Un llamado a la acción por la igualdad de género
Las instituciones públicas, el sector privado y la sociedad en su conjunto deben trabajar para lograr un mayor financiamiento para la eliminación de la pobreza y la inequidad
Si no revertimos las tendencias actuales, 20 millones de mujeres y niñas en América Latina y el Caribe vivirán en pobreza extrema para 2030, bajo el umbral internacional de 1,90 dólares (1,75 euros) al día, según los últimos informes de la ONU. Nos alarma saber que la inseguridad alimentaria les afecta desproporcionadamente en la región, y la crisis climática promete profundizar este impacto en el futuro. En 2022, el 41,8% de las mujeres de la región sufrió algún grado de inseguridad alimentaria, en comparación con el 32,7% de los hombres. Uno de los principales obstáculos para la igualdad de género en 2030 es la falta de financiamiento: hasta el momento, apenas un 1% de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), poniendo en riesgo su operatividad a largo plazo.
Es crucial apoyar a las organizaciones y redes de mujeres y feministas, pues representan una voz fundamental en la promoción de la igualdad de género. Además, muchas veces llegan a dónde aún no llega el Estado y permiten avances a nivel comunitario y en marcos normativos nacionales, regionales e internacionales aportando desde la investigación, innovación e incidencia.
Priorizar la igualdad en los presupuestos públicos y el financiamiento de las instituciones y políticas en ese sentido es una decisión política que materializa la voluntad de avanzar hacia una sociedad más igualitaria.
Cuando una mujer carga con todas las tareas que implican los cuidados, lo primero que tiene es pobreza de tiempo
No hay misterio: cuando hay recursos y visión política hay resultados. Por eso, exhortamos a los gobiernos a tomar medidas a nivel regional, nacional y local que signifiquen avances hacia el trabajo decente, la reducción de la pobreza y las desigualdades y el desarrollo sostenible con las mujeres en el centro.
Es preciso aumentar la inversión y el gasto público para fomentar la creación de empleos decentes con las mujeres y las generaciones jóvenes en el centro de las respuestas en los sectores de las ciencias y las tecnologías, ya que las mujeres aún son una minoría de quienes se forman en Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC). En algunos países de la región no llegan ni al 20%. Es necesario movilizar recursos para promover el acceso a créditos sostenibles para la innovación y la generación de medios de vida, ya que todavía muchas mujeres siguen sin tener ingresos propios. El 25,3% de mujeres mayores de 25 años se encuentran en esta situación, y sin ingresos propios es muy difícil tener autonomía física, económica o política.
La transición hacia una sociedad de los cuidados y el desarrollo sostenible es posible y necesaria. La redistribución social del cuidado, a través de políticas y sistemas integrales, es esencial para reducir la pobreza y la desigualdad, generando empleo y empoderando a las mujeres. Cuando una mujer carga con todas las tareas que implican los cuidados, lo primero que tiene es pobreza de tiempo. Le falta tiempo para desarrollarse, para estudiar, para capacitarse, para trabajar de forma remunerada, para mejorar sus condiciones, para defender sus derechos laborales… y esto sin duda resulta en mayor pobreza monetaria. Cuanta más pobreza económica, más carga de cuidados. Cuantas más discriminaciones, es más difícil avanzar en la autonomía de las mujeres, para que vivan libres de violencia, para que puedan salir de relaciones y espacios que las oprimen o que las discriminan, muchas veces de hogares que son un ámbito inseguro.
En el contexto de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW68) que tendrá lugar en la ciudad de Nueva York del 11 al 22 de marzo, los países de América Latina y los países comprometidos con la igualdad de género de todo el mundo se reunirán para avanzar acuerdos intergubernamentales en torno a la pobreza y a la igualdad de género. Para eliminar la creciente feminización de la pobreza y la desigualdad que sufren las mujeres de la región será fundamental reconocer las discriminaciones que aún viven las mujeres indígenas, rurales, afrodescendientes, con discapacidad y en situación de migración. También será necesario reflexionar sobre políticas públicas y soluciones innovadoras que permitan avanzar y mejorar la calidad de vida de todas las mujeres, y en especial de las más discriminadas de los países en desarrollo, y de los países insulares e islas como el Caribe que se enfrentan a desafíos de sostenibilidad aún mayores.
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