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ELECCIONES VENEZUELA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Solo el pacto salvará a Venezuela

No basta con que las elecciones del 28 de julio se celebren sin trampas ni obstrucciones: el pacto será, además, el único camino para salvar al país, gane quien gane

People gather, as Venezuelan opposition presidential candidate Edmundo Gonzalez and Venezuelan opposition leader Maria Corina Machado participate in a presidential election campaign rally in Valencia, Carabobo State, Venezuela July 13, 2024. REUTERS/Gaby Oraa
People gather, as Venezuelan opposition presidential candidate Edmundo Gonzalez and Venezuelan opposition leader Maria Corina Machado participate in a presidential election campaign rally in Valencia, Carabobo State, Venezuela July 13, 2024. REUTERS/Gaby OraaGaby Oraa (Reuters)
Ramón Jáuregui

La solución a la crisis democrática y socioeconómica de Venezuela es vital para los venezolanos, pero es también importantísima para el mundo y fundamental para América Latina. Gran parte de la fractura política de la región se explica desde Caracas y el mayor problema migratorio del Sur de América Latina lo ha producido la salida de más de cinco millones de venezolanos en los últimos diez años. Pero no solo. La influencia geopolítica del caso venezolano es tan enorme que todas las potencias del mundo han estado y están involucradas en su solución. Sus derivadas energéticas no hace falta citarlas, si recordamos, simplemente, que es la primera reserva mundial de petróleo y la octava de gas.

Pero no basta con que las elecciones del 28 de julio se celebren finalmente sin trampas ni obstrucciones a la democracia. El pacto será, además, el único camino para salvar al país. Gane quien gane.

No está escrito que el chavismo será derrotado. Su implantación territorial, el ventajismo de su control sobre todos los poderes del Estado y el populismo social de sus políticas le mantienen en la carrera, a pesar de todo. Pero si gana Maduro, no podrá desoír a la mitad del país que ha votado en su contra, ni podrá contar con una asamblea legislativa que el año 2025 se renovará y dará lugar, seguro, a un abanico partidario plural, con el que deberá contar en cualquier caso. Tendrá que pactar, en definitiva, porque necesita que la comunidad internacional valide las elecciones y levante las sanciones a su economía.

Si gana la candidatura de Gonzalez Urrutia, la transmisión de poderes, desde principios de agosto de este año hasta el 10 de enero de 2025, en que tome posesión, será un proceso delicado y peligroso en el que tiene que producirse un desmontaje institucional del chavismo, lleno de renuncias y cesiones. Será necesario un pacto generoso de perdón colectivo para que esa transmisión se produzca lealmente.

Durante los meses previos a la toma de posesión del nuevo presidente, los partidos que apoyan la candidatura de González Urrutia debieran dar muestras de una amplia voluntad de consenso y de reconstruir el futuro de Venezuela sobre la base de que nadie sobra. La manera en que se materialice este punto y aparte en la trágica historia del país, les corresponde a todos, pero el chavismo no debe temer que se le apliquen responsabilidades del pasado ni que se les condene a las mismas condiciones que ellos aplicaron a la oposición cuando ejercieron el poder.

Soy consciente de la controversia social que esta medida suscita entre quienes quieren aplicar justicia al pasado. Pero no siempre es compatible la paz con la justicia, ni la conciliación social con la exigencia de responsabilidades pasadas en procesos de esta naturaleza. Salvando las distancias históricas y políticas, el éxito de la Transición política española desde la dictadura a la democracia, a finales de los setenta del siglo pasado, se basó precisamente en la voluntad expresa de la oposición democrática española de perdonar el pasado y construir el futuro junto a los herederos del régimen franquista. A la vista de todos está el éxito de aquella generosa actitud, que hoy recomendamos a los ganadores de la contienda electoral del 28-J. Un pacto de perdón mutuo sobre el pasado será necesario, para afrontar la recuperación democrática de Venezuela en los términos de “convivencia nacional” que, inteligente y generosamente, proclama el candidato González Urrutia en su campaña electoral.

Si las elecciones del 28 de julio son democráticas y los resultados reflejan la voluntad popular, la comunidad internacional debería articular, en cualquier caso, un conjunto de medidas que estimulen y favorezcan esta transición pactada.

En primer lugar, la comunidad internacional tiene que cubrir el vacío de reconocimiento institucional que sufren las instituciones de Venezuela en este momento. Ni la Presidencia de la República ni la Asamblea Nacional están actualmente reconocidas por la mayoría de los países e instancias internacionales. Especialmente la OEA, la UE y los Estados Unidos deberemos aceptar los resultados y otorgar reconocimiento al elegido. Con la máxima celeridad, hay que eliminar las sanciones a Venezuela y en particular ayudar a recuperar la producción y exportación petrolera en coordinación con las compañías capaces de reconstruir el ingenio petrolero del país. En el plano de las sanciones, sería también una buena señal, por parte de los Estados Unidos, la eliminación de las órdenes de busca y captura con recompensa, contra Maduro y otros agentes del Gobierno. Por último y no por eso menos importante, Venezuela necesita un plan de estabilización macroeconómica en el que participen los organismos financieros internacionales que permitan al país recuperar actividad económica, atender los servicios públicos y atraer la vuelta al país del exilio de los últimos años.

Entre los acuerdos que deben contemplarse, debería incluirse también la necesidad de pactar los próximos procesos electorales, tanto para las elecciones a la Asamblea Nacional como para las elecciones locales de gobernadores y alcaldes, que no pueden coincidir con las anteriores. Cobran especial importancia, en este plano, las elecciones legislativas a la Asamblea Nacional. Es urgente restaurar la legitimidad democrática a esta Cámara y sobre todo es imprescindible la clarificación política sobre quién es quién en el abigarrado panorama partidario del país. Una Asamblea Nacional elegida con la máxima proximidad a la toma de posesión del nuevo presidente sería un paso ideal para esta transición pactada.

Una última reflexión sobre el proceso. La cultura del pacto debe de impregnar al conjunto del país. Es una actitud colectiva que se manifiesta en una corriente social ineludible para todos. Especialmente para todos aquellos que actualmente ejercen responsabilidades institucionales en poderes del Estado: Poder Judicial, Fiscalía, administración electoral, función pública en general, policía, Fuerzas Armadas... Todos ellos tienen que favorecer la transmisión de poderes y la transición pactada que estamos proponiendo.

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