustibles. “No estamos contentos”, ha dicho, para luego añadir que por lo menos “no se ha retrocedido”. Pero es indudable que este resultado es un tanto para esos petroestados arropados por esa ola ultra.
El comandante en jefe de ese populismo, que niega la ciencia y el cambio climático, vive en la Casa Blanca. Donald Trump ha sacado a su país del Acuerdo de París, algo que se materializará en enero, casi coincidiendo con el décimo aniversario del tratado. Además de no mandar a nadie a la cumbre de Belém, ha vuelto a exhibir en la distancia sus maneras de “matón”, como lo llamó desde la COP30 el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom.
“La gente tiene que plantarse, hay que plantarse ante un matón”, dijo en la cumbre Newsom. Unos días después de estas palabras, en la recta final de la cumbre, la Casa Blanca publicó un plan para abrir las aguas federales de toda la costa de California a las perforaciones de petróleo. “Demasiados líderes siguen cautivos de los intereses de los combustibles fósiles, en lugar de proteger el interés público”, decía Guterres en el arranque de esta conferencia en la ciudad amazónica.
“No es perfecto, pero es un paso en la dirección correcta”, ha dicho sobre el texto final de la cumbre que no cita a los combustibles el comisario europeo de clima, Wopke Hoekstra. Pese al desenlace tan tenso de la cumbre, ️Laurence Tubiana, arquitecta del Acuerdo de París y una referencia en la diplomacia climática, ha querido resaltar el lado más positivo de Belém. “El multilateralismo perdura”, ha dicho. “Hemos demostrado que Trump estaba equivocado, la acción climática es imparable”, ha interpretado. En esa misma dirección ha apuntado Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y destacada activista climática: “Este acuerdo no es perfecto y está lejos de lo que exige la ciencia. Pero en un momento en que se está poniendo a prueba el multilateralismo, es significativo que los países sigan avanzando juntos”.
Propuesta de Lula
Pocos días antes de comenzar la conferencia, el Gobierno de Brasil también había autorizado prospecciones para buscar petróleo en el delta del Amazonas. Y la cumbre de Belém se acercaba sin que se esperara que salieran grandes avances ni titulares contundentes. Pero el presidente brasileño y anfitrión de la cita, Luiz Inácio Lula da Silva, se encargó de meterle presión a esta cita cuando insistió en poner sobre la mesa un objetivo: que de la conferencia saliera un impulso a una hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles.
Ahora, en el marco del cierre de esta cumbre, el Gobierno de Brasil ha anunciado que impulsará, al margen de este sistema de la ONU, una iniciativa sobre esa hoja de ruta sobre combustibles y también sobre deforestación. Y el apoyo a la conferencia que Colombia y Países Bajos quieren celebrar en abril con el foco en esta transición. “Sabemos que muchos de ustedes tienen grandes ambiciones”, ha sostenido el presidente de la COP30, el diplomático brasileño André Corrêa do Lago, en el plenario de cierre.
Tras el llamamiento de Lula al inicio de la COP30, varios países se lanzaron a apoyar su idea. En la recta final de la cumbre, un grupo de 40 países enviaron una carta a Corrêa do Lago, en la que pedían esa hoja de ruta. Advertían de que en esta conferencia “el mundo” esperaba que se “demuestre continuidad y progreso”. “Cualquier cosa menos, inevitablemente se vería como un paso atrás”, añadían.
Entre los firmantes estaban España, el Reino Unido, Alemania, Francia, Colombia, México, Corea del Sur y Suecia. No la Unión Europea, que ha tenido sus propios problemas internos ante las reticencias de algunos países, como Polonia e Italia, a sumarse a esa iniciativa. Aunque en algunas reuniones el comisario europeo Hoekstra, mantenía la presión para que se incluyera la hoja de ruta, desde Johannesburgo llegó justo en la recta final un mazazo que sonaba a desautorización. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sostuvo en una conferencia de prensa: “No estamos luchando contra los combustibles fósiles, estamos luchando contra las emisiones de los combustibles fósiles”.
Casi el mismo argumento que exponen en público esos petroestados para bloquear en las cumbres las alusiones al petróleo, el gas y el carbón. Finalmente, el viernes ya se había caído toda mención a los combustibles fósiles en el texto final, y Corrêa do Lago argumentó que al menos 80 países rechazaban esas alusiones. La forma de sacar adelante estas negociaciones por parte de este diplomático han sido polémicas hasta el mismo final. Porque varios países, entre ellos Colombia o Uruguay, han lamentado que haya aprobado los textos finales a topa prisa, sin mirar al plenario y sin dar la oportunidad a los delegados de los países a intervenir.
Adaptación
Las cumbres del clima, y las negociaciones de este tipo, se centran principalmente en temas de mitigación, es decir, recorte de los gases de efecto invernadero, y en la financiación que los países ricos deben movilizar para las naciones con menos recursos, que son además las que tienen menos responsabilidad sobre el cambio climático. Pero la adaptación, cómo protegerse y prepararse para el calentamiento que ya es irreversible, no tiene tanto espacio.
Además del compromiso para triplicar los fondos de adaptación a las consecuencias del cambio climático en 2030, la cumbre de Belém conseguido aprobar un conjunto de indicadores, unos 60 en total, que servirán a los países para poder medir cómo están realizando esa adaptación y sus consecuencias. Entre otros, figuran en el texto aprobado el nivel de estrés hídrico o el de eficiencia en el uso del agua. O la tasa de mortalidad asociada a impactos climáticos, o el nivel de incidencia de enfermedades infecciosas sensibles al clima, incluyendo como resultado de acciones de adaptación cuando sea aplicable. Pero lo que sale de Belém, deja claro el texto, es algo voluntario y que no creará nuevas cargas financieras para ningún país, como también se deja claro en el texto.