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La experiencia cubana de Ramón y Cajal: un año en la guerra que financió su primer microscopio

Hace 150 años que el científico residió en La Habana, con apenas 22 años. Una exposición en la capital cubana pone en valor su faceta como académico, fotógrafo y dibujante

Santiago Ramón y Cajal recién llegado de doctor con su microscopio Verick, en Zaragoza hacia el año 1879.Instituto Cajal-CSIC

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Santiago Ramón y Cajal llegó a Cuba por obligación. Al igual que estudiar Medicina, alistarse al ejército no era su deseo. Pero no pudo negarse a los planes que su padre tenía para él. Así que un 17 de junio de 1874, un jovencísimo recién graduado aterrizó en La Habana con los conocimientos justos y la curiosidad característica de una de las mentes más brillantes de España para cumplir en el Cuerpo de Sanidad Militar durante la guerra de independencia. En Cuba no sólo afianzó la defensa por la sanidad pública, sino que logró ahorrar para comprar a plazos su primer microscopio. Y aunque el contagio de malaria le mandó de vuelta a Zaragoza por considerarse un “inutilizado en campaña”, esa experiencia le permitió, años más tarde, describir y dibujar la microbiología del paludismo y el sistema nervioso del mosquito que lo transmite.

Hace algo más de 150 años que el que después sería el primer Premio Nobel de Medicina español pisaba la isla con apenas 22 años. Según recogen sus diarios, rechazó tener un trato preferencial para “compartir la suerte” de sus compañeros de guerra y “satisfacer la deuda de sangre” con su patria. Ramón y Cajal acabó siendo destinado a la enfermería de Vista Hermosa, en el Departamento Central de Puerto Príncipe (actual provincia de Camagüey), una de las zonas más peligrosas de la isla entonces. El joven soñaba con adentrarse en las vírgenes selvas y cruzarse con los más exóticos animales, pero terminó hastiado de la manigua —la maleza— cubana e irritado con la corrupción en los salarios (que llegaban a medias o no llegaban) y el reparto de alimentos entre él y los oficiales, que consumían “casi toda la carne, huevos, jerez y cerveza” del presupuesto del hospital. Para conseguir recuperar la mitad de sus pagas atrasadas, de hecho, tuvo que sobornar al funcionario de turno. Encontrarse de frente con la corrupción, cuentan sus conocedores, le dolió tanto como las afecciones que contrajo en Cuba.

En Vista Hermosa, participó en un altercado con un grupo de mambises [combatientes por la independencia] que atacaron su puesto militar. Aunque fusil en mano y dirigiendo a los enfermos hospitalizados logró evitar que tomaran el hospital. En sus cuadernos reconoció que su cometido no era batirse, “sino curar dolientes”. Estos enfermos que cuidaba eran más pacientes de malaria que malheridos de guerra. Por eso, empezó a obsesionarse con las aguas sucias encharcadas. Las miraba a través de un microscopio que se había agenciado, en busca de microorganismos. Esto llamó la atención del comandante del puesto militar, que remitió un informe a las autoridades en Camagüey que pidió su traslado porque el “físico” Ramón y Cajal se pasaba las horas del día “mirando por un tubo”.

Siglo y medio después de esos primeros pasos de su carrera, el grupo de trabajo Cajal —creado en 2021 por el Consejo de Ministros de España— ha homenajeado su estancia en el país caribeño con una exposición que atrajo a científicos, médicos y estudiantes de varias edades. El pasado 5 de febrero, en el Museo Casa Alejandro de Humboldt, ubicado en La Habana Vieja, se expuso Cuba con Cajal, una selección de 50 dibujos y fotografías explicadas que muestran lo polímata que fue el padre de la neurociencia. “Pocos conocen todas sus facetas, pero sus dibujos científicos son verdaderas obras de arte que se han comparado con Miguel Ángel o Da Vinci”, narra por teléfono Juanjo Rubio, coordinador de la exposición y encuentro científico y miembro del grupo de trabajo Cajal.

Las obras son réplicas seleccionadas con mimo por Juan de Carlos, director científico del Legado Cajal, del Instituto Cajal - CSIC. Este investigador estuvo durante casi un año eligiendo entre el acervo de casi 30.000 objetos qué llevar y cómo ponerlo en contexto. La tarea estaba en manos de quien custodió su legado durante casi dos décadas. “Su obra lleva años en el Instituto Cajal sin exponer prácticamente... Yo he llevado parte de su colección a través del mundo. A Alemania, Japón, EE UU… Es valiosísimo. Sucede a menudo que la gente se sorprende de todas las caras de Cajal”, cuenta.

Dibujo de Santiago Ramón y Cajal.Instituto Cajal-CSIC

Con siete u ocho años, Ramón y Cajal ya había creado un artefacto similar a un cañón con el que reventó la puerta de los vecinos. Por esa jugarreta, pasó tres días en la cárcel del pueblo con el beneplácito de su estricto padre. Sin embargo, ni siquiera dentro pudieron apaciguar su innata curiosidad. El niño, abstraído por las luces y las sombras que se colaban en su celda, descubrió entonces el fenómeno de la cámara oscura. Esta fue la base del estudio de la fotografía y ayudó a capturar la perspectiva y la anatomía de forma más precisa, una tecnología visionaria en este campo. El científico también fue zapatero, un excelente jugador de ajedrez, uno de los primeros en autorretratarse, padre de siete hijos, y un joven atlético que, se cree, sobrevivió a la malaria precisamente por su musculatura. “Su vida es de película. Y le sacó punta a todo, incluso a las trastadas”, cuenta De Carlos.

La exposición, explica la doctora Grisel Terrón Quintero, directora de Bienes Patrimoniales de la Oficina del Historiador de La Habana, fue todo un éxito precisamente porque atrajo a personas de diferentes oficios y recorridos. “Muchos llegaron atraídos por su contribución a la ciencia; vinieron muchos médicos y neurocientíficos, y otros llegaron interesados por sus dibujos”, cuenta. “Normalmente, asiste a nuestros eventos un público fidelizado, pero esto rompió con todo lo que podíamos concebir y a los niños les fascinó”. La doctora asegura que seguirán exponiendo el material en más eventos itinerantes para que llegue a “todo el país”.

En Cuba, Ramón y Cajal sigue siendo hoy un gran referente. En 1908, la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, le designó Académico de Mérito por unanimidad. En 2011, se inauguró la Cátedra Cajal en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. En La Habana Vieja, perdura el Centro de Rehabilitación Geriátrica Santiago Ramón Cajal. Y su imagen, inmortalizada por uno de los grandes escultores del país, José Villa Soberón, recoge en el Centro de Neurociencias de Cuba sus conocidas palabras: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.

Juan de Carlos realiza una visita guiada a un grupo de niños en la exposición de Ramón y Cajal, en Cuba.

“España le debe mucho a Cajal”

Cajal obtuvo el Premio Moscú en 1900, el Nobel en Fisiología y Medicina en 1906 y un año después fue nombrado presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Biológicas, donde dirigió el mayor proyecto científico de regeneración y modernización llevado a cabo en España a principios del siglo XX. Esta institución que lideraba se convirtió en el germen de lo que hoy es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sin embargo, De Carlos considera que no se le ha puesto en el lugar que corresponde: “Trabajó con sus propios medios ímprobos durante mucho tiempo. Él dio a conocer mucho España por su aporte a la ciencia y España no se lo está devolviendo como debe. Le debe mucho”.

Quedan apenas 10 meses para que De Carlos se jubile y teme hacerlo sin ver abierto el museo de Ramón y Cajal, un centro que lleva años entre las promesas políticas y que, recientemente, fue aprobado. “Estamos expectantes. Llevamos 91 años guardando su legado y no se ha hecho mucho, ojalá que el Gobierno cumpla”, espera.

Antes de morir, en 1934, Cajal dejó un acervo importantísimo de su obra, artefactos científicos y de su vida personal, como diarios y carteras. Nueve años después, sus discípulos decidieron utilizarlo para crear un modesto museo en el interior del Instituto Cajal. Estos objetos han ido moviéndose de sede en sede -está por inaugurarse la cuarta- a veces expuestos y otras en una sala con la humedad, temperatura y luz óptimas para su conservación. Sin embargo, con el paso de las décadas, gran parte de la colección se ha ido deteriorando. “De los 35.000 dibujos que hizo a lo largo de su vida, solo tenemos 1.800. Es una pena”, dice De Carlos. Aún quedan 28.000 piezas que pertenecieron al Nobel como manuscritos, más de 2.700 fotografías, cartas -alguna de ellas de algún amigo del servicio militar en Cuba-, documentación, material de laboratorio, un sello de lacre, y hasta sus gafas y el bastón que usó los últimos años de su vida.

Cajal retratado con el uniforme del Capitán del Cuerpo de Sanidad, poco antes de embarcarse para Cuba. En 1874.Instituto Cajal-CSIC

Este legado, declarado Bien de Interés Cultural el pasado 2 de abril, se conserva actualmente en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, esperando a ser expuesto, al fin, en uno que lleve su nombre.

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