‘EVA’: ¿y si el invento más relevante para nuestra supervivencia no fue el fuego, sino la ginecología?
Cat Bohannon recorre 200 millones de años de historia para analizar el tan ignorado como fundamental papel del cuerpo de la mujer en la evolución biológica y cultural de la humanidad
La escena es bien conocida. Un grupo de homínidos que vagabundea en un yermo pierde a manos de un grupo rival la charca de donde obtenía agua. Sumido en una melancolía antediluviana, uno de sus miembros —macho, claro está— recoge un hueso de tapir y, guiado por una monolítica y enigmática inspiración, lo utiliza para reventarle el cráneo al líder rival y recuperar el enclave. Gracias al uso de objetos como arma y al ejercicio de la violencia contra sus semejantes, amanece la humanidad.
Eso fue lo que plasmó...
La escena es bien conocida. Un grupo de homínidos que vagabundea en un yermo pierde a manos de un grupo rival la charca de donde obtenía agua. Sumido en una melancolía antediluviana, uno de sus miembros —macho, claro está— recoge un hueso de tapir y, guiado por una monolítica y enigmática inspiración, lo utiliza para reventarle el cráneo al líder rival y recuperar el enclave. Gracias al uso de objetos como arma y al ejercicio de la violencia contra sus semejantes, amanece la humanidad.
Eso fue lo que plasmó Stanley Kubrick en 2001: una odisea del espacio (1968), de acuerdo con la hipótesis del simio asesino formulada por el antropólogo australiano Raymond Dart. Desde entonces, ha habido numerosas refutaciones a este planteamiento, fundamentadas sobre todo en la idea de que la colaboración es más fértil que la agresividad. Tal vez ninguna de ellas sea tan profunda y renovadora como la que desarrolla la doctora en evolución de la narrativa y la cognición Cat Bohannon en su primer y triunfante libro, EVA, en el cual recorre 200 millones de años de evolución para analizar el tan ignorado como fundamental papel del cuerpo femenino en la evolución biológica y cultural de la humanidad.
Bohannon ha necesitado diez años de investigación para hilvanar una red de argumentos basados mayoritariamente en pruebas científicas y, en menor medida, en suposiciones razonables que rebaten por partida doble la escena de Kubrick. Para empezar, propone que el amanecer de la humanidad no tendría que ser el uso violento de una herramienta sino un parto. Porque, argumenta, el invento más relevante de la historia en relación a la supervivencia no fueron las herramientas ni el uso del fuego, sino la ginecología. Según datos de la OMS, la proporción de mujeres en edad reproductiva que mueren por causas relacionadas con el embarazo y el parto en el sur de Europa es del 0,4%, mientras que en regiones como África central, con menor acceso a la atención ginecológica, el porcentaje se eleva al 24%. El motivo principal de este riesgo se conoce desde hace tiempo: la bipedación ha estrechado la pelvis de las mujeres pero el desarrollo intelectual humano ha agrandado la cabeza de los bebés. “No es fácil meter una sandía por un agujero del tamaño de un limón”, escribe Bohannon en una muestra del sentido del humor que impregna un texto que es siempre ágil a escala de párrafo, pero que, en algunos conjuntos de páginas, adolece de cierta prolijidad en ejemplos y referencias que entorpecen ligeramente el discurso y amenazan la atención del lector.
Según el registro fósil, este riesgo obstétrico lo padecían ya los australopitecos y se agudizó en la mañosa fabricante de herramientas que fue la especie Homo habilis. He aquí el doblete: la primera arma podría haber sido manufacturada por una hembra. El empleo de una lanza permite llevar una cría encaramada a la espalda y capturar presas pequeñas sin ponerla en peligro. Los machos, más grandes, fuertes y sin crías encima, podían hacer lo propio directamente con sus manos.
Más allá de esta doble impugnación, Bohannon también acentúa el papel de la relación entre madres y bebés en el desarrollo de la característica que hace 50.000 años hizo florecer el arte y la tecnología: el lenguaje. Todos estos argumentos se combinan, además, con informaciones interesantísimas sobre el cuerpo femenino: las mujeres pueden oír tonos más agudos que los hombres, el bulbo olfatorio femenino contiene un 50% más de neuronas que el masculino, la composición de la saliva del bebé determina la de la leche materna, que se construye con la grasa acumulada en los glúteos y se adapta a sus necesidades de manera que nuestro cerebro adulto todavía asocia la leche (grasa e hidratos de carbono con sabor dulce) con la curación y el bienestar.
Después de décadas leyendo libros sobre evolución en los que los artífices del cambio eran hombres resolviendo “problemas de hombres” como la caza, este libro plantea un enfoque más completo que se aproxima con mayor precisión a la compleja realidad de la historia humana y que, de paso, ejerce una eficaz labor divulgativa sobre temas como la lactancia o la tensión entre la elección reproductiva de las mujeres a nivel individual y las estrategias reproductivas colectivas, una de las cuestiones centrales del feminismo.
EVA es un libro oportuno e importante, un carpetazo atrevido y perspicaz al relato más habitual y sesgado sobre la evolución de nuestra especie.
EVA. Descubre cómo el cuerpo femenino impulsó la evolución humana
Traducción de Aurora Echevarría Pérez
Seix Barral, 2025
704 páginas. 24,70 euros