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Los 10 lugares favoritos de Álvaro Viguera: “Sueño con que Avenida Matta sea como la calle Corrientes de Argentina”

El actor y director teatral habla de su trabajo en el Bar El Bajo, el local que co-fundó en el GAM, de sus caminatas solitarias por Santiago y de las apuestas de pequeño en el Club Hípico

Antonia Laborde

Calle Agustinas. Es una calle muy bonita que sirve para hablar de ese eje que arranca en Quinta Normal, pasa por Matucana 100, el Museo de la Memoria, el centro cultural Nave y que termina en el Cerro Santa Lucía. Desde chico me gustó mucho, me parecía otro mundo, todavía quedaba ese romanticismo del centro del cronista Joaquín Edwards Bello, de su novela La chica del crillón. Había distintos oficios muy genuinos. Ahora hay que sacarse de la cabeza que el centro es tan malo como dicen, aunque obviamente está deteriorado. He caminado esa calle en distintos momentos de mi vida, donde siempre puede pasar algo. Me gusta mucho caminar solo. No sé si uno puede recorrer la ciudad con alguien, es como un ejercicio solitario.

Casa Amarilla. Era un lugar alternativo detrás de la Estación Mapocho y tengo unos recuerdos increíbles. Ahí vi la obra El desquite, dirigida por Andrés Pérez, uno de los mejores directores que ha tenido Chile. Es muy interesante en la historia del teatro cuando se abren lugares que se ponen como de moda, medio clandestinos y sabes que no van a durar un momento. La Casa Amarilla fue eso cuando yo estaba en el colegio. Siempre me gustó el teatro, leía mucho teatro, veía muchas obras solo. Ahora mi hijo mayor, de 21, tiene un listado con todas las obras que ha visto y ya lleva como 400. (Plaza de la Cultura).

Bar El Bajo. Soy uno de los fundadores de este proyecto. Justo después del estallido de octubre de 2019 me llegó la invitación para hacerme cargo de la programación, con la idea de hacer un bar cultural, un perfil que no existe mucho en Chile. Me maté de miedo. Era en la zona cero, en una época en que el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) se quemaba. Pero si resultaba, era un bonito proyecto, así que dije que sí. Me metí, después vino la pandemia, pero lo logramos y hoy tiene dos tocatas a la semana gratis, mucho jazz, lanzamientos de libros, conferencias y festivales de poesía. Tiene un escenario muy bonito dentro, con camarines; los artistas son importantes para nosotros. Tenemos un público horizontal que me encanta. Me gusta que un martes a las 12 de la noche haya música en vivo y te puedas comer un sandwich. (Alameda 227)

Teatro del Puente. En 2001 hice una tesis práctica en vez de una investigación en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Hice un monólogo a partir de Novecento, de Alessandro Baricco, donde actuaba y dirigía, con música en vivo. Lo mostré en el Teatro del Puente, fue muy significativo. Después estrené otras obras ahí, vinieron más cosas, pero ese momento me marcó para siempre. Además, me parece admirable lo que hacen, siempre le están dando visibilidad a las propuestas jóvenes, y el que sea un teatro sobre un puente lo hace único. Queda muy cerca del barrio Bellas Artes-Lastarria que para mí es el lugar más interesante de Santiago a nivel arquitectónico. Y está vivo. (Río Mapocho, entre puentes Pío Nono y Purísima).

Restaurante Normandie. Me fascina la cuadra en la que está, que es cortita. Siempre ha estado eso de que vas al Teatro Nescafé y cuando sales, ir al Normandie. Yo no lo dudo. Tiene un bar como europeo, es acogedor, con comida rica y a buenos precios. Logra armar un ambiente de glamour sobrio. Antonia (Santa María, su pareja, actriz) ha trabajado mucho más que yo en el Teatro Nescafé y después vamos al restaurante. Ellos saben que vienes de una función, y te encuentras con músicos, actores. He tenido buenas conversaciones ahí y lo bueno es que no te están echando. (Av. Providencia 1234).

Mercado Urbano Tobalaba. Vivo cerca y creo que les quedó bueno. Salgo de paseo en bicicleta con los niños y llegamos ahí a un cafecito. Es distinto a un centro comercial, que me cargan. Tiene mercado, vas a comprar un regalo y sales también con un queso. O voy a ver los conciertos de la banda de Elisa Zulueta para niños o a un restaurante con terraza abierta. Está bien ubicado, creo que la gente se enfrenta a un mercado urbano, algo que no estaba tan desarrollado en Chile. Al centro comercial uno va a comprar, pero este espacio no te obliga a eso. (Av. Apoquindo 2730).

Avenida Matta. Yo le tengo fe a la avenida Matta. Es una avenida de unos tres kilómetros, cruza varias calles importantes, con su bandejón central, y llega al Parque O’Higgins. Para mi siempre ha sido una avenida con potencial, amplia, que Santiago no se caracteriza por tenerlas. Tiene un sincretismo: un colegio, una iglesia, una tienda de sillones, una disco, una sinagoga. Un pastiche muy interesante. Siempre pensé que podría haber sido como la Avenida Corrientes de Argentina, un polo lleno de teatros, pero cuesta mucho, está desaprovechada. Todavía sueño que puede ser una avenida como Corrientes.

Club Hípico. Me encantan los lugares que usan espacio en la ciudad. Cuando era chico, mi abuelo materno tenían caballos y me llevaban a mí y a mi hermano mayor. Llegábamos en la mañana y salíamos por la tarde. Como a los 10 años aposté 200 pesos en una quiniela y gané 20.000. No lo podía creer. Lo que más recuerdo es la sensación de ver los últimos 200 metros de la carrera, con los caballos cerca galopando a gran velocidad. Después te podías sacar foto con los ganadores. (Av. Blanco Encalada 2540).

Parque Juan XXIII. Crecí cerca de ahí, en Ñuñoa, en la casa de mis abuelos, donde viví hasta los 15 años. El parque es muy bonito, con sus esculturas de tortugas y elefantes. Pero lo que más me gusta es el anfiteatro, que son tan bonitos y hay tan poquitos. Me acuerdo que vi buenas obras ahí cuando paseaba solo, como la Consagración de la pobreza, de Alfonso Alcalde, dirigida por Andrés Pérez. Los anfiteatros griegos tienen eso de mezclar la ceremonia con lo público. Hay una perfección en esa arquitectura para el ritual teatral. (Pje. Juan Moya Morales).

Torres EMPART. Después de separarme de la madre de mi primer hijo me fui a este edificio en Carlos Antúnez con Providencia con un muy amigo mío. Fue una etapa difícil económicamente. Era el 2005 y yo estaba tratando de hacer mis obras, de vivir de la actuación. Siempre he trabajado, pero en mi caso eso no significa que gane plata (risas). Era un duplex en la que entraba y salía gente. Se quedaban a dormir, otros se quedaban encerrados en el baño. El edificio tiene un parque muy bonito y, cuando vivía ahí, estaban unas piletas abandonadas que ahora las rescataron tras 40 años secas. (Av. Providencia con Av. Carlos Antúnez).

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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