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En colaboración conCAF

Cuidar los cinco bosques mesoamericanos para poder seguir viendo aves migratorias en Central Park

Un estudio publicado en ‘Biological Conservation’ encontró que estas selvas albergan hasta el 46% de las poblaciones globales de 40 especies que anidan en Norteamérica

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“Estando aquí, en Seattle, Washington, yo no puedo conservar las aves que veo y que amo solo haciendo acciones acá”, dice en una videollamada Anna Lello-Smith, investigadora de Wildlife Conservation Society (WCS). “Pensamos que las aves son nuestras, de Norteamérica, porque aquí anidan. Pero, en muchos casos, pasan la mayoría del año en Centroamérica y Sudamérica. Y eso es lo más bonito: que las aves nos conectan entre hemisferios”, agrega refiriéndose a los resultados de un estudio que lideró y que encontró que los cinco grandes bosques de Mesoamérica albergan entre el 10% y el 46% de las poblaciones globales de 40 especies de aves migratorias.

Aunque menos populares que su gigante vecino amazónico, la Selva Maya (en México, Belice y Guatemala), la Moskitia (en Honduras y Nicaragua), Indio Maíz-Tortugero (en Nicaragua y Costa Rica), la Amistad (en Costa Rica y Panamá) y el Darién (en Panamá y norte de Colombia), son un relicto de las selvas que quedan en pie y actúan como un corredor de protección para numerosos animales. En especial, para las aves que migran de norte y a sur, y que encuentran en estos ecosistemas un refugio: ya sea para quedarse allí cuando en Norteamérica es invierno, o hacer una parada antes de llegar a su destino final.

Más de un tercio de todas las reinitas de anteojos (Kentucky Warbler), por ejemplo, se concentran en estos cinco grandes bosques durante la temporada no reproductiva, al igual que lo hacen una cuarta parte de los zorzales del bosque (Wood Thrush) y las reinitas alidoradas (Golden-winged Warbler), señala la investigación publicada en Biological Conservation.

“A lo largo del continente hay paisajes hermanos”, asegura Lello-Smith. Las aves que en algunos meses están en el noreste de Estados Unidos, en Minnesota, Wisconsin, el delta del Misisipi, las regiones de los Apalaches y Texas Hill, o en Ontario y Quebec, Canadá, en otros momentos habitan en Mesoamérica. Y aunque es algo que, por los mismos patrones de la migración, ya se conocía, el reciente estudio logró rastrear las rutas con más precisión y de forma masiva.

Para lograrlo acudieron a E-Bird, una plataforma de ciencia ciudadana en la que aficionados locales y expertos suben información sobre las aves que han observado, incluyendo especie y punto específico en el que la vieron. La aplicación ya cuenta con más de 2.000 millones de registros alimentados por más de un millón de personas, lo que les permitió a los científicos de WCS y de la Universidad de Cornell rastrear cómo fueron los movimientos a lo largo de las 52 semanas de 2022.

Identificaron dinámicas importantes. Algunas casi intuitivas, como que en la Selva Maya –la más grande de las cinco, con 37.000 kilómetros cuadrados– tuvo el porcentaje medio más alto de población de todas las especies. Mientras Indio Maíz –la más pequeña con 4.600 kilómetros cuadrados– presentó el porcentaje más bajo. Pero hay otros hallazgos más inquietantes. Esta última, junto a Moskitia, están entre las más presionadas por la deforestación, a pesar de que son las más importantes para las aves migratorias, al soportar alrededor del 10% de la población de cinco especies con algún nivel de amenaza: la curruca de Kentucky, la curruca aliazul, el zorzal americano, la curruca alidorada, y la curruca cerúlea. Desde 1970, América del Norte ha perdido un total de 2.500 millones de aves migratorias de 419 especies.

Para Lello-Smith, los resultados son un llamado para que las organizaciones de Estados Unidos y Norteamérica entiendan que también deben invertir en la conservación de otros países. Así podrán seguir viendo las aves que los acompañan en sus recorridos por Central Park o que escuchan al amanecer. “Los cinco grandes bosques de Mesoamérica están desapareciendo por la ganadería ilegal y los incendios”, recuerda. En el caso de la Moskitia, se ha talado un tercio de su vegetación en solo dos décadas.

Como un retrato paralelo de lo que sucede en el contexto político y humano, las aves no solo advierten del riesgo que significa perder la conexión entre norte y sur, sino sobre lo orgánico que es migrar a lo largo del continente.

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