El ‘baby red set’: guía para comprender, criticar o amar a la joven élite gobernante chilena
34 años después su icónico reportaje de 1990 ‘¿Qué es el red set?’, sobre la nueva izquierda que comenzaba a gobernar Chile tras la dictadura, la periodista Ximena Torres Cautivo perfila a sus vástagos: la generación Boric
–Las mujeres son todas feministas, militantes duras de esa religión. Los hombres estamos convencidos de que la igualdad de género es justa, pero hay una cuestión heterocultural atávica que nos puede traicionar en cualquier momento. Hay que estar pendiente y no tropezar, para que no te funen [te cancelen]. Todos somos sospechosos. Si te equivocas, viene la expulsión del paraíso: chao, quedas out. Dejas de ser parte de la élite.
De la élite del progresismo gobernante chilena, liderada por el presidente Gabriel Boric.
Del baby red set, que llegó al poder desde la universidad, donde alborotó las aguas con la firme decisión de matar al padre. Con progenitores concertacionistas [la alianza de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010] o conservadores de derecha o emprendedores sin más doctrina que la ambición. Porque esta joven élite se formó en democracia y en prosperidad, aunque a ratos parece que desearían haber nacido pobres.
Eso y el feminismo son claves definitorias de esta tercera derivada de la izquierda chilena, que prefiere llamarse progresista.
La izquierda nació popular, pero sus líderes han evolucionado con los cambios de época. En el Chile de los 60 y 70 surgió la izquierda wiskera o whiskierda o parrillera, en la que los más maliciosos incluyeron a Salvador Allende (ícono nostálgico actual de quienes, curiosamente, nunca lo conocieron). En Francia emergió la gauche caviar o gauche champagne, y en Estados Unidos la izquierda exquisita, radical chic, como la mentó Tom Wolfe. En ella destacó el maestro Leonard Bernstein, que recibía en su penthouse de Manhattan a “los panteras negras”, lo que le generaba una disyuntiva ética y estética: ¿de qué color debían ser los mozos?
A fines de los 80 y en los 90, los chilenos retornados del exilio de la dictadura de Pinochet–izquierdistas puros y también whiskeros o parrilleros o whatever– venían de vuelta. Literalmente. Con menos pelo en la cabeza, pero más pelo en los hábitos [más nivel].
En Europa y Estados Unidos, los exiliados con más suerte se sofisticaron. Abandonaron el antiguo afán mesiánico que los ponía al margen de los gustos terrenos y se reconocían más cosmopolitas. Sabían de vinos, amaban el queso al postre y viajar en primera. Leían en inglés y francés antes que en español, preferían a los ex Mapu con dos nombres que a los tristes comunistas, y no les incomodaba integrar lo que por esos años llamamos el red set.
Nada hacía presagiar que, al cabo de tres décadas, serían sus vástagos quienes instalarían la tremebunda frase “no son 30 pesos, son 30 años”, movilizando a las desalentadas huestes jóvenes de la periferia, engrosadas por el lumpen y las barras bravas, a barrer con lo poco y nada (o lo poco y mucho, según el cristal con que se mire) que había conseguido la Concertación. Con esa divisa, alentaron el salto de todos los torniquetes del metro en octubre de 2019. Y entraron a La Moneda. Sus detractores los llaman “octubristas”. Y aquí los tenemos: el baby red set. Presente y siempre sorprendente, pero poco perfilado.
‘FOMO’ y ‘OnlyFans’
“El ethos frenteamplista soy yo”, afirma, previo compromiso de anonimato, un periodista formado en la Universidad de Chile. Tiene 38, igual que el presidente Gabriel Boric. En términos etarios, el baby red set está constituido por gente de entre 32 y 42 años. “Las mujeres son de temer. Los hombres, a la primera desubicada del tipo Morandé con Compañía [un programa de televisión chileno], saben que viene cancelación segura. Eso los asusta y los vuelve suaves”.
Lo confirma un intelectual boomer que tampoco revela su identidad, pero es cercano al grupo. “A veces me invitan a sus reuniones; sé que me encuentran eterno”. Y ratifica: “Los hombres se han vuelto mucho más femeninos. En síntesis: ellos son más suaves y ellas, más masculinas. Se han acercado los modos, las maneras”.
Un columnista mayor conoce al baby red set de cerca: la hija de su ex pareja es ex pareja de un líder del grupo.
Por WhatsApp nos mandó dos listados: el de sus virtudes y el de sus defectos. Acá, lo bueno:
· Creen en un “fluido”, donde los apetitos pueden manifestarse libremente. Qué envidia.
· Son generosos con su tiempo y sus saberes.
· Los viejos podemos usarlos de lazarillos en el áspero mundo de las tecnologías.
· Aperran como locos [emprenden tareas difíciles]; son padres testimoniales. Y no reciben crítica alguna en ese espacio.
· Todo lo que tenga relación con moverse, con avanzar, los emociona. Desde el tren rápido a Talca hasta los zapatos marca Bestia (se compran en el Drugstore, en la comuna de Providencia).
· ¡Cocinan! Y varios de ellos lo hacen fantástico.
· Su fantasía máxima es que desaparezca toda diferencia de género.
· Viven un estado de ensoñación donde los trenes son vitales.
· No son consumistas como lo fuimos nosotros.
Lo malo:
· Padecen FOMO (fear of missing out). El miedo a perderse algo es una obsesión muy enquistada y una fuente de ansiedad. Así, viven pendientes de las redes sociales y meten la pata en ellas.
· Son integristas y pontificadores, muy poco liberales. Si no concuerdas con ellos, te castigan.
· Vienen revolcados de la peor de sus derrotas: el lenguaje inclusivo, que se desinfló post fracaso del primer intento constitucional en 2022.
· Son malos perdedores, pero se rinden haciendo propios los argumentos del adversario.
· Creen que la autocrítica borra los pecados. La usan con una hipocresía irritante.
· Muchos han desarrollado una soberbia centrada en el buenismo.
· Son hijos de una cultura de la visualidad que ha cambiado hasta las raíces táctiles de la sexualidad. OnlyFans aparece como una opción legítima para muchos de ellos.
· “¿Qué dijiste?”. Alguien los convenció de que había un manual de corrección y que ellos lo controlan.
· Pero, enfrentados a una provocación como “Allende fue un sujeto narcisista y desastroso”, retroceden sin problemas.
· Son súper picados [rabiosos al perder]. Como siempre les ha ido bien, cuando algo sale mal, sufren… y se pican.
De La terraza a La isla
Sin entrar en el enjambre de agrupaciones, subgrupos, infragrupos político-estudiantiles donde esta élite se fraguó, los actuales liderazgos tienen dos vertientes principales. Por un lado, los movimientos autonomistas surgidos en Derecho de la Universidad de Chile, de donde proviene Boric. Y los que se generan a partir de la creación de Nueva Acción Universitaria (NAU) en la Católica, encarnados en Giorgio Jackson, el ángel caído, de pelo ídem y aspecto cada vez más similar a Walter White. También son parte de esta facción Miguel Crispi y Joaquín Walker. Acá hay más diversidad de carreras y saberes. Y paso por instituciones como Techo (“Tetcho”, le dicen), que los vinculó a los desamparados y vulnerables, a esos que quieren redimir.
“En general, todos provienen de la élite económica y social. Por eso, en los tiempos universitarios, tenían una clara inclinación al abajismo. A nadie le gustaba que se supiera dónde vivía, qué hacían sus papás, dónde veraneaba. Todos trataban de pasar por pobres. Hoy ya todos han cachado [entendido] que son élite. Ganan en promedio cinco palos al mes [unos 5.300 dólares] y muchos harto más que eso, así es que no se pueden seguir engañando: no, no son del mundo popular”, dice uno que sabe (36).
Un representante claro del asunto es el actual ministro de Economía, Nicolás Grau (40), ingeniero comercial de la Universidad de Chile, doctor en Economía de la Universidad de Pennsylvania. Hijo de la ex ministra de Michelle Bachelet, Paulina Veloso. En 2018, tenía 35. Ya se decía que era “el cerebro económico del frenteamplismo”. Desde entonces, José Antonio Kast le recuerda cada vez que puede cómo, para el centenario de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, FECH, y siendo su presidente, se echó [gastó] 120 millones de pesos [unos 130.000 dólares] en la organización de un recital universitario, con Charly García y Vicentico, por un mal cálculo. Fracaso económico rotundo.
Como profesor en la Facultad de Economía de la Chile, nos dijo por esos años: “Mi sueldo de profesor es un exceso y me da vergüenza el monto [poco más de tres millones o 3.200 dólares]. ¿Por qué un profesor universitario gana tanto más que alguien que le cambia los pañales a un adulto mayor?”. Y detalló sus haberes de entonces y mucho de su estilo de siempre, uno que es común a la élite gobernante:
“Mi lujo es mi casa, que estoy pagando a 25 años. Queda en Manuel Montt con Irarrázaval, barrio de clase media, que por la gentrificación de Ñuñoa, ya no es tan barato. No podría vivir en el sector oriente [la zona de Santiago donde vive la clase acomodada]. Me vengo en micro cuando está el clima bueno; en invierno, uso mi auto, un sedán Swift, muy normal, porque paso a dejar a mi hija al jardín. No tomo whisky”.
Volviendo al tema de las clases sociales, un joven sociólogo clasifica: “Están los cuicos [pijos], mal que les pese, que se han instalado en Ñuñoa, Parque Forestal, algunos sectores de Providencia, La Reina; los ñuñoínos auténticos, de esos soy yo, nos reconocemos igual que los perros: moviendo la cola; y los populares que sirven a la causa. Antes se decía que los ñuñoínos no éramos cuicos, pero lo somos. Una élite social de una rama distinta: segunda generación universitaria de la familia, nada que ver con la aristocracia tradicional ni los empresarios. Los cuicos abajistas son los Grau, los Ibáñez, los Crispi, los Winter Etcheberry, los Vela Grau, los Vodanovic, los Jackson… Es cosa de fijarse en los apellidos. Al presidente Boric lo salva su condición de provinciano. Eso lo hace como más genuino”.
Rafael Gumucio (54), escritor y periodista, aludió en parte a esto: “Boric y Winter son políticos clásicos. En 1990, habrían sido PPD; en 1970, del MAPU; demócratacristianos en 1965; y radicales en 1920″. O sea, la élite de siempre.
Esta élite comparte gustos y estéticas, más generacionales que sociales, como la preferencia por Ñuñoa [barrio tradicional del sector oriente de Santiago con el que se bromea por lo hipster] y barrios asociados a la clase media, que ellos gentrifican, encareciéndolos estratosféricamente. Hoy cualquiera sabe que el metro cuadrado en sectores de Ñuñoa es más caro que el de edificios y condominios de La Dehesa.
“Nada que quede en La Dehesa o Vitacura sirve para que ellos vivan, porque esos son los barrios del poder. Aunque muchos se hayan criado ahí, se sienten nuñoínos por esencia. En el barrio Yungay no vive ni uno. Salvo uno, claro” [en alusión al Boric].
Un periodista (37), amigo del presidente, menciona sus lugares de encuentro:
-Antes de ser Gobierno iban a La Terraza, a una cuadra de la Plaza Italia, por Vicuña Mackenna, una típica fuente soda. Hoy puedes encontrar un variopinto enjambre frenteamplista en La isla, que está al lado del Passapoga, ahí en las Torres de Tajamar. El dueño es de uno de los editores de Planeta y en las tardes puedes ver a gente como Miguel Crispi.
Otros son La Factoría en el barrio Franklin; locales clásicos ñuñoínos, como Las Lanzas, y del barrio Italia, donde destaca uno que semeja una fuente de soda de barrio popular, estilo que les chifla.
El papá historiador (82) de un miembro de la élite, confidencia: “Son cabros [muchachos] aclanados, amigos de sus amigos, buenos para celebrar en sus casas, en torno a la parrilla, escuchando ritmos medio tropicales. Son de gustos re-sencillos”.
Lo woke
¿Qué leen, cuáles son sus filósofos, sus gurús, sus referentes intelectuales?
El entrevistado boomer, pero amigo, afirma: “Son re-poco leídos. Eso es así. Se han formado en otras órbitas: videojuegos, series, la web. Giorgio, por ejemplo, jamás ha sido ajedrecista de tablero. Dice que juega ajedrez, pero lo hace en la pantalla. Boric se sale del molde de la falta de lectura generalizada, porque de verdad le interesa la poesía”.
-¿No sufre una suerte de arribismo intelectual?
-No. Es inmaduro, pero honesto. Es curioso, no denso. Bondadoso también. Se acerca a la ingenuidad. Más que arribista intelectual, es un tipo ansioso por saber más de lo que sabe, porque lo que sí sabe es que sabe re poco.
-¿Cómo se explica la admiración por Allende?
-Eso es enredado. Aunque es de gran relevancia para ellos, tienen poco conocimiento profundo de él. Hay muchos más allendistas genuinos en la generación concertacionista que en ésta. Boric desprecia a los regímenes de Venezuela y a Nicaragua. Y si no pela a Cuba [habla mal de Cuba], es para no pelearse con el PC.
El periodista frenteamplista sostiene que el afán de Boric de parecerse a Allende –los anteojos de grueso marco oscuro, los abrigos de paño, los brazos tras la espalda, el caminar rígido con el pecho levantado– es puro cosplay. “Disfraz, juego, cultura pop”. Pantomima escénica, como la foto sentado en el suelo de una librería madrileña.
Entre los referentes teóricos se mencionan a la filósofa belga Chantal Mouffe (80) y a su pareja y coautor de Hegemonía y Estrategia Socialista, el argentino Ernesto Laclau (78). Ambos son los padres del posmarxismo y están detrás de movimientos populistas de izquierda, como el Podemos español del que nuestro baby red set se siente afín, o La France Insoumise. Por el lado económico, la gran luz es la italiana-estadounidense Mariana Mazzucato (55). Es directora del Instituto para Innovación y Propósito Público en el University College London (UCL), donde algunos han hecho posgrados, como el economista Rodrigo Echecopar, ex presidente del partido Revolución Democrática, que hoy trabaja en La Moneda.
En franca declinación está el influjo que tuvieron el sociólogo Carlos Ruiz (59), organizador de referentes como la SurDA, la Izquierda Autónoma y el mismo Frente Amplio. Y el abogado y académico Fernando Atria (55). Al primero terminó de perderlo el episodio de violencia de género en que se vio envuelto el año pasado. Aunque la agredida se desistió de las acciones legales, a la élite no le quedó otra que fletarlo del paraíso [echarlo a volar]. A Atria lo liquidó el fracaso constitucional.
Todas estas inspiraciones, pasadas o actuales, se entroncan con la irrupción de lo woke en los campus universitarios del mundo.
Eso anduvo explicando la gringa Susan Neiman hace un par de semanas en Santiago. Red set pura, es autora de La izquierda no es woke, un ensayo que describe certeramente por dónde podría estar haciendo agua el baby red set. La intelectual hace un esfuerzo por conservar los muebles del socialismo bien inspirado, el que cree en el bien común, en los valores universales, y no en una tracalada de causas, que van desde el animalismo al LGBTB+todaslasletrasquequierasagregar.
¿Los errores principales y más evidentes?
Convertir a las víctimas en héroes y el tribalismo. Así lo explica en su libro: “La Biblia nos advierte una y otra vez de lo que ocurre cuando la gente se une en torno a identidades tribales: las envidias, los conflictos y la guerra suelen ser las consecuencias más habituales. El tribalismo describe la ruptura civil que se produce cuando las personas, de cualquier tipo, pensamos que la diferencia humana fundamental es la que existe entre nuestro tipo y el de todos los demás. El tribalismo resulta todavía más paradójico hoy, dado que sabemos que la idea de raza fue creada por los racistas”.
Boquitas pintadas
Una ex ministra de Bachelet se entusiasma interpretando el indeleble sello de las boquitas pintadas de destacadas figuras del régimen. Bocas delineadas con el rojo pasión de un rouge [pintalabios] de larga duración que no sabemos dónde compran y por qué usan con tanta fruición.
Le parece un detalle lleno de simbolismo. “Las Camilas, las Karol, nos están diciendo: me pinto por mí misma, no para seducirte a ti, y ando así de la mañana a la noche, de las 8.00 a las 24.00 horas. Soy dueña de mi boca, de mis dichos. Me creo la muerte, soy pesadita y qué”.
Un escritor cercano al lote también disfruta al comentar el uso: “Sin duda, no es Pamela Grant, el producto. Es rouge como de otro planeta”. Agrega: “Es muy interesante entre mujeres de esa élite el triunfo de los tratamientos estéticos con bótox. Desde muy chicas, se vienen haciendo retoques menores muy efectivos y no intentan ocultarlos”. Una observadora millennial suma: “Hay mucho skin care en ellas. No sé a qué hora se cuidan tanto la piel”.
Nos dicen que el rouge lo compran en tiendas de maquillaje coreano en Providencia. Y llaman a sus usuarias “comunistas glam”: la geógrafa Camila Vallejo (35), la guaripola del grupo, la portavoza. Su amiga, la diputada Karol Cariola (36), matrona de profesión; y la longilínea abogada que fue ex constituyente de la primera convención, Bárbara Sepúlveda (38). También lo intenta con dudosos resultados la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler. Ahí lo que falla es la voz.
Lo de las bocas pintadas tiene que ver en lo profundo con “que esta es una generación distinta a la que la antecede”. Son pop y no reniegan de la vanidad. “Les gusta verse bonitas, vestirse bien, no tienen límites ni contradicciones. Esa lesera de descalificar a un comunista con IPhone, presentándolo como contradictorio, es una antigualla. Ellas consumen farándula, tienen todo el aparataje Mac (el Apple watch es esencial), Alexa es su copiloto. Bailan salsa. Compran en Zara, pero valoran el diseño chileno. Los zapatos artesanales, los diseños de Lupe Gajardo, los de Palosanto, más accesibles. No tienen límites”, dice un periodista frenteamplista.
Atercio-peladas
Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling es la líder más representativa del progresismo que nos gobierna. La más verdadera, porque “es de La Florida [una zona del sur de Santiago], de colegio floridano subvencionado, el Raimapu, con padres de clase media, ni tan prósperos. Una cabra preciosa que carreteaba [salía de fiesta] en La Florida, con otros más pobres que ella. Ella es la más sólida para mi gusto”.
Otro sugiere que maneja todas esas virtudes con una muy estudiada estrategia de comunicación política. Lo popular, lo linda, lo glam. Lo cercana al presidente. Nada de eso es casual.
Al final, son las chicas las que se las traen. Fuertes y estratégicas.
Varias de ellas, no solo las comunistas glam, han sido seducidas por la única revista de papel couché que perdura en Chile: Velvet, de la ingeniera en turismo que ha incursionado en política con apoyo de Evópoli, Katherine Echaiz. La Kat, como la conocen todos.
En sus páginas se han desplegado las cuitas de la abogada, fundadora del Frente Amplio y de Convergencia Social –el partido de Boric– y convencional constituyente, Constanza Schönhaut (35), la ex de Giorgio Jackson. La de Antonia Cósmica Orellana Guarello (34), más conocida como la Toti, periodista, feminista, fundadora de Convergencia Social y actual ministra de la Mujer y la Equidad de Género. La de Maite Orsini (36), actriz, abogada, militante de Revolución Democrática, actual diputada y polola [novia] del futbolista ex seleccionado nacional Mago Valdivia.
En todos los casos, el contenido se centra en las dificultades propias de ser mujer en un mundo patriarcal, heteronormado, machista, clasista, prejuicioso...
Constanza dice que su apellido llama a confusión, que estudió con beca y que ninguna persona en su familia tiene casa propia. Antonia, que su capital político radica en ser “una militante chasquilla” [improvisada] y vuelve a contar su experiencia de aborto que ya había narrado. Afirma que ese evento la hizo tener un giro político: pasó de ser más anarquista a no despreciar el trabajo político. Maite Orsini habla del escándalo de los convenios que tiene en estado agónico a su partido, como si le hubieran hecho daño a su hijo. Hijo que no tiene ni cree que tendrá, porque “Revolución Democrática es la relación más estable y duradera que he tenido”.
Aquí se aprecia eso del abajismo del que hablan nuestros informantes. De exponer una vida nada fácil, sufrida, dura.
Las fotos y las conversaciones de Velvet no son en los espacios privados. Todas son en las oficinas. No suelen abrir sus domicilios.
Pero Camila sí mostró su casa. Y la descripción que hace la periodista Carolina Urrejola (49) refleja la estética y el estilo de vida del grupo.
“Queda en las inmediaciones de la Villa Frei. Es cálida, acogedora y bien hippie, según su dueña, que se declara feliz en este lugar de la ciudad. Hay plantas en todos los rincones del espacio abierto que habita con Abel, su marido; Adela, su hija de nueve años; Tanga, un gran gato, y la más reciente incorporación familiar: Sakura, una gatita recién esterilizada. Hay mantas, recuerdos de viajes, teteras de colores, afiches revolucionarios, libros sobre feminismo, juegos de mesa y una numerosa colección de imanes en el refrigerador con clásicos referentes de la cultura de izquierda en Chile y Latinoamérica”.
No menciona el piso de parqué, elemento esencial, y las paredes llenas de afiches típicos de la UP, que son el desde [un indispensable] para un hogar baby red set.
El dialecto ‘karamanés’
–¿Se casan los miembros del baby red set?
–El progresismo se casa o contrae el acuerdo de unión civil con separación de bienes -responde el periodista Nicolás Copano (37).
Y es voz autorizada: él mismo se casó el pasado 6 de abril con su pareja desde 2006, la podcaster, periodista y escritora María José Castro (37), más conocida como Lady Ganga. El enlace tuvo juez de paz, padres y padrinos haciendo discursos, carro de flores, música en vivo, comida, baile en el Espacio Diana, cerrado para la ocasión. Como el progresismo es de tiro largo [se retira tarde], hubo disponibles buses para llevar a los más entusiastas a seguir la fiesta en la discoteca Blondie.
Camila Vallejo se casó este año, con mucha más discreción, con Abel Zicavo (38), músico e integrante por 12 años de la banda La Moral Distraída y hoy líder del grupo Plumas. Es hijo de un matrimonio chileno-uruguayo. Vivió en Suecia, Cuba, Uruguay y ahora acá. Antes, ella estuvo emparejada con el médico cubano Julio Sarmiento Machado (41), quien es el padre de Adela, su hija.
Giorgio Jackson, antes de partir al exilio, como bromeó el presidente Boric, firmó acuerdo de unión civil con la escritora Camila Gutiérrez (38). Y en marzo partieron a vivir a Barcelona. La nueva pareja de Giorgio Kenneth se hizo conocida por relatar su propia experiencia como joven bisexual en una familia evangélica conservadora de la comuna de Peñalolén. Todo quedó en el blog Joven y Alocada, que se convertiría primero en libro y luego en la película que dirigió Marialy Rivas (47).
“Me considero hetero curioso. Me mueve más que el deseo, el juego. Muchas veces, me he besado con hombres, por experimentación, pero con su carga bien erótica”, reconoce un frenteamplista humanista. Y recuerda el apodo que salió a relucir en el anuario del British School cuando se graduó el hoy presidente. “Le decían Gaybriel, por algunas situaciones de experimentación similares. Así lo explicó él mismo en una entrevista al Roka Valbuena”.
Eso tiene que ver con lo fluidos que se declaran en materia sexual. Con lo nada heteronormados, palabra que ha salido bastante a colación y es recurrente en el lenguaje de la ex no-primera dama, la socióloga Irina Karamanos (34), que también concedió una entrevista a Velvet. Aunque entró a La Moneda sin firmar un documento, como cantaba Cecilia –no hubo ni matrimonio ni acuerdo de unión civil– y salió de la misma manera, impuso una inexpugnable jerga feminista que algunos bautizaron dialecto karamanés.
La oscuridad en la expresión es una marca de fábrica del movimiento woke. Y en eso Irina es químicamente pura: “La primera dama no puede dar la idea de que tiene un cuerpo sexual. El arquetipo es muy maternal y ahí ya no importa la verdad, porque en política muchas veces pesa más la narrativa, lo performático y la imagen. El presidente debe seducir a todo Chile, mientras la primera dama debe maternar”.
Así, en palabras sencillas, explicó Irina el rol que no quiso jugar, pero que igual cambió radicalmente en su breve paso por palacio.
“Me carga la expresión mapadre, me da un poquito cringe, pero creo que ya está en baja. Tampoco uso saludos del tipo: ‘Hola chicas, chicos, chiques’, que es una manera muy obvia de manifestar el progresismo. Es cierto que hay mucha palabra-invento, como eso de maternar”, dice una publicista de Revolución Democrática.
Mucho sustantivo trocado en verbo; mucha metáfora como “habitar el cargo”; mucho discurso uniformado, donde sustantivos calificativos como “robusto”, “pertinente”, “territorial” sobran y sustantivos como “actorías”, “sororo”, “inclusivo”, se escuchan en boca de “los cuadros” técnicos.
El intelectual boomer cercano al lote, dice: “Ese hablar particular se dio mucho en la primera Convención Constituyente. ¡Si Jaime Bassa decía nosotras y hablaba todo en femenino! Pero el lenguaje inclusivo ha sufrido un fuerte empellón; ya no corre”.
La referencia al Wallmapu también se desdibujó. Se le podría poner fecha y rostro al cuándo: Izkia Siches apretando [saliendo a toda velocidad] desde Temucuicui.
Salió de escena de manera muy distinta a Giorgio, que después de debutar como Ministro Secretario General de la Presidencia tuvo una segunda oportunidad en Desarrollo Social, pero no logró superar el escándalo Convenios, lo mal parado de su Revolución Democrática y la falta de empatía que algunos atribuyen a que “es Asperger” y otros a simple soberbia. La amistad, la complicidad, la afinidad social y política con su amigo el presidente lo mantuvo en pie mucho más que a la apasionada y popular Izkia.
Salidas de los cargos, como ésas, anticipan que vendrán otras, porque todo tiene sus ciclos y sus círculos. La caída de Comunes y la extinción de Revolución Democrática, para fusionarse con Convergencia Social en el único partido Frente Amplio, dan cuenta de lo mismo. El desgastante “otra cosa es con guitarra”, el paso inexorable del tiempo, la calvicie que avanza en la testa presidencial y la proximidad de los 40, anticipan que el baby red set llegó y todavía está, pero no para quedarse.
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