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Doce muertos tras beber cócteles colocan a Brasil en alerta total ante las bebidas adulteradas

El ministerio de Salud pide a los brasileños que se abstengan de tomar destilados, sobre todo los incoloros, tras detectar más de 110 casos sospechosos

La primera señal de alarma grave saltó a comienzos de semana, cuando se supo que una brasileña se había quedado ciega tras tomar tres caipiriñas, el cóctel más emblemático del país, en un bar de un barrio rico de São Paulo. La diseñadora gráfica Radharani Domingos, de 43 años, había salido el viernes 19 a celebrar un cumpleaños con unos amigos. Ese sábado se despertó con síntomas que iban mucho más allá de la típica resaca: problemas de visión e incapacidad de recordar informaciones básicas. Rápidamente, fue hospitalizada en cuidados intensivos e intubada. Domingos ha perdido la visión y los análisis han detectado en su sangre metanol, una sustancia tóxica. La sospecha es que el alcohol que le sirvieron estaba adulterado.

Hasta el sábado por la noche, han sido contabilizadas una muerte confirmada y once sospechosas en varios Estados entre los más de 110 casos de posible intoxicación con metanol detectados. Mientras, brotan casos sospechosos por todo el territorio.

El ministerio insta a los brasileños que se abstengan de tomar bebidas destiladas. “La recomendación es que evite ingerir productos destilados, especialmente los incoloros, si no tiene certeza absoluta sobre su origen”, dijo el jueves el ministro Alexandre Padilha, que es médico. Padilha instó a sus compatriotas a extremar las precauciones y “no aceptar la bebida que un amiguete te pasa en una fiesta” ni ninguna otra cuyo origen no esté fehacientemente comprobado.

Las alarmantes noticias sobre intoxicaciones y sus brutales efectos han puesto el foco en la falsificación de bebidas alcohólicas, un negocio ilegal que aparentemente ha vivido una auténtica explosión en los últimos años.

Las destilerías ilegales usan el metanol, que es un alcohol de uso industrial no apto para el consumo humano, para sustituir el etanol, principal componente de las bebidas alcohólicas. La ingesta de metanol afecta al sistema nervioso central, empezando por el nervio óptico, muy vulnerable.

Los brasileños adoran los cócteles, sean solos o como acompañamiento a una comida. Con o sin alcohol. Se venden en bares y también en puestos callejeros. Cualquier restaurante tiene una carta de platos y otra dedicada solo a los combinados.

El problema es que la amenaza ha asomado esta vez incluso en lugares que no levantaban sospechas. “Era una zona de lujo, no un bar de barrio. Tomé tres caipiriñas de frutos rojos con maracuyá y vodka”, contó desde el hospital la citada víctima, la diseñadora gráfica, al programa de televisión Fantastico. “El daño es tremendo. No puedo ver nada”, añadió. El bar al que acudió aquel fatídico viernes y otros locales sospechosos han sido cerrados de manera cautelar por las autoridades sanitarias mientras investigan lo sucedido.

El Ministerio de Salud reveló que cada año se diagnostican una veintena de intoxicaciones por metanol. La coincidencia de varios casos en un corto espacio de tiempo es lo que encendió las alertas. El personal sanitario ha sido puesto sobre aviso y algunos hospitales están elaborando protocolos para atender a las posibles víctimas.

Cunden los temores ante la proliferación de casos sospechosos, y los bares lo han notado inmediatamente. Menos clientela y más interesada en beber cerveza que en cualquier cóctel con base de cachaza, vodka, ginebra...

Entre los intoxicados, un cantante de rap llamado Hungría que tuvo que ser hospitalizado de urgencia en cuidados intensivos horas después tras tomarse un trago comprado en una tienda de las afueras de Brasilia. Mientras los médicos esperan los resultados de los análisis, le someten a hemodiálisis.

Las clausuras de fábricas dedicadas a adulterar bebidas se han disparado en los últimos años en Brasil. Entre 2022 y 2024, las autoridades cierran una destilería ilícita cada cinco días, según datos de la Asociación Brasileña de Combate a la Falsificación recogidos por el diario O Globo. Esta asociación estima que un tercio del alcohol destilado que se consume en Brasil está adulterado.

Uno de los problemas apuntados por los especialistas es que Brasil carece de un sistema de reciclaje que saque las botellas vacías de la circulación. Eso deriva en que los fabricantes de alcohol falsificado tienen una notable facilidad para comprar botellas originales, sea de recicladores callejeros o de los empleados de los propios establecimientos, a los que sus jefes les dejan llevarse las botellas para que se saquen unos reales extras. “Si no tienes una botella de ginebra Tanqueray, de whisky White Horse o de vodka Absolut, la botella original de la marca, no vas a conseguir falsificarla”, explica en diario Folha de S.Paulo Lucien Belmonte, presidente de la Asociación Brasileña de Industrial del Vidrio. Y eso ha creado un lucrativo negocio paralelo de botellas de marca.

Mientras las cooperativas de tratamiento de residuos pagan como un real por una botella de cristal del montón, los traficantes de alcohol ilegal llegan a pagar 10 reales o incluso 200 reales por botella, en función de la marca, según Belmonte.

El Congreso, siempre atento a la última polémica, inmediatamente se ha activado para alargar las penas por falsificar bebidas. Pero los expertos alertan de que lo que Brasil necesita no es una ley más que se sume al puñado que ya regulan el asunto, sino una fiscalización eficaz que garantice que las normas vigentes se cumplen.

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