Formalizar la informalidad tras la pandemia en América Latina
Reducir las altas tasas de trabajo informal en la región es clave para lograr una rápida y sostenible recuperación económica.
Veredas repletas de vendedores ambulantes, repartidores de comida en bicicletas, mercadillos donde se venden desde artesanías hasta alimentos, plomeros, electricistas, mecánicos que trabajan “en negro”. Todos estos son empleos muy comunes, pero también, lamentablemente, son la cara de la informalidad en Latinoamérica.
En países como Guatemala y Honduras, hasta cuatro de cada cinco trabajadores se desempeñan en el sector informal. En aquellos de mayores ingresos, como Uruguay, Chile y Costa Rica, las tasas son menores, pero llegan a ser más de un tercio. Si bien la informalidad en Latinoamérica no es un fenómeno nuevo, la pandemia ha evidenciado la complejidad que representan los mercados laborales al margen de los marcos legales.
La informalidad laboral no solo repercute en la evasión de impuestos o regulaciones, sino que se traduce en baja productividad, bajos salarios y, más evidentemente durante la pandemia, en la exclusión del sistema de seguridad social de personas que necesitan apoyo económico en situaciones de emergencia.
Según un reciente estudio del Banco Mundial, un elevado porcentaje de trabajadores y empresas de las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMED) a nivel global opera fuera del marco tributario de los gobiernos. Esto supone un desafío que frenará la recuperación de las economías pospandemia, a menos que se adopte un conjunto integral de políticas para abordar los problemas que trae consigo la economía informal, señala el estudio.
En los países en desarrollo, la informalidad representa más del 70% del empleo total y casi un tercio del producto interno bruto. La magnitud de esta situación reduce la capacidad de los países de movilizar los recursos fiscales necesarios para gestionar sus economías durante las crisis, desarrollar políticas macroeconómicas eficaces y formar capital humano para fortalecer el desarrollo a largo plazo.
El estudio indica que la informalidad está asociada a resultados económicos más débiles que incluyen menores recursos gubernamentales para combatir las recesiones, ingresos per cápita más bajos, mayor pobreza, menor desarrollo financiero y baja inversión y productividad. Es más, debido a las limitaciones en el acceso a las redes de seguridad social durante la pandemia, muchas personas que trabajan en el sector informal no han podido quedarse en casa ni cumplir los requisitos de distanciamiento social.
Latinoamérica informal en pandemia
Las fuertes cargas regulatorias y fiscales y la debilidad de las instituciones han sido importantes factores que han contribuido a la informalidad del mercado laboral en América Latina y el Caribe. Esta se ha asociado a un crecimiento débil de la producción y de la productividad laboral, así como a peores resultados en materia de pobreza y desigualdad.
Expertos del Banco Mundial indican que prácticamente todos los países de la región enfrentan altos niveles de informalidad, lo que se traduce en más de la mitad de los trabajadores. En consecuencia, las opciones laborales son de menor calidad y se dan en situaciones más vulnerables. Si bien se piensa que la informalidad puede funcionar como un amortiguador en épocas de crisis al absorber, de alguna manera, a los trabajadores formales desempleados, esto no necesariamente es así ya que el sector informal es altamente heterogéneo y por lo general, muy cambiante.
La prestación de apoyo a los ingresos de los trabajadores informales durante la pandemia de la covid-19 ha sido un reto. En algunos casos, los programas existentes se han ampliado con éxito, sobre todo para los trabajadores informales con menores ingresos. Pero incluso cuando se ha llegado a ellos, ha habido problemas de cobertura. Es esencial que la provisión de beneficios de seguridad social sea más ágil, con pocas barreras para la inscripción y disposiciones de despliegue y alcance eficiente.
El estudio del Banco Mundial ofrece recomendaciones generales para la formulación de políticas de las EMED y así formalizar sus economías:
- Adoptar un enfoque integral, ya que la informalidad es reflejo de un problema de desarrollo con múltiples aristas que no puede abordarse de forma aislada.
- Adaptar las medidas a las circunstancias de cada país dado que las causas, enfoques y soluciones de la informalidad varían considerablemente de una realidad a otra.
- Mejorar el acceso a la educación, los mercados laborales y el financiamiento para que los trabajadores y las empresas informales puedan ser lo suficientemente productivos como para formalizar sus actividades.
- Mejorar la gobernanza y el clima para los negocios de manera que el sector formal pueda prosperar y emplear a un mayor número de personas cumpliendo con los requisitos que esto conlleva.
- Simplificar la normativa fiscal para reducir el costo de operar formalmente y aumentar el costo de operar informalmente.
El rediseño de las políticas fiscales, el aumento de la aplicación de las leyes laborales y la mejora del clima empresarial ya han tenido cierto éxito en la reducción de la informalidad en la región de Latinoamérica. Países como Bolivia, Perú y Panamá, con altos índices de informalidad, han logrado disminuirla en las últimas dos décadas, en parte debido a la rápida creación de empleos formales en el contexto de un fuerte crecimiento de la producción. Las políticas que han sido exitosas han tenido en cuenta estos factores, centrándose en la reducción de las cargas fiscales, el fortalecimiento de la aplicación de las normas laborales y la eliminación de los desincentivos al empleo formal.
Cecilia Martínez Gómez es consultora en comunicaciones del Banco Mundial
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