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En colaboración conCAF

Invertir en estudiar la naturaleza frente al extractivismo para el desarrollo latinoamericano

Un informe de CAF y el Tide Centre de la Universidad de Oxford señala que la región está incluso detrás de Asia y África a la hora de invertir en un desarrollo a partir del potencial biológico

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La biodiversidad como aliada del desarrollo va más allá de la disyuntiva entre conservarla o extraerla. En los países de América Latina y el Caribe, rodeados por diversidad en todas sus formas, las plantas, animales, paisajes y potencial genético también debería ser una fuente de inspiración para progresar. Así lo señala un informe de CAF y el Tide Centre de la Universidad de Oxford, que fue lanzado durante la cumbre de cambio climático (COP30) de Naciones Unidas que se celebra en Belém de Pará, Brasil. En la región que contiene más de la mitad de la biodiversidad del planeta, la naturaleza se ha visto como “algo que preservar, no como algo de lo que aprender”, ignorando el potencial que tiene para acercarse a una sociedad más inclusiva y resiliente.

“La biodiversidad no es solo un activo natural que hay que preservar”, aclara el informe. “También una frontera productiva que hay que cultivar, capaz de afianzar la transformación estructural, el empleo de calidad y la resiliencia medioambiental”. Y aunque, recientemente, los países y líderes de la región han navegado por distintas orillas, explorando cómo convertir a la biodiversidad en un potencial que no sea antagónico a la economía – o cómo incluso cambiar lo que se entiende por crecimiento económico en sí mismo –, en el fondo permanece una idea errónea: que a la biodiversidad hay que extraerla y utilizarla. En cambio, lo que propone la bioinspiración, como le llaman, es basarse en los “principios de diseño de la naturaleza en lugar de en la extracción continua” para tener una guía de cómo desarrollarse.

En el reporte, se indica que ya hay unos caminos que nos acercan a esa propuesta. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, desde 1990 se han implementado más de 250 programas de pagos por servicios ambientales. Y, a través del ecoturismo, se crearon 3,5 millones de trabajos para 2018. También, países como Argentina, Brasil, Colombia y Costa Rica han publicado estrategias de bioeconomía para promover el desarrollo sostenible. Pero la bioinspiración va más allá. Tiene que ver con evitar ver la biodiversidad como un objeto de simple intercambio, de comercio. “No toda la bioeconomía es desarrollista”, dice el informe. “Si no se controla, partes de la bioeconomía pueden simplemente biologizar el antiguo extractivismo, sustituyendo las materias primas fósiles por otras biológicas, al tiempo que se mantiene la captura desigual de valor, el débil aprendizaje y la presión ecológica”.

Amir Lebdioui, profesor del TIDE Centre y autor del documento, deja claro el potencial de la bioinspiración en un comunicado. “El mundo en desarrollo alberga la mayor parte de la biodiversidad del planeta, que es una vasta biblioteca de inteligencia biológica construida durante 3.400 millones de años de evolución. Sin embargo, este extraordinario patrimonio sigue siendo en gran medida inexplotado para el desarrollo local y la innovación sostenible”.

Más dinero en investigación y biodiversidad

Latinoamérica y el Caribe es una región de paradojas, y este caso no se escapa a tal premisa. Pese a las condiciones ventajosas que tiene para encontrar soluciones en la biodiversidad, el gasto que se destina a investigación y desarrollo es extremadamente bajo. Representa solo el 0,6% del Producto Interior Bruto (PIB) de la región, debajo de la media mundial, que es alrededor del 2%. Su gasto, además, viene de fondos públicos, lo que supone una limitación fiscal. Para cerrar la brecha, aseguran Tide y CAF, el gasto en investigación y desarrollo debe pasar de los 35.000 millones de dólares que hay en la actualidad, a al menos 130.000 millones de dólares anuales.

Esta falta de gasto se traduce en obstáculos sobre el terreno, como acceso limitado a infraestructura para investigación, falta de oportunidades para que las personas se profesionalicen en estas áreas y nula coordinación. El Pacífico, el Caribe y la Amazonia, por ejemplo, tienen la menor densidad de laboratorios, universidad de investigación y financiación de la innovación, a pesar de tener la mayor riqueza biológica.

Sobre ese último punto, la financiación para la biodiversidad, el informe también hace énfasis. En una paradoja más se explica que, a pesar de que en América Latina y el Caribe el gasto en biodiversidad ha superado al de otras regiones - se ha multiplicado por seis, pasando de unos 500 millones a más de 3000 millones en 2017 –, se ha enfocado casi que exclusivamente en la conservación. A la hora de categorizarlo bajo la sombrilla de financiación para el desarrollo relacionado con la biodiversidad, se sitúa incluso por detrás de Asia y África, con “un promedio de 3.200 millones de dólares anuales en la última década”.

“Durante demasiado tiempo, la financiación de la biodiversidad se ha centrado principalmente en la conservación, pero no en los medios de vida”, también ha señalado Alicia Montalvo, gerenta de Acción Climática y Biodiversidad Positiva de CAF. “Si bien estos esfuerzos siguen siendo esenciales, no son suficientes. Los bancos de desarrollo como la CAF tienen un papel único que desempeñar para tender puentes entre estas agendas”.

La innovación, insisten, es el “eslabón perdido en la transformación estructural de América Latina y el Caribe”. Para impulsarla, no basta con albergar la biodiversidad: verlo desde ese punto es lo que ha llevado a los países a limitarse a ser exportadores de materia prima. También se debe tener en cuenta el potencial científico para estudiarla, comprenderla y analizarla, y un respaldo económico que le permita a los latinos y caribeños descifrar sus enigmas para traducirlos en soluciones.

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