Brasil revela su plan climático: se compromete a reducir emisiones hasta un 67% para 2035
El Gobierno de Lula ha sido uno de los primeros del mundo en presentar estos compromisos ante Naciones Unidas. Pero expertos coinciden en que las metas se quedan cortas frente a la crisis climática
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Brasil se adelantó. Durante la Conferencia de Cambio Climático de Naciones Unidas, COP29, que terminó el fin de semana, el vicepresidente del país, Geraldo Alckmin, presentó la actualización de sus compromisos climáticos internacionales. Para 2035, Brasil quiere reducir entre un 59% y un 67% sus emisiones en relación a lo que generó en 2005. La fecha limite que tiene los países para presentar esos documentos — una guía de cómo piensan mantenerse en línea con el Acuerdo de París que presentan desde 2016 y que deben actualizar cada cinco años — es febrero de 2025. Pero Brasil, como anfitrión de la próxima COP30, hizo un pacto con Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán, los presidentes de las dos últimas conferencias, para presionar a otros países a ser más ambiciosos en sus compromisos climáticos. Presentar sus metas con antelación es parte de la estrategia.
Que Brasil tome la delantera no deja de ser una noticia para celebrar. Además, porque a diferencia de previos compromisos climáticos que han presentado ante la ONU, este no solo habla de su plan para reducir gases de efecto invernadero, sino de cómo adaptarse al cambio climático. Brasil, dice el documento, creó el Pacto para la Transformación Ecológica entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial para acelerar las propuestas que tengan que ver con el tema. También hay pistas sobre cómo reestructurar la economía nacional para lograrlo. A lo largo de 2025, señala el documento, presentarán 16 planes sectoriales de adaptación y siete planes sectoriales de mitigación para aterrizar lo que Brasil busca cumplir de aquí a 2035.
Pero en un mundo sumergido en la crisis climática todo parece quedarse corto, y los compromisos de Brasil no son la excepción. “Los compromisos climáticos tienen algún progreso, pero muestran una disonancia cognitiva”, señaló Claudio Angelo, coordinador de Política Internacional del Observatório do Clima. “Por un lado, muestra que los Ministerios de Hacienda y Medio Ambiente están trabajando para alinear las políticas públicas con la descarbonización. Por otro lado, establece objetivos de reducción de emisiones que están muy alejados de la transformación estructural de la economía necesaria”.
Las estimaciones que han dado grupos de científicos como los del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) indican que para tener alrededor del 67% de probabilidad de que la temperatura promedio global no supere los 1,5° C para finales de siglo en comparación con la era preindustrial, se deben reducir el 60% de las emisiones en relación al escenario de 2019. En ese sentido, Brasil se puede quedar corto. Como afirma Karen Silverwood-Cope, director climático del World Resource Institute de Brasil, si el país cumple la meta ambiciosa, la de 67%, podría estar en el camino de lograr neutralidad climática de aquí a 2050. “En cambio, reducir las emisiones sólo un 59% de aquí a 2035 es una contribución que se queda corta para alcanzar el mismo objetivo”.
Análisis realizados por el Observatório do Clima a principios de este año, habían sugerido que si se toma la línea base de 2005 – que es la elegida por Brasil – se deberían reducir las emisiones en al menos un 92% para 2035 para seguir en la vía de los 1,5°C. Esto porque, en otras palabras, si los compromisos que ha presentado Brasil se llevan a la línea base de 2019 – como la que ha calculado el IPCC – el país solo está buscando reducir sus emisiones entre el 39% y el 50%. La meta global, hay que recordar, es del 60%.
Otro tema que ha despertado críticas es el amplio rango que existe entre reducir el 59% y el 67% de las emisiones. Representa una diferencia de 200 toneladas métricas equivalentes de dióxido de carbono: casi lo mismo que todas las emisiones anuales que genera un país como Bélgica, dice el Observatório do Clima. Un calculo distinto que dan para entender la diferencia es que, para cumplir con la meta del 59%, se necesitaría evitar la deforestación en unos 5.000 km2 de Brasil. Para llegar a la del 67%, la cifra sube a 10.000 km2 de áreas no deforestadas.
Brasil, con el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva, ha retomado su liderazgo climático, uno que no puede ser ignorado si se tiene en cuenta que es uno de los diez países que genera más emisiones, tanto históricas como anuales. En 2024 redujo las tasas de deforestación en la Amazonia brasileña en un 30,6% en relación a 2023. Ese año, también había logrado una reducción del 22,3% en relación a 2022. “Esto corresponde a una tasa consolidada de reducción de la deforestación del 45,7%, lo que representa el mejor desempeño de Brasil desde 2015″, dice el documento presentado ante la ONU.
El país también tiene un proyecto de ley en el Congreso para crear un sistema de comercio de emisiones que le permitiría tener un mercado de bonos de carbono formal y regulado. Pero sus planes con los combustibles fósiles siguen siendo una suerte de piedra en el zapato. “Actualmente, Brasil planea incrementar su producción de combustibles fósiles en un 36% a 2035″, recordó Shady Khalil, estratega senior de Política Global de Oil Change International. “Es un hecho ignorado por el nuevo plan climático nacional”. El país no la tiene fácil. Sobre todo porque está ad portas de recibir la presidencia de la COP30, que se celebrará a finales del próximo año en la amazónica ciudad de Belén de Pará y en la que deberá dejar claro cuál es su pulso climático.