La trama golpista de Bolsonaro: seis comandos para impedir la vuelta de Lula al poder en Brasil
La policía acusa al expresidente y a sus supuestos cómplices de desinformar, agitar los cuarteles y elaborar decretos con la vista puesta en anular las elecciones y aferrarse al poder
En el siglo XXI los golpes de Estado con tanques en las calles son la excepción, véase Egipto en 2013. Lo habitual es disfrazar la ruptura del orden constitucional con un elaborado envoltorio legal. La Policía Federal de Brasil sostiene que esa fue la vía usada en su intentona golpista por Jair Messías Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército que se formó durante la dictadura. Presidente en ejercicio, elaboró un decreto para aferrarse al poder y no dar el relevo al rival que le derrotó en las urnas en octubre de 2022, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Esa orden presidencial, que Bolsonaro nunca llegó a firmar, allanaría el camino para que los militares asumieran el control y los resultados electorales fueran anulados. Un golpe moderno, sin tiros. Quizá con sangre, porque idearon matar a Lula. Fracasó la asonada, según los investigadores, porque dos de los tres jefes de las Fuerzas Armadas se plantaron ante la propuesta presidencial de alzarse contra el mandatario electo.
El informe policial definitivo detalla las pruebas reunidas contra los 37 acusados, con Bolsonaro y varios generales a la cabeza. Sus 884 páginas incluyen un esquema del modus operandi para perpetrar el golpe, y un organigrama. Los sospechosos estaban organizados en lo que la policía llama núcleos, que vienen a ser seis comandos, cada uno con su función. Aunque Bolsonaro cuestionó el sistema de votación durante todo su mandato, los preparativos se aceleraron en los dos meses finales de 2022, entre su derrota y el relevo.
Bolsonaro reconoció el jueves que, el pasado febrero, se refugió en la Embajada de Hungría por miedo a ser detenido. En una entrevista con el medio digital UOL, ha explicado que discutió con la cúpula militar sobre artículos de la Constitución para revisar las elecciones, pero ha insistido en su inocencia: “Si yo debiese algo, estaría en Estados Unidos, no habría vuelto”.
Operación 142
La trama fue bautizada así por un artículo de la Constitución que, en la interpretación espuria de los golpistas, legitimaría sus movimientos. Bolsonaro movilizó a las Fuerzas Armadas para que localizaran fallos de seguridad o indicios de fraude en las urnas electrónicas para tener un argumento con el que anular su derrota. Ahí la transición sería interrumpida; el Tribunal Superior Electoral, sustituido; juristas y formadores de opinión, movilizados. Los conspiradores sintetizaron el fin último en cuatro palabras: “Lula no sube la rampa”, en referencia al ascenso hacia el palacio de Planalto, obra del arquitecto Oscar Niemeyer, que simboliza el traspaso de poder en Brasilia. El esquema, a bolígrafo azul, que detalla este plan fue localizado en la mesa de un colaborador de otro de los acusados, Walter Braga Netto, candidato a vicepresidente con Bolsonaro después de haber sido ministro de Defensa y de la Casa Civil.
Comando de los oficiales
Formado por varios generales, en la reserva y en activo, y otros oficiales ubicados en puntos neurálgicos del Gobierno y las Fuerzas Armadas, eran los encargados de avalar las operaciones que el resto de los comandos iban ejecutando. Lo integraban el mencionado Braga Netto, el ministro de Defensa, el almirante de la Armada, el jefe de operaciones terrestres del Ejército (que prometió movilizar a su tropa si Bolsonaro firmaba el decreto golpista) y el número dos del ministro de la Presidencia, la persona que imprimió en su despacho del palacio de Planalto el plan para el magnicidio de Lula.
Comando de desinformación
El secretario personal de Bolsonaro, el ministro de Justicia, varios tenientes coroneles y un estratega político argentino se dedicaron a diseminar informaciones falsas o medias verdades por redes sociales para crear un ambiente propicio a sus intereses. Primero, para cuestionar la seguridad de las urnas electrónicas. La policía los acusa de producir y amplificar falsedades sobre el supuesto fraude en los comicios de octubre de 2022 para que los miles de seguidores de Bolsonaro que, al día siguiente de su derrota acamparon ante cuarteles por todo el país pidiendo una intervención militar, siguieran firmes y mantuvieran la presión a las Fuerzas Armadas. El secretario personal de Bolsonaro, Mauro Cid, el uniformado que le acompañaba en viajes y eventos, el que le llevaba el móvil, es la piedra de Rosetta de esta investigación. Acusado de falsificar la cartilla de vacunación de su jefe, Cid decidió confesar tras ser encarcelado.
Comando jurídico
Su cometido era elaborar borradores de decretos golpistas con jurisprudencia y doctrina legal que sirvieran de aval para las decisiones golpistas. El comando más pequeño de los seis incluía a cuatro personas: a un abogado, un ministro, un asesor de política internacional y un sacerdote católico. Uno de los borradores fue encontrado en casa de otro acusado, el que fue ministro de Justicia, Anderson Torres, que era el encargado de la seguridad pública en Brasilia el día del asalto golpista, 8 de enero de 2023. Le pilló fuera del país, en Florida, donde también estaba Bolsonaro.
Comando de espionaje
A tenor de lo expuesto en el relato policial, el jefe de los servicios secretos, la ABIN, y el ministro encargado de la seguridad del presidente, un general, encabezaban este comando centrado en labores de espionaje para recabar informaciones útiles que ayudaran a diseñar los planes y acciones golpistas. Entre otros objetivos, vigilaron durante la transición los movimientos del presidente electo Lula y los del juez del Supremo Alexandre de Moraes. El plan era detenerlos, junto a otras autoridades, cuando Bolsonaro firmara el decreto que consumaría el golpe.
Comando de agitación cuartelera
(Un inciso histórico sobre Bolsonaro antes de entrar en las acusaciones policiales. El capitán salió del Ejército en 1988 por la puerta de atrás tras amenazar con colocar una bomba en una campaña para exigir aumentos salariales. Luego construyó su carrera de diputado sobre la defensa de los intereses corporativos de los policías militares, tradicionalmente mal pagados. Y, cuando emprendió su carrera hacia la Presidencia, empezó a cortejar a la tropa con su discurso nostálgico de la dictadura).
Este comando se dedicó a presionar a los altos oficiales que dijeron no al golpe mediante canales que se dirigen a la soldadesca. Cuando quedó claro que no se sumarían, emprendieron ataques personales para destruir sus reputaciones. Lo integraban un ministro, dos militares y un empresario.
Comando de apoyo logístico
Estaba compuesto por militares, varios de los cuales habían pasado por las fuerzas especiales del Ejército. Se dedicaban a diseñar planes operativos para la asonada. Pero además eran los encargados de la logística y manutención de los campamentos golpistas. Durante dos meses decenas de miles de bolsonaristas se instalaron en tiendas de campaña ante cuarteles por todo el país. El de Brasilia fue el más duradero, estuvo operativo durante la primera semana del mandato de Lula. Del palacio diseñado por Niemeyer para los militares en la dictadura, salieron a pie los radicales que entraron a las bravas en las sedes de la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo en un intento desesperado de que los militares intervinieran. Bolsonaro estaba lejos, en Florida, adonde viajó para no entregarle a Lula la banda presidencial.
Casi dos años después, Lula encara la mitad de su tercer mandato presidencial y piensa en la reelección. Bolsonaro está inhabilitado hasta 2030 y acumula acusaciones que pueden sentarle en el banquillo por golpismo, por apropiarse de unas joyas o falsificar su certificado de vacunación…, y más de 200 bolsonaristas, todos civiles, cumplen largas condenas por golpismo o están prófugos en Argentina.
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