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Halladas en Asia las momias más antiguas del mundo

Una cultura funeraria ahumaba los cadáveres en posturas contorsionadas hace más de 10.000 años. Varios pueblos actuales siguen rituales similares

Las momias más conocidas son sin duda las egipcias, no solo por la riqueza de los sarcófagos y las refinadas técnicas para preservar los cadáveres, también por la cantidad de textos que describen las creencias respecto a la muerte y la vida en el otro mundo. Ahora, un equipo de arqueólogos cree haber encontrado las momias más antiguas conocidas —el doble de viejas que las egipcias—, en varios lugares del sudeste asiático. En este caso no hay ni un solo texto escrito que permita entender las ideas que había detrás de este tipo de enterramientos en posturas dignas de un contorsionista, pero los investigadores están seguros de que se trataba de una práctica extendida. Curiosamente, algunos pueblos de Asia y Oceanía siguen preservando a sus muertos con técnicas muy similares.

“Nuestro estudio desvela una mezcla única de técnica, tradición, cultura y creencias”, explica a este diario la arqueóloga Hsiao-Chun Hung, primera autora del trabajo. Su equipo, que incluye científicos en Australia, Japón, China, Vietnam y otros países asiáticos, ha identificado más de 50 enterramientos de hace entre 12.000 y 4.000 años en el sur de China, Vietnam e Indonesia que siguen un patrón muy similar: todos los cadáveres fueron enterrados en posturas extremadamente encogidas, en posiciones casi antinaturales, pero sin que presentasen signos de que las articulaciones habían sido rotas o dañadas.

“La postura muy encogida o en cuclillas es un rasgo característico de los enterramientos preneolíticos [antes de la llegada de la agricultura] en Asia oriental, particularmente frecuente en el sur de China y el sudeste asiático”, explica Hun, de la Universidad Nacional de Australia. “A lo largo de los años hemos observado varios centenares de ejemplos, pero siempre hubo algo que resultaba inusual. Hirofumi Matsumura, también autor de este artículo, es un antropólogo físico y anatomista con gran experiencia, y fue el primero en señalar ciertas posiciones de los esqueletos que parecían anatómicamente imposibles. Nos dimos cuenta de que no era correcto clasificarlos simplemente como entierros primarios ordinarios”, añade la científica.

Los investigadores han analizado los restos óseos con dos técnicas de rayos X e infrarrojos. Sus resultados muestran que, aunque muchos huesos no mostraban pruebas visibles, habían sido expuestos al fuego y al humo. El análisis apunta a que los cadáveres fueron ahumados para deshidratar lentamente los cadáveres. Esto explicaría cómo lograban mantener esas posturas sin romper las articulaciones.

Los responsables del trabajo han encontrado pruebas de este tipo de momificaciones en varios países del sudeste asiático, y señalan que hay otros enterramientos similares donde las técnicas son muy parecidas. Creen que están ante una técnica de momificación y enterramiento que fue predominante entre los pueblos de cazadores y recolectores que poblaron Asia por primera vez.

Estas primeras poblaciones estaban estrechamente emparentadas con los primeros miembros de nuestra especie, Homo sapiens, que habían salieron de África hace unos 70.000 años y poblaron Asia y Oceanía por primera vez. Cuando llegó a esta zona la revolución neolítica, estas prácticas funerarias fueron sustituidas por enterramientos más convencionales, con el cuerpo recto y boca arriba, explican los investigadores en su estudio, publicado este lunes en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

“Estas son las momias más antiguas conocidas”, resalta el estudio. Las momias egipcias, por ejemplo, datan de hace unos 4.500 años. En el desierto de Atacama, en Chile, la cultura Chinchorro aprovechó las condiciones de extrema aridez y calor para momificar a niños y adultos a los que se les ponía una máscara mortuoria de barro, hace unos 7.000 años, lo que las convertía hasta ahora en las momias más antiguas conocidas. Aunque las nuevas momias asiáticas no están tan bien preservadas, los científicos resaltan que algunas de ellas tienen más de 10.000 años. En el clima cálido y húmedo del sudeste asiático era imposible preservar cuerpos con las técnicas egipcias o americanas, por lo que se extendió el uso del fuego para deshidratar los restos.

“La momificación con humo fue una práctica probablemente muy extendida”, opina Hun. “Esto nos muestra que los cazadores y recolectores del pasado, en diferentes lugares, tenían el impulso de conservar a sus ancestros para que siguieran teniendo una presencia física, tangible y visible”, añade.

Los investigadores han viajado a Papúa y Nueva Guinea para estudiar momias actuales muy parecidas. La tribu Dani, por ejemplo, contorsiona los cadáveres justo después de la muerte y los ahúma lentamente en un proceso que puede llevar varios meses. Las momias en este caso se conservan en una habitación especial de la casa y se sacan en celebraciones especiales. Los Anga, también en Papúa Nueva Guinea, tienen prácticas casi idénticas. Para ellos, explican los investigadores, el espíritu de los fallecidos se mueve libremente durante el día y por la noche vuelve a descansar a su cuerpo momificado.

“Las similitudes son evidentes en la posición de enterramiento hiperflexionada, y estos antiguos cazadores-recolectores también muestran vínculos físicos con las poblaciones indígenas de las Tierras Altas de Nueva Guinea y de Australia a través de sus características craneofaciales y afinidades genómicas”, explica Hun. “Esta práctica probablemente estuvo sustentada por fuertes creencias espirituales. Solo una fe profunda y el amor hacia quienes habían fallecido podían proporcionar la motivación necesaria para llevarla a cabo. Sin embargo, resulta difícil encontrar evidencia clara de los detalles a través de la arqueología. Por el momento, podemos considerar de manera tentativa los registros etnográficos y las sociedades contemporáneas que muestran prácticas similares”, añade.

“Nos estamos dando cuenta de que la momificación es mucho más antigua de lo que pensábamos”, resalta Edgard Camarós, arqueólogo de la Universidad de Santiago de Compostela que no ha participado en el estudio. El especialista destaca otros casos similares conocidos. Por ejemplo, en el valle de Sado, en Portugal, se han encontrado recientemente varios enterramientos de hace unos 8.000 años en los que los restos también mostraban signos de momificación con fuego. El propio Camarós está analizando en su laboratorio otro caso: una de las momias del fuego de Kabayan, otra cultura de momificación similar de hace 8.000 años localizada en el norte de Filipinas. Hasta ahora, apunta Camarós, era difícil investigar este tipo de prácticas, dado que los restos óseos están mucho peor conservados que en Egipto, por ejemplo. “En estos casos no te encuentras la momia en sí, sino las sombras de una momificación pasada que, a través de un análisis muy completo y exquisito, como es el caso, permite interpretar que la momificación era una práctica habitual en las sociedades prehistóricas, al contrario de lo que pensábamos hasta ahora. Aunque la interpretación que hacen es discutible, pues hay otras prácticas funerarias que podrían provocar los mismos resultados, me parece un trabajo convincente”, destaca.

La bioarqueóloga Rita Peyroteo Stjerna, de la Universidad de Upsala, en Suecia, es una de las especialistas que analizó la posible momificación del valle de Sado. La experta cree que este estudio “hace una contribución importante al usar dos técnicas de análisis avanzadas, la difracción de rayos X y la espectrofotometría de transformada de Fourier, para ampliar el conocimiento sobre prácticas mortuorias en la prehistoria”. Sin embargo, la científica cree que quedan cabos sueltos, como que esas técnicas no se han usado en los cadáveres momificados actuales para sostener algunas de las conclusiones del estudio y que algunas de las dataciones no son tan consistentes como deberían, añade.

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