Entre las viejas glorias y los nuevos lenguajes

Mientras el cambio climático no lo reviente, el otoño cinematográfico español asemeja al de muchos campos frutales: se recoge la cosecha. Porque es temporada de festivales y muchas películas aprovechan ese lanzamiento mediático recibido en San Sebastián (el único de categoría A en España), la Seminci de Valladolid o...

Mientras el cambio climático no lo reviente, el otoño cinematográfico español asemeja al de muchos campos frutales: se recoge la cosecha. Porque es temporada de festivales y muchas películas aprovechan ese lanzamiento mediático recibido en San Sebastián (el único de categoría A en España), la Seminci de Valladolid o Sitges, el mejor del mundo en fantástico, terror y ciencia ficción, entre otros. Porque asoman los grandes títulos de autor procedentes de Cannes o Berlín. Porque comienza el aterrizaje de candidatas a los Oscar (antes se apelotonaban más, ahora entre el reparto en el calendario y que los estudios ya no hacen películas para estos premios, no se da tanto). Y porque al final del trecho están las Navidades, y para ellas las salas piden peleas mastodónticas, dibujos animados homéricos y todo ordeñe a cualquier saga que haya hecho algo de dinero en una anterior entrega. ¿Habrá público para tanta apuesta?

Aunque el ser volador más extraño que se verá en las pantallas será el vampiro Pinochet. El chileno Pablo Larraín estrena el 15 de septiembre en Netflix El conde, en la que el dictador aún sigue vivo: tiene 250 años, está harto de su deambular en este mundo y, sobre todo, cansado de que le llamen ladrón. Asesino vale, pero ladrón, eso sí que no. Quienes han visto esta comedia negra de un cineasta que no tiene película mala hablan maravillas de su habilidad y su pálpito irónico. Su estreno llegará justo 14 días después del 50º aniversario del golpe de estado con el que el general Pinochet arrebató el poder al presidente Salvador Allende.

En El conde se condensan algunas de las notas que serán habituales en los próximos tres meses: veterano realizador e hibridación de géneros, en algún caso incluso de formatos. Como Dispararon al pianista (6 de octubre), un documental ficcionado y dibujado obra de Fernando Trueba y Javier Mariscal, un cóctel centrado en el pianista de la bossa nova Tenório junior, asesinado por la dictadura argentina tras un concierto en Buenos Aires. O El sol del futuro (15 de septiembre), compendio de los mejores momentos de la carrera de Nanni Moretti, que da vida a un director a la búsqueda de su gran trabajo político y social... y de dinero para acabar su rodaje.

Más cine de veteranos: The Old Oak (27 de octubre), de Ken Loach, que a sus 87 años sigue en la batalla por dar voz a través de la ficción a los más desfavorecidos y desenmascarar las injusticias que multiplica el siglo XXI. Como el inglés, el japonés Hirozaku Kore-eda estrenó en Cannes su nuevo drama, Monstruo (29 de septiembre), de nuevo inmerso en tumultuosos mundos infantiles. Woody Allen vuelve a la suerte y al azar como motores vitales en su 50ª película, Golpe de suerte (29 de septiembre), rodada en París.

Veterano es, por edad y carrera, Martin Scorsese, que tras los aplausos de Cannes trae a las salas Los asesinos de la luna (22 de octubre y producida por Apple TV+), un thriller basado en hechos reales en el que la actriz Lily Gladstone les roba la función a los dos actores fetiche de la filmografía de Scorsese, Leonardo DiCaprio y Robert De Niro. Ridley Scott estrena Napoleón (24 de noviembre), con Joaquin Phoenix como el hombre que —así lo venden en los carteles de promoción― “vino de la nada, lo conquistó todo” y Vanessa Kirby como Josefina. Y Todd Haynes presenta, de la mano de Julianne Moore y Natalie Portman, un jugoso juego de espejos en Secretos de un escándalo (1 de diciembre).

Víctor Erice (que recibirá en un mes un Premio Donostia en el festival de San Sebastián que además festejará el medio siglo de que El espíritu de la colmena ganara su Concha de Oro) abre como gran veterano la descarga de cine español. Su Cerrar los ojos (29 de septiembre), compendio de las mejores imágenes y de la mayor lírica de su exigua filmografía para salas, brilla en el otoño español. Donde estarán Un amor (10 de noviembre), de Isabel Coixet, que adapta la novela de Sara Mesa con una actriz en estado de gracia, Laia Costa; El amor de Andrea (24 de noviembre), amor, familia y desencanto a través de la visión de Manuel Martín Cuenca; Teresa (24 de noviembre), de Paula Ortiz, su visión fílmica de la obra de Juan Margallo sobre de Teresa de Jesús con el rostro de Blanca Portillo (la directora zaragozana, además, estrena el 11 de octubre su primer rodaje en inglés, Al otro lado del río y entre los árboles); o Chinas (6 de octubre), de Arantxa Echevarría, una exploración en la segunda generación de chinos en España, que viven entre su milenaria cultura de origen y la española —donde han nacido— que muchas veces les rechaza.

Aún hay más: Que nadie duerma (17 de noviembre), con la que Antonio Méndez Esparza se sumerge en el mundo de Juan José Millás; La ermita (17 de noviembre), otro fantaterror de Carlota Pereda, y las dos gigantescas películas con las que se abre y cierra la temporada española, tras el paso de ambas por Cannes: Creatura (8 de septiembre), de Elena Martín, fustigador viaje a una pérdida femenina de deseo, y Robot Dreams (6 de diciembre), de Pablo Berger, animación sin palabras para un canto de amor a Nueva York y a la amistad en un filme que puede llegar perfectamente a los Oscar.

En las hibridaciones llama poderosamente la atención la aportación de Paul B. Preciado, que rompe los límites del documental con Orlando, mi biografía política (11 de noviembre), en la que habla de la identidad trans, de su propia transición, y de la fuerza que emana de la novela de Virginia Woolf. En terrenos más clásicos entran La Singla (10 de noviembre), de Paloma Zapata, el misterio de la desaparición de una bailaora sorda de flamenco que revolucionó el género en Europa hace medio siglo; o Retratos fantasmas (27 de noviembre), del brasileño Kleber Mendonça Filho, que habla de cine, nostalgia y paso del tiempo en su Recife natal atravesando épocas en el apartamento familiar (decorado usado en varios de sus filmes) y en las gigantescas salas de cine que hace décadas reinaron en la capital del estado de Pernambuco.

Y como exquisiteces (algunas, muy pensadas para premios) aterrizarán Maestro (22 de noviembre), de Bradley Cooper, en la que él mismo encarna al mítico compositor Leonard Bernstein; Anatomía de una caída (6 de diciembre), de la francesa Justine Triet, Palma de Oro en Cannes con un relato clásico sobre la muerte de un hombre, la posible participación de su esposa en el fallecimiento y los secretos que esconden todas las parejas; la comedia romántica indie del año —y con aroma a Oscar— Vidas pasadas (1 de noviembre), de Celine Song; La contadora de historias (1 de noviembre), un drama sobre cine sin cine que la danesa Lone Scherfig centra en el desierto chileno de Atacama, y Evil Does Not Exit (20 de octubre), en la que el brillante Ryûsuke Hamaguchi toma partido en el choque entre el mundo rural y el urbanita a las afueras de Tokio.

Mucho de lo anterior está en el aire: al constante baile de fechas habitual en los estrenos en España, se suman las huelgas de guionistas y de actores y actrices de Hollywood, lo que provocará más dudas en los lanzamientos: ya se ha pospuesto hasta marzo de 2024 Dune: parte 2, de Denis Villeneuve. ¿Quién irá detrás y quién sí se estrenará? Veremos (en las salas).

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