“Conseguiremos que este virus sea historia antes del verano”
El científico español Juan Fueyo, autor del libro ‘Viral’, advierte del peligro de que la próxima pandemia tenga las propiedades de la viruela o de la polio
En el perfil de Twitter del científico y escritor español Juan Fueyo hay una frase que resume muy bien la esencia de su último libro, Viral: “No hay ciencias y letras. La arquitectura del universo son átomos y cuentos, física e ideas, fuegos y artificios, hechos y metáforas”. Desde su casa en Houston, Estados Unidos, Fueyo afirma que en su nuevo libro, publicado por Ediciones B, confluyen el origen científico de l...
En el perfil de Twitter del científico y escritor español Juan Fueyo hay una frase que resume muy bien la esencia de su último libro, Viral: “No hay ciencias y letras. La arquitectura del universo son átomos y cuentos, física e ideas, fuegos y artificios, hechos y metáforas”. Desde su casa en Houston, Estados Unidos, Fueyo afirma que en su nuevo libro, publicado por Ediciones B, confluyen el origen científico de los virus con el Decamerón de Boccaccio, con La peste de Albert Camus o con El último hombre de Mary Shelley. “En el libro se cuenta la historia de los virus y su relación con la humanidad a través del diálogo entre la ciencia, la filosofía, la literatura, la biología, la arqueología, la historia y la astrofísica”, dice Fueyo.
El investigador, que lleva 27 años buscando un tratamiento contra el cáncer en el cerebro, explica cómo la globalización ha cambiado las relaciones de los virus con los seres humanos, insiste en que es necesario que la Unión Europea cree un comité de pandemias y vaticina que este verano volverá la normalidad gracias a la vacuna: “Espero que en agosto podamos viajar, volver al trabajo, abrazar a los amigos y comernos un bocadillo de calamares ahí en ese bar de la plaza Mayor de Madrid, que siempre está muy lleno”.
Pregunta. En el libro usted se autodefine como “un obrero en la lucha contra el cáncer”, ¿en qué consiste su trabajo?
Respuesta. Nací en Oviedo, Asturias, en 1957. Estudié medicina e hice la residencia de neurología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí comencé a hacer investigación, pero hace 27 años mi mujer y yo nos fuimos a trabajar al centro oncológico M.D. Anderson de Houston, Estados Unidos. Desde ese momento nos dedicamos a buscar tratamientos contra el cáncer. Eso nos ha llevado a aprender otras disciplinas como virología e inmunología. En los últimos años hemos hecho un esfuerzo tremendo para desarrollar virus que destruyan las células malignas de los tumores cerebrales.
P. ¿Por qué un científico decide escribir un libro sobre los virus en medio de la pandemia?, ¿cómo fue el proceso de creación?
R. Toni Morrison, la afroamericana premio Nobel de literatura, decía: “Si hay un libro que te gustaría leer y no está escrito, siéntate y escríbelo tú”. Eso fue lo que hice. Durante la pandemia estuve obligado a pensar en los virus, aparecían por todas partes, en las noticias, en las conversaciones con los amigos, en el ambiente. Mi agente literaria me llamó y me dijo: “No paran de pedirme libros de ciencia”. Le respondí que no podía escribir nada en ese momento, pero estaba viendo por enésima vez la serie Cosmos, de Carl Sagan, y ahí se me ocurrió la idea del libro. Sagan se imagina una nave espacial que recorre la historia del hombre y del universo, y pensé sustituir la nave por un virus y estirar el argumento para contar la historia de los virus y su relación con la humanidad a través del diálogo entre la ciencia, la filosofía, la literatura, la biología, la arqueología, la historia y la astrofísica.
P. En las primeras páginas del libro usted escribe que “el virus nos acecha desde la mortal oscuridad de la ignorancia”, ¿es la ciencia la herramienta para iluminar esa oscuridad?
R. Yo creo que sí. En latín, virus significa veneno y ciencia significa conocimiento. La ciencia es la única que nos puede salvar de esta pandemia y de las que vendrán. Pero aún nos hace falta conocer mucho sobre los virus. De hecho, conocemos muy poco sobre su naturaleza y su funcionamiento. No nos hemos dado cuenta, por ejemplo, de cuantos virus tenemos en nuestro cuerpo o de cuantos virus están en la atmósfera o en los animales salvajes de la jungla. La gran mayoría de estos virus no están catalogados, no sabemos nada sobre ellos. Esa es la oscuridad de la ignorancia a la que me refiero. Hasta que no controlemos toda esa información no podremos atajar las enfermedades relacionadas.
P. En el libro explica que esa ignorancia se debe a que a los virus los conocemos hace muy poco, a diferencia de las estrellas o de los átomos, que se estudian desde la antigüedad, ¿cómo se explica ese vacío en la historia de la ciencia?
R. En la biblioteca de Alejandría ya había papiros sobre el espacio, sobre la circunferencia de la tierra, incluso ya habían visto la galaxia Andrómeda. Los virus, en cambio, aparecen con la idea de Louis Pasteur de que hay gérmenes más pequeños que las bacterias que producen enfermedades, pero solo se comprobó su existencia con la aparición del microscopio electrónico, en la mitad del siglo XX. Los virus habitan ese microcosmos del que sabemos mucho menos que del macrocosmos del espacio. La invisibilidad impidió que Aristóteles filosofara sobre los virus.
P. Usted asegura que el macrocosmos del espacio y el microcosmos de los virus son un desafío para la ciencia porque nos obligan a transformar nuestra forma tradicional de entender el mundo...
R. Sí. La ciencia aún no se pone de acuerdo en sí los virus están vivos o están muertos. La lógica que aplicamos en la vida común y corriente no nos sirve para identificar un virus. Nosotros creemos que para que algo esté vivo se requiere que sea capaz de reproducirse por sí mismo, los virus son incapaces de hacer esto y sin embargo, cuando infectan una célula, se replican con una facilidad enorme. De alguna manera el virus está siempre vivo y muerto al mismo tiempo. Todavía tenemos el desafío de la lógica para estudiar la virología. Podemos nombrar estos comportamientos, pero nuestro cerebro no los termina de entender.
P. ¿Esa ausencia de lógica de los virus puede haber sido la responsable de que esta pandemia sea tan difícil de controlar?
R. La pandemia ha puesto de manifiesto la paradoja del mal que representa la globalización. Nadie pudo predecir que apenas un virus aparece se esparce por todo el planeta. Aceptar y entender esa idea, en principio ilógica, es necesario para prevenir las siguientes pandemias. Que haya una gallina infectada por un virus en Tailandia es muy grave para los ciudadanos de Madrid. Esa es la globalización: en seis horas podemos viajar de Madrid a Nueva York, pero a esa misma velocidad se puede transmitir un virus mortal.
La pandemia ha puesto de manifiesto la paradoja del mal que representa la globalización
P. A lo largo del libro usted sostiene que nuestra generación puede sufrir el “apocalipsis por culpa de un virus”, ¿Por qué?
R. Yo creo que con la gripe de 1918 se infectaron 500 millones de personas, si calculas la población que había entonces, con el crecimiento que hay ahora, es fácil llegar a la conclusión de que 3.000 o 4.000 millones de personas se pueden infectar por un virus mortal en las próximas décadas. Ya veremos qué termina de pasar con el coronavirus. En medio de todo hemos tenido suerte porque mucha gente pasa la enfermedad sin problemas y el porcentaje de mortalidad es muy bajo. Imagínate que la siguiente pandemia tuviera las propiedades de la viruela, que se cebaba con los niños, o de la polio, que dejaba a los sobrevivientes con problemas de invalidez. Si te empiezas a imaginar eso puedes llegar a la conclusión de que habrá un apocalipsis y hay que anunciarlo para que la gente sea precavida y tome las decisiones adecuadas.
P. ¿Cuál es el mensaje para los Gobiernos?
R. En la Unión Europea tiene que haber un comité de pandemias, regulado por agencias internacionales más amplias como la OMS. Bill Gates está pidiendo desde hace tiempo que se haga lo mismo con las posibles pandemias que con los posibles ataques militares. Igual que hay que pensar qué hacer si Corea del Norte amenaza con una bomba atómica, habría que pensar qué hacer si un virus se dispara Pakistán o en Alemania. Tenemos que saber cómo comportarnos si aparece un virus nuevo.
P. ¿Qué hacer para prevenir las próximas pandemias?
R. Las medidas que se han tomado para controlar el coronavirus, como la distancia social, el confinamiento, la mascarilla, el lavado de manos han funcionado tan bien que, por ejemplo, en Australia han tenido la temporada de gripe más suave de la historia. Por eso creo que lo que hemos aprendido de este virus se puede aplicar a cualquier otro que se transmita por vía respiratoria.
Imagínate que la siguiente pandemia tuviera las propiedades de la viruela, que se cebaba con los niños, o de la polio, que dejaba a los sobrevivientes con problemas de invalidez
P. En el libro se habla de la relación entre el cambio climático y la aparición de nuevos virus, ¿cuál es la responsabilidad del ser humano?
R. El cambio climático y la deforestación provocan zonas más desiertas que hacen que los animales se acerquen a las ciudades, interactúen más con los humanos y generen enfermedades. Cada vez las personas están más expuestas a virus salvajes. Esa interacción no natural entre el hombre y el animal es un canal de comunicación extraordinario para el salto de nuevos virus. El cambio climático y la degradación de los suelos están favoreciendo este fenómeno. Individuos como Bolsonaro, que atacan directamente la selva, pueden ser los responsables de una próxima pandemia.
P. ¿Qué cree que va a pasar con el coronavirus en los próximos meses?
R. Ahora mismo el virus está ganando una batalla y creo que la cosa irá a peor durante estas semanas que vienen. Pero estoy convencido de que cuando aumente el porcentaje de gente vacunada la pandemia va a disminuir. Creo que conseguiremos que este virus sea historia antes del verano. Tenemos que recuperar la normalidad en agosto, y no una nueva normalidad sino la normalidad que ya conocemos, sobre todo en la vida social.
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