Sandra Torres, la veterana política que desdibujó el proyecto socialdemócrata
La exprimera dama se presenta a su tercer balotaje con pronósticos desfavorables, 30 puntos debajo de su contendiente, el progresista Bernardo Arévalo
Sandra Torres lleva doce años de batallas por ser la primera mujer presidenta de Guatemala, un objetivo que se trazó en 2011, cuando el mandato de su entonces esposo, Álvaro Colom, estaba por terminar. Las energías y los giros políticos de Torres para tratar de llegar cumplir su meta definen su carácter incansable y su capacidad para saltar obstáculos para lograr sus propósitos, su ambición de poder, opinan sus excorreligionarios.
En la búsqueda de la presidencia, Torres “ha destruido y desdibujado” a la Unidad Nacional de la Esperanza, el partido que un grupo de visionarios creó hace más de 20 años para que se convirtiera en un referente de la socialdemocracia en Latinoamérica, recuerda Fernando Barillas, uno de sus fundadores. Las ideas que Torres defendió en las últimas semanas, en la campaña hacia la segunda vuelta, “representan a la derecha recalcitrante”, todo lo contrario a la misión del partido y los programas sociales que se instalaron durante el gobierno de Colom, fallecido en enero pasado, se convirtieron en el motor clientelar del partido, cuenta Barillas a EL PAÍS.
La comunicadora de 67 años se define como una mujer de pueblo. Nació en Melchor de Mencos, una pequeña localidad del departamento de Petén, en el norte de Guatemala, fronteriza con Belice. Torres concede pocas entrevistas a la prensa y, cuando accede, asume una posición confrontativa ante cualquier cuestionamiento, como cuando se le pregunta por los regalos, dinero y viajes a Cancún que ofrece durante sus mítines o en la búsqueda de aliados políticos.
Torres cultivó su imagen pública desde el rol benefactor y asistencialista que la institucionalidad guatemalteca le concede a la esposa del presidente. Además de tomar su lugar en la Secretaría de Obras Sociales controlaba la entrega de las bolsas con alimentos y transferencias monetarias para las familias en situación de pobreza que se instalaron durante el gobierno de Colom (2008-2012).
Aunque ser primera dama no es un cargo público y Torres no debía rendir cuentas, sí ejercía autoridad y “ponía en línea” a los ministros del gabinete de Colom a cargo de la ejecución de los programas sociales. Aquello no era poder, sino liderazgo, dijo Torres durante la campaña de 2019. Barillas reconoce el liderazgo de Torres, de corte “impositivo e intransigente”, que hacía funcionar los programas sociales.
Durante el Gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza, los guatemaltecos padecieron varias catástrofes, recuerda Barillas a quien se le encomendó la vocería oficial por la confianza de Colom. Así, Torres construyó su carisma político a partir de su empatía con las necesidades de las personas afectadas por una tormenta, una erupción volcánica o un terremoto. “Pasaba horas escuchando a la gente, conectaba con sus necesidades y hacía lo imposible para darle a cada quien lo que necesitaba: si le pedían medicinas, si una familia había perdido su crianza de pollos o se había quedado sin techo, Sandra buscaba la forma de conseguirlos”, recuerda Barillas. En esa época no era extraño ver largas filas de personas en busca de ayuda en la sede de la Secretaría de Obras Sociales de la esposa del presidente. Torres encontró en las dádivas el señuelo para atraer votantes, eso dicen quienes asisten a los mítines. “Sandra nos daba medicinas, nos ayudaba”.
Al término del Gobierno de su esposo, Torres quería ser presidenta, pero no podía postularse porque la Constitución prohíbe que el sucesor en el poder tenga algún grado de afinidad con el mandatario. Barillas y otros líderes del partido le propusieron a Torres que contendiera por una diputación. “Hubiera logrado un triunfo arrasador para ella y el partido habría tenido una bancada fuerte para gobernar desde el Congreso, pero Sandra se enfureció como no la había visto antes, nos llamó traidores…nos dijo de todo”, continúa Barillas. La prueba de que Torres haría todo lo necesario para lograr su objetivo quedó en evidencia cuando se divorció de Colom para poder competir por la presidencia. Su estrategia no funcionó porque una resolución judicial señaló que su separación fue una burla legal para acceder a la candidatura y se le negó la inscripción.
Aquella fue la primera gran ruptura con los correligionarios del partido que fundó el ingeniero Colom, que provenía de una familia política reformista. El partido Une vivió muchas luchas internas. Durante el Gobierno de Alejandro Giammattei, Torres le disputó la personería del partido a un grupo de diputados que no querían estar bajo su mando. Con el aval de varias judicaturas, Torres se quedó con la agrupación política y asumió la secretaría general.
Los diputados que se quedaron en el partido bajo la dirección de Torres se integraron a la alianza oficialista que apoyó la aprobación de las leyes y el presupuesto, a conveniencia del gobierno de Giammattei. El diputado Jorge Vargas, sancionado por Estados Unidos por vínculos con redes de corrupción, se convirtió en el principal operador de Torres en el Congreso.
Según el Departamento de Estado, Vargas opera “en la cúspide de una red diseñada para controlar contratos y operaciones en puertos administrados por el gobierno para beneficio personal”. También lo señalan por “mantener lealtades pagando sobornos a cambio de que los sindicatos creen bloqueos y huelgas para promover objetivos políticos”. Con su nueva posición, Torres se preparaba para espantar el fantasma de la derrota que le había acechado en las dos elecciones anteriores.
En 2015 la exprimera dama perdió frente al comediante Jimmy Morales Cabrera, que triunfó gracias al slogan “ni corrupto ni ladrón”. Entonces, su compañero de fórmula de Torres fue el empresario multimillonario Mario Leal Castillo, un exfuncionario del Partido Patriota, cuyo Gobierno de 2012 a 2016 estuvo marcado por casos de gran corrupción.
Torres atrajo a Castillo para que su propuesta partidaria fuera más atractiva a las élites económicas pero no lo logró. En su intento de 2019, Torres hizo binomio con el diplomático Carlos Raul Morales, canciller durante el gobierno del comediante que expulsó a la CICIG de Guatemala. En segunda vuelta, la competencia fue tan agresiva que el entonces candidato, Alejandro Giammattei, prometió “hacer todo lo que está en mis manos por meter a la cárcel a la señora Sandra Torres”.
Torres fue a prisión pero no a instancias de Giammattei. Cuando la Fiscalía Especial contra la Impunidad investigaba actos de corrupción, encontró indicios para procesar a Torres por financiamiento electoral ilícito. Torres pasó cuatro meses en prisión y fue excarcelada durante la gestión de Consuelo Porras, sancionada por el Departamento de Estado como una actora corrupta y antidemocrática. La candidata de UNE ha elogiado la gestión de Porras por no haberse “politizado”.
Un error que podría despojarle el poder de ‘cogobernar’
Mientras esperaba el año electoral y que se iniciaran las campañas políticas, Sandra Torres se desempeñaba como una importante operadora en el Congreso. “Muchas de las negociaciones que Alejandro Giammattei o Jimmy Morales o inclusive el Partido Patriota tenían que pasar por ella para poder movilizar a sus diputados para que votaran a favor del Presupuesto General de la Nación o de otras leyes”, explica la politóloga Marielos Chang.
En la actual campaña, Torres ha adoptado el discurso de la excandidata a la presidencia Zury Ríos, la hija del dictador Efraín Ríos Montt acusado por genocidio, que se pronunciaba en contra del aborto y la identidad de género y en defensa de la familia tradicional.
Repetir el discurso de Ríos, que quedó sexta en la primera vuelta, fue una “movida desesperada” que le podría arrebatar el poder de cogobernar como lo ha hecho con Jimmy Morales y con Alejandro Giammattei, analiza Chang.
Torres está en la segunda, aunque las encuestas vaticinan una probable derrota no sólo le arrebataría una vez más la oportunidad de acariciar la banda presidencial sino que podría despojarle del poder político de negociar en el Congreso. Sin embargo, el partido UNE tiene la segunda bancada más numerosa para la próxima legislatura, con 28 diputados, detrás del bloque del partido de Giammattei, que logró 39 escaños.
De hecho, cuatro hijos del primer matrimonio de Torres con Edgar de Leon Sotomayor ganaron diputaciones en las elecciones del 25 de junio: Lourdes Teresita de León Torres y Nadia Lorena de León Torres lograron curules en el Congreso de la República. Édgar Antonio de León Torres será diputado titular ante el Parlamento Centroamericano y Sandra Raquel de León Torres quedó como suplente también en el legislativo regional. Excepto Nadia, que compitió con la agrupación Nosotros, los tres hijos de Torres se postularon por el partido UNE.
En una entrevista previa a la primera vuelta, cuando le preguntaron por cómo se identificaba, Torres quitó peso a sus giros y remató con la frase: “Mi ideología es Guatemala”. En su tercera campaña política, Torres desdibujó el partido socialdemócrata y muy probablemente minó el poder que controla desde el Congreso, el sitio que rechazó por su afán de llegar a la presidencia.
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