La lenta descolonización de los museos

A lo largo del siglo XX, la mayoría de las colecciones etnográficas europeas permanecieron a la sombra de los grandes contenedores artísticos contemporáneos. Hoy despiertan la curiosidad y el interés de creadores, comisarios, directores de museo y de algunos públicos, que presionan para que se produzca la remediación crítica de centenares de miles de objetos y narrativas devaluados estética y semánticamente dentro de instituciones sustentadas en relaciones históricas coloniales. La nueva antropología favorece pedagogías y estrategias de visibilización que desmantelan el complejo régimen de gob...

A lo largo del siglo XX, la mayoría de las colecciones etnográficas europeas permanecieron a la sombra de los grandes contenedores artísticos contemporáneos. Hoy despiertan la curiosidad y el interés de creadores, comisarios, directores de museo y de algunos públicos, que presionan para que se produzca la remediación crítica de centenares de miles de objetos y narrativas devaluados estética y semánticamente dentro de instituciones sustentadas en relaciones históricas coloniales. La nueva antropología favorece pedagogías y estrategias de visibilización que desmantelan el complejo régimen de gobernanza neocolonial que aún hoy domina la museística occidental.

El museo poscolonial, tanto si es etnográfico, antropológico, de historia natural o pinacoteca, no solo satisfará las demandas de restitución legítimas (cada comunidad debe encontrar sus modos de reparación, que puede ser física, simbólica o espiritual), también será otra institución, un espacio físico y conceptual donde el tiempo ya no avanza linealmente sino en espiral, encarnado en objetos que invitan a “experimentar el mundo como una morada perdurable”. Así lo presentía Hannah Arendt en su ensayo La permanencia en el mundo y la obra de arte, ya en 1958.

En España las iniciativas descolonizadoras han sido, de momento, escasas y poco concretas. Incluso se podrían definir, sin irritarnos mucho, como un nuevo “medio artístico”, una nueva actividad dentro del museo de siempre. Un ejemplo fue la muestra del Prado Tornaviaje. Arte iberoamericano en España (2021), la primera dedicada al arte virreinal en toda su historia, con obras cedidas temporalmente por los museos de América, de Historia Natural y de Antropología. Con parecido enfoque, la exposición Tan lejos, tan cerca, dedicada a la iconografía de la Virgen de Guadalupe, abrirá sus puertas en junio en el Prado. La conversación decolonial amazónica llega ahora a Arco con la misma sospecha de oportunismo, aunque es justo reconocer que las 15 galerías reunidas en la sección dedicada a la región anuncian una nada despreciable lista de buenos artistas, sumada a prometedores stands como los de Danielian, Livia Benavides y Henrique Faria.

Como en ‘La oreja rota’, de Hergé, los museos aún siguen la lógica del extractivismo material, más vigente que nunca

La evidencia es que estos espacios de autoridad que son los museos funcionan en primera instancia como reactivadores de determinados artefactos para después hacerlos “desaparecer”, siguiendo la lógica del extractivismo material, más vigente que nunca. Una inercia que recuerda a uno de los más enigmáticos álbumes de Hergé, La oreja rota, donde Tintín y Milú viajarán al corazón de la selva amazónica para recuperar un fetiche robado del Museo Etnográfico de Bruselas, una estatuilla arumbaya que misteriosamente es repuesta enseguida en su peana. Pero hay un detalle que revela que la pieza restituida no es la original (a la que le faltaba la oreja derecha) y Tintín deduce que el fetiche devuelto es falso. El verdadero, que en su día fue un regalo de los arumbayas al explorador, esconde en su interior un diamante con poderes curativos para los indígenas, que además viven atrapados en medio de una guerra promovida por intereses de multinacionales petrolíferas. Desde un enfoque psicoanalítico, la oreja del fetiche es nuestro síntoma, el elemento perturbador en lo real y también lo que permite el goce del tesoro en una vitrina.

En su inspirador ensayo El museo metabólico (Caniche), la historiadora Clémentine Deliss se pregunta qué aspecto tendría una colección etnográfica contemporánea en un museo europeo. “¿Sería su contenido como el de unos grandes almacenes a rebosar de artículos funcionales y de bienes de lujo de todo el mundo? ¿Qué instituciones podrían adquirir las incógnitas de la vida, lo inexplorado, lo insólito?”. Manuel Borja-Villel da algunas respuestas en Museo habitado, planteadas como una conversación impredecible entre obras históricas y lecturas contemporáneas, un proyecto esperanzador (hoy en día la esperanza es una palabra revolucionaria) que busca extraer de forma crítica las ramificaciones del discurso colonial. Se está gestando en Barcelona con vistas a una inauguración en junio, y sus centros de operaciones son el Palau Moja y el Victoria Eugènia de Montjuïc, enclave de la futura ampliación del MNAC. El exdirector del Reina Sofía y actual asesor de la Generalitat “para la reorganización del sistema museístico” orquestó en noviembre pasado un congreso que abordó la cuestión decolonial y prepara dos exposiciones que desafían toda descripción: Las bellas artes extractivas: Extracción y el nuevo sistema museístico catalán (1884-1968) y Construir y destruir la imagen: Esfera pública y memoria.

Otro interesante catalizador decolonial es el Archivo Arkhé, espacio y centro de documentación establecido en Madrid desde 2022, procedente de Bogotá, dedicado al rescate de libros y objetos para la escritura de otra historia del arte latinoamericano y de temática queer. Sus creadores son Halim Badawi y Pedro Felipe Hinestrosa y, entre sus actividades más memorables, está la muestra América: Breve historia natural y política (2023). En un registro similar, el del archivo, se ubicaba España negra, la historia invisibilizada de las comunidades negras que Tania Adam llevó a Manifesta 15 Barcelona, en paralelo a Pinacoteca migrante, de Sandra Gamarra, proyecto para el pabellón español de la Bienal de Venecia de 2024. Antes de América: Fuentes originarias en la cultura moderna, que se exhibió en 2024 en la Juan March de Madrid y en el Museo de Antropología de Ciudad de México, marca un antes y un después en los intentos de argumentar cómo el paradigma amerindio en todo el mundo parece no dar muestras de cansancio, en las artes gráficas, en la aplicación de la geometría y el color, el kitsch intencionado o las arquitecturas posmodernas de raíz indígena.

Cierto es que desde algunos altos ámbitos sociales y bajos fondos políticos todavía hay reservas y reacciones diversas sobre la revisión de las colecciones estatales. Los procesos ya están en marcha desde que el titular de Cultura, Ernest Urtasun, que ha instado a “superar el marco colonial” en los museos españoles, anunció el pasado julio el nombramiento de dos comités de expertos que redactarán un informe técnico con propuestas sobre conceptos, narrativas y selección de piezas expuestas en los Museos de Arqueología y de América, base para la renovación de sus colecciones permanentes. El primero ha dejado de exponer restos humanos —esta semana retiró una momia guanche de sus salas— y ha revisado el contenido de sus cartelas. Y el director del segundo desde 2023, Andrés Gutiérrez, ha dicho que la descolonización es un proceso “imparable”. No es más que una de las cuestiones fundamentales de nuestro tiempo: la búsqueda de la verdad desde las mismas entrañas del arte.