¿Qué aire respiran los niños de Madrid y Barcelona? En el 46% de los colegios se supera la contaminación permitida

Dos mapas de EL PAÍS permiten buscar los datos de 1.750 centros gracias a un modelo de medición que estima los niveles de NO₂ en un año tipo prepandemia. A las 9 de la mañana, casi todas las escuelas infantiles y guarderías superan los niveles de alerta

Los padres esperan en la estrecha acera del paseo del Prado la salida de los alumnos de colegio Palacio Valdés, en Madrid.Víctor Sainz

Más de 190.000 niños de menos de 12 años acuden a un colegio de Madrid o de Barcelona donde los niveles de contaminación están por encima de los permitidos. Son los alumnos del 46% de los centros educativos de infantil y primaria donde la media anual de dióxido de nitrógeno (NO₂) supera los 40 microgramos por metro cúbico (µg/m3), límite legal establecido por la Comisión Europea desde 2010. Decenas de estudios realizados en España y en otros países relacionan directamente los altos niveles de este contaminante —producido en su mayoría por el humo de los coches— con el aumento de enfermedades respiratorias, con el crecimiento de los ingresos hospitalarios de los menores o con problemas en el desarrollo pulmonar y cognitivo de los jóvenes. “Los niños son especialmente vulnerables a la contaminación”, explica Julio Díaz, del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). La preocupación por la salud de los más pequeños ha impulsado la Revuelta Escolar, movimiento con el que las familias de más de un centenar de colegios de toda España piden desde 2020 entornos escolares con menos coches.

Los datos de cada colegio, que EL PAÍS publica en exclusiva, son una estimación obtenida gracias a la colaboración con el servicio Lobelia Air, que utiliza un sistema de calidad del aire avalado por el Instituto Metereológico de Países Bajos (KNMI, por sus siglas en holandés) para conocer los valores de contaminación en cada calle. Las mediciones que se suelen utilizar, las oficiales, se basan en los datos recogidos en puntos concretos de la ciudad (24 en Madrid y 11 en Barcelona). Pero este modelo (de dispersión atmosférico, es decir, describe la física de la atmósfera) añade otras variables como el tráfico de cada calle, la densidad de población, las características de las vías o la meteorología para rellenar los vacíos que deja la medición oficial y estimar indicadores para cualquier punto de una ciudad.

Más abajo puede explorar los mapas con el nivel de NO₂ alrededor de los colegios en las dos ciudades, estimado con datos de 2018, año tipo previo a la pandemia. En el caso de Madrid, el 38% de los centros registran una media horaria anual que supera los 40 µg/m3; a las 9 de la mañana, hora habitual de entrada al colegio, lo hacen todos excepto cinco. En Barcelona, el 63% están por encima del límite y solo un 3% se queda por debajo a las 9 de la mañana. En la capital catalana, tanto el Ayuntamiento como el Área Metropolitana publican estimaciones de la calidad del aire en cada calle en sus páginas web, mientras que para Madrid esta es la primera aproximación a un nivel de detalle que permite medir un contaminante en cualquier punto de la ciudad.

Madrid

En el siguiente mapa puede explorar el valor medio anual en período lectivo (de lunes a viernes de los días de clase, de 8 a 18 horas), calculado alrededor de todos los centros de primaria e infantil madrileños de los que se dispone de datos (1.150).


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Desde 2018, la calidad del aire en Madrid tan solo ha vivido una leve mejoría por la reducción del tráfico durante los confinamientos —sobre todo de marzo a mayo de 2020— pero ha vuelto a empeorar con el retorno de los coches, según los datos de las estaciones municipales. El Ayuntamiento de Madrid, al corriente de los datos de Lobelia, subraya que no es el tipo de medición que piden los organismos internacionales: “La normativa establece unos valores que cumplir y unas determinadas condiciones para su medición que, en ningún caso, cumple un estudio de estas características”. Las normas europeas exigen que las estaciones oficiales de medición no superen los 40 µg/m3 de NO₂ de media anual, algo que Madrid lleva incumpliendo desde 2010. En 2021, de hecho, Madrid ha sido la única ciudad española que incumplió los niveles de contaminación marcados por Europa.

Las estimaciones realizadas por Lobelia y EL PAÍS pemiten ir más allá y estimar la contaminación en cada punto de la urbe. Con estos datos, en Madrid hay 12 centros que incluso superan los 50 µg/m3 de media anual. Uno de ellos es el colegio Palacio Valdés, situado en pleno paseo del Prado. “No conocíamos que el problema de polución era tan elevado, porque nadie nos pasa mediciones junto a los centros, pero no nos extraña nada, porque nuestro colegio está junto a diez carriles para coches que pasan a toda velocidad, y tan solo tiene una acera estrecha”, dice Lorena de Vega, de la Asociación de Madres y Padres (AMPA) del centro. “Junto al cole hay una nube gris de humo que se queda todo el día, eso no puede ser bueno para los niños”, añade.

Niños de infantil y primaria entrando a clase entre vehículos en el colegio Sagrado Corazón Padres Capuchinos de Madrid, con la A-42 al fondo. KIKE PARA

El efecto de tener autovías que rozan el colegio se ve claramente en los barrios atravesados por la A-42, que une Madrid con Toledo. Los centros educativos colindantes registran niveles de NO₂ peores a los que están en la misma zona de la ciudad pero más lejos de esa autovía urbana. La A-42 cruza la plaza Elíptica, lugar que mucha gente asocia con altos niveles de contaminación porque allí está situada la estación de medición municipal que registra los peores datos cada año. Sin embargo, al no haber mediciones precisas en cada calle, no todo el mundo es consciente de que todo el recorrido urbano de esa vía tiene niveles de calidad del aire igual de malos.

Es algo que también se traslada a los centros educativos de la zona, como el Colegio Sagrado Corazón Padres Capuchinos, situado en esa misma vía, a menos de un kilómetro de la plaza Elíptica. El aire que respiran sus alumnos está cargado con una media de 49 µg/m3 de NO₂, algo que desconocen las familias, como se comprueba un frío viernes de enero a la hora de entrada a clase. “Me sorprenden estos datos, no me lo esperaba”, dice Manuela Valladolid, que acaba de dejar a sus dos hijos en la puerta de este centro. “Sabía que el colegio San Viator, en la plaza Elíptica, estaba muy contaminado, pero este al estar más abierto no pensaba que tuviera ese problema”, continúa. Maria Vladislavova, madre de otros dos, coincide: “Aquí vemos lo mismo que en Madrid en general: mucho humo”. El colegio —concertado— tiene dos accesos, uno de los cuales da a esta vía que delante del centro tiene 10 carriles (seis de circulación y cuatro de servicio).

En las diferencias de valores entre los colegios de Madrid parece influir su cercanía con las grandes arterias y su posición geográfica. En la almendra central de la ciudad, prácticamente todos los colegios registran valores que superan los 40 µg/m3, el límite legal. “El predominio del tráfico y las emisiones residenciales en el centro del área urbana es típico en la mayoría de las ciudades”, comenta Bas Mijling, investigador del KNMI que ha aplicado este modelo de medición también en urbes como Ámsterdam.

El Consistorio madrileño está estudiando ocho proyectos piloto para reformar el entorno escolar de otros tantos colegios, y está elaborando una Guía de Criterios de Intervención en Entornos Escolares. El Ayuntamiento modificó la zona de bajas emisiones Madrid Central con el nuevo y polémico proyecto de Madrid Distrito Centro, que permite la entrada de más vehículos.

Barcelona

En la capital catalana, las estimaciones de Lobelia y EL PAÍS indican que 51 centros superan los 50 µg/m3 de media anual en el período lectivo. La mayoría se encuentran en el centro, cerca de dos vías con mucho tráfico, la Diagonal y el paseo de Gracia. Aquí están dos estaciones de medición municipales (la de Gracia-Sant Gervasi y la de Eixample) que desde 2010 a 2019 han superado los límites legales. Sin embargo, con la reducción de la movilidad por la pandemia y la entrada en vigor de la zona de bajas emisiones de Barcelona —en enero de 2020—, en los dos últimos años no se ha rebasado estos niveles.

En el siguiente mapa se ve claramente cómo los peores datos se dan en el centro y, sobre todo, cerca de las grandes vías como Meridiana, Gran Vía de las Cortes Catalanas y ronda Litoral, entre otras.

Guille López, portavoz de la plataforma vecinal Eixample Respira —que trabaja para concienciar sobre la calidad del aire en la urbe y ya colaboró con Lobelia en 2019—, considera que estos datos hablan de “un fracaso del modelo de ciudad”: “Allí donde los niños pasan más horas están en unas condiciones ambientales que perjudican su salud. Si un colegio estuviera al lado de una fábrica, actuaríamos de forma urgente, pero como es por culpa del tráfico y lo tenemos normalizado, somos más reticentes a hacer cambios”.

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López tiene dos hijos de seis y ocho años en la Escola Auró, que supera los 50 µg/m3 de NO₂. “Los colegios que están en el Eixample se sitúan en calles que son autopistas urbanas, con tráfico constante y un entorno muy hostil por la enorme cantidad de coches y motos que hay. Además hay muchísimo ruido, en el trayecto al cole ni siquiera puedes hablar con tus hijos, y hay un montón de motos aparcadas en las aceras”.

Un niño cruza por un paso de peatones junto al colegio Urgell, en Barcelona.CRISTÓBAL CASTRO

Otro de los centros con peores datos es el Institut Escola Eixample, donde Rocío González es madre de una alumna de cuatro años: “Estamos entre varias calles con muchísimo tráfico. La gente no entiende los efectos nocivos de la contaminación en la salud de los niños, ni que el ruido significa que disminuyan la atención”. Gracias al impulso de las familias, el Ayuntamiento de Barcelona inició en 2020 un plan para reducir el tráfico en el entorno de las escuelasProtegim les escoles— que ya ha actuado sobre 100 centros y llegará a 150 a final de año, según datos municipales. En estos lugares se reducen carriles de coches y la velocidad de circulación, se amplían las aceras o se crean nuevas zonas de juego.

Una portavoz municipal valora los datos de Lobelia: “La contaminación del aire es un problema de salud pública de primera magnitud que en el caso de Barcelona está estrechamente vinculada al tráfico motorizado”. Por eso, la ciudad ha puesto en marcha medidas como la nueva zona de bajas emisiones y reducciones de tráfico en algunas calles, “poniendo siempre el foco en los entornos más sensibles”, como lo muestra Protegim les escoles.

Otras ciudades europeas tienen programas similares. Londres comenzó a implantar medidas para reducir el número de coches en los entornos escolares en 2018, impulsado por School Streets, una iniciativa popular similar a la Revuelta Escolar, y ya son más de 450 las escuelas londinenses que cortan el tráfico durante el horario de entrada y salida de los centros. Mientras, en París aplican desde 2020 las rues scolaires, un programa municipal para ampliar aceras y reducir el tráfico que ya ha llegado a unos 150 colegios parisinos —60 de ellos el pasado verano— y que se quiere probar también en otras ciudades francesas como Lille o Lyon.

Las 9 de la mañana: el pico de NO₂ en todos los colegios

El dióxido de nitrógeno es el contaminante que más se respira en el entorno urbano. Como señala Xavier Querol, experto en calidad del aire del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “cuando se suman todas las toneladas de emisiones que produce una ciudad, el NO₂ del tráfico representa el 50%. Pero en el caso de una persona a pie de calle en una gran urbe, el 70% de los contaminantes que respira son NO₂ procedente del tráfico rodado que tiene cerca”. Es decir, estar más cerca de los coches supone estar más expuesto a la polución de los tubos de escape.

La presencia del NO₂ tiene un patrón claro a lo largo del día en Madrid y Barcelona, como se ve en la tabla de más abajo: a las 9 de la mañana, hora de entrada en la mayoría de centros, en Madrid solo cinco colegios y escuelas infantiles de los 1.150 analizados se sitúan por debajo de lo los 40 µg/m3 (uno de ellos en el monte de El Pardo). En Barcelona, 18 de 607, casi todos en el norte de la ciudad.

La entrada el colegio es la peor hora, cuando hay más tráfico y cuando la radiación solar y los vientos todavía no han disipado los contaminantes del aire. Pero el hecho de estar dentro no protege de la contaminación de por sí: un estudio de realizado en 2015 en Barcelona concluyó que el 80% de los contaminantes que se respiran en la calle entran en las aulas.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró en 2021 que ese límite de 40 µg/m3 era demasiado peligroso y lanzó la recomendación de no superar los 10 µg/m3 para evitar problemas de salud —si bien el límite legal sigue estando en 40 µg/m3—. Con la información disponible, todos los colegios de Madrid y de Barcelona se situarían por encima de esa recomendación saludable.

Por qué medir en cada calle

Para evaluar si una ciudad supera o no los límites legales se utilizan los datos de las estaciones municipales, pero hay sitios como Londres donde el propio consistorio se preocupa de medir la calidad del aire alrededor de los centros educativos. En Barcelona, el propio Gobierno municipal publica los niveles de los contaminantes en cada calle mientras que en Madrid es algo que reclaman las Ampas.

Aytor Naranjo, de Lobelia, apunta que el equipo técnico del departamento de calidad del aire del Consistorio madrileño conoce estos datos a nivel de calle, dado que ambas entidades han colaborado en cuanto al acceso, divulgación y validación de los mismos, así como en su visualización y experiencia de usuario. Pero, en respuesta a este periódico, el Ayuntamiento cree que “la evaluación de la calidad de aire se debe hacer en toda la ciudad en su conjunto y no es adecuado extraer conclusiones solo a microescala, a nivel de barrio o de distrito”.

Para las asociaciones de madres y padres, sí se trataría de datos útiles: “Alucino con que no haya un control más exhaustivo de la contaminación en los colegios por parte de la administración, es un problema gravísimo”, se queja Mari Carmen Morillas, presidenta de la FAPA Giner de los Ríos, que aglutina a cerca de un millar de asociaciones de familias de alumnos en la región.

Vehículos de la A-42 circulando junto al Colegio Sagrado Corazón Padres Capuchinos, en Madrid. KIKE PARA

Julio Díaz, del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), estableció en un estudio en 2010 que hay una relación directa entre el número de vehículos en Madrid y los ingresos hospitalarios en el Hospital Gregorio Marañón: “Los niños son especialmente vulnerables porque la cantidad de contaminantes que están inhalando por kilo de peso es mayor, porque pesan menos; su sistema inmunológico y las vías para depurar sustancias tóxicas no están suficientemente maduras; además, los metales pesados están a niveles más bajos, y los niños quedan a la altura del tubo de escape e inhalan más”.

Según Manuel Franco, investigador en Salud Urbana y Epidemiología Social de la Universidad de Alcalá, “la salud de los niños en el colegio normalmente se asocia con que hagan deporte o que coman más sano, pero es difícil que tengan salud si respiran aire contaminado en el colegio. Y hoy en día conocemos de sobra los efectos de la polución sobre su desarrollo”. Un estudio de 2018 realizado en Madrid encontró que cuando hay un incremento significativo de la polución ambiental se produce un aumento de la demanda de consultas respiratorias en los centros de salud del centro de la ciudad. Los menores son especialmente sensibles a la mala calidad del aire y se ha demostrado cómo el aumento de dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono y benceno se corresponden con un pico de ingresos hospitalarios entre los más pequeños. Un grupo de investigadores de ISGlobal liderado por Jordi Sunyer demostró en 2017 con otro estudio que los días en que los menores están expuestos a mayores índices de polución reducen su capacidad de atención.

Muchas asociaciones de madres y padres son conscientes de los problemas que implica tener al lado autovías urbanas con coches a toda velocidad y aceras estrechas, y en el último año estos se han visto amplificados por la necesidad de abrir las ventanas y ventilar las aulas por la pandemia: “Los alumnos no pueden concentrarse si hay mucho ruido, y la contaminación afecta a su desarrollo físico y mental. Sorprende que ni el Ayuntamiento ni la Comunidad de Madrid pongan soluciones a este tema”, cuenta la portavoz de la FAPA. El investigador Julio Díaz cita en este sentido un trabajo de 1976 de los científicos Grosver y Rabinovich, quienes mostraron que por encima de 65 decibelios —cifra que se supera en cualquier vía de tráfico intenso— un niño no puede realizar una tarea compleja.

Según Xavier Querol, este ese uno de los grandes retos a los que se enfrentan ahora las administraciones: “Se deberían buscar soluciones como poner filtros HEPA [que evitan la propagación de virus] y de carbono activo para retener el óxido de nitrógeno, el ozono, etc. Aunque eso sería curar y es más urgente prevenir, reduciendo el tráfico cerca de los colegios”. A raíz de la pandemia, el Ministerio de Educación empezó a recomendar el uso de filtros HEPA en las aulas donde no hay buena una ventilación y algunas comunidades autónomas, como Baleares, han empezado a financiarlos para que se instalen en sus colegios.

Algunas familias se están organizando para mostrar su descontento. El movimiento Revuelta Escolar, que nació en Barcelona y se ha extendido a urbes de toda España, lleva a padres, madres y alumnos a protestar el primer viernes de cada mes para pedir entornos escolares seguros, con menos tráfico: “Hay muchos estudios científicos que muestran una relación entre picos de contaminación e ingresos pediátricos, pero a la gente le cuesta ver que les afecta a sus hijos en primera persona”, apunta Yetta Aguado, portavoz del movimiento en Madrid. “Los nuevos datos de EL PAÍS confirman que este problema continúa, así que vamos a seguir protestando para por la salud de nuestros hijos”, avanza. Lo seguirán haciendo durante todo el curso mientras sigan viendo tanto humo desde las aulas.

Nota metodológica

Modelo. El modelo utilizado para calcular los niveles de NO₂ se puede consultar en la revista científica que lo ha publicado, de la Unión Europea de Geociencias. Se ha aplicado dicho modelo solo a la franja de 8 a 18 horas, de lunes a viernes, de septiembre a junio y excluyendo los días festivos. 

Colegios. Los colegios seleccionados son los centros públicos, privados y concertados que incluyen ciclos de primaria e infantil según la base de datos del Ministerio de Educación. En el mapa y en la tabla se reflejan 1.751, es decir todos menos una quincena para los que no hay datos concluyentes. La geolocalización de cada centro se ha realizado con la API de Google Maps.

Alumnos. El número de alumnos en colegios que superan los 40 µg/m3, (más de 190.000), es una estimación a la baja, ya que, en Madrid, no incluye los niños que van a guarderías o centros de educación infantil que incluyen solo esa etapa escolar. La Comunidad de Madrid no reporta información sobre esos centros en su portal de colegios. El número que ofrecemos en el artículo es la suma de todos los alumnos de ciclos de infantil y primaria para los que hay datos. Para el dato de Barcelona, se ha calculado el 63% del total de alumnos de infantil y primaria, único dato disponible ante la falta de desglose por centro. 

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