“No queremos que nos narren”: los ríos y las selvas contados por quienes los habitan
Ocho proyectos de colectivos latinoamericanos ahondan en el territorio, la memoria y el legado cultural de las comunidades con una mirada anticolonialista
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Es una mañana de agosto y Raimundo Berro Grosso cierra los ojos en la vera del río Xingú, en el Estado brasileño de Pará, para recordar: “Yo tengo una estrella que es mi guía. Nace para mí, es pequeñita y crece hasta un cierto tamaño y luego se cierra. Cuando aparece, puede que el agua esté oscura o como sea, pero me hace ver el agua clara, igual a como la estoy viendo ahora. El día que sale es el día de más suerte en la pesca”. Lo cuenta frente a tres fotógrafos a los que también les cuesta abrir los ojos y volver a ver a Raimundo desplazado a las periferias de Altamira, lejos del pescado y su orilla, desde que en 2016 el Gobierno brasileño creara la segunda represa más grande de Brasil. La construcción convirtió esta zona en el epicentro de la violencia del país y desplazó a 30.000 vecinos del territorio a la ciudad.
Una de las que escuchaba a este pescador es Mariana Grief, fotógrafa uruguaya que vive en Brasil, y parte del Colectivo Agua y su proyecto Memorias do río (Memorias del río). “Esta historia de desplazamiento y pobreza ya se había contado antes en varios medios de comunicación. Pero nosotros estamos cansados de la revictimización y de que se cuente la miseria de otros”, dice por teléfono. Es por ello que optaron por invitar a cuatro desplazados por la hidroeléctrica (Francineide, Raimundo, Daniela y Raimunda) al territorio en el que se criaron, recordar y luego intervenir las imágenes con dibujos de sus propias memorias. Una red de pesca llena, palmeras, hamacas, niños, peces de colores y canoas… El resultado del proyecto es un paseo por los sueños y las historias que reviven quienes salieron a la fuerza de sus casas.
En la imagen intervenida de Berro, aparece subido a una canoa, sujetando una red pintada de blanco con peces, bajo un cielo estrellado y su guía, especialmente brillante. Esta fotografía fue la única intervenida por el colectivo, compuesto también por Pablo Albarenga y Soll Sousa, ya que el pescador desarrolló párkinson después del desalojo.
Colectivo Agua es uno de los ocho colectivos seleccionados por ECO-23, Encuentros de colectivos iberoamericanos. Esta organización surge en 2008 para becar y promover proyectos de la región que tengan vocación de indagar desde la multidisciplinaridad. En la quinta edición, para la que recibieron propuestas de 750 proyectos, decidieron abordar las temáticas de ecologías, territorios y comunidades. Gisela Volá, codirectora de ECO junto a Claudi Carreras, expresa con mimo el trabajo de investigación, memoria y arraigo de los participantes: “La mayoría de historias no son de denuncia explícita, pero todos son una gran reflexión sobre los entornos. Al escucharnos todos, nos damos cuenta de lo mucho que nos unen las problemáticas en el continente”.
ECO dona una beca 5.000 dólares por grupo y los acompaña en el proceso de creación durante cinco meses, junto a docentes, fotógrafos y antropólogos de varios países, y una posterior residencia. Este año fue celebrada en la Amazonia boliviana: “Es hermoso estar aquí, con el cuerpo y la mente en la selva”. Eloísa Vaello Marco, jefa del departamento de Cooperación y promoción cultural de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID) y parte del jurado de selección de proyectos, celebra también la diversidad de miradas: “Aunque son muy diferentes, casi todos confluyen en dos claves: el interés para contar el desarrollo sostenible y la esencia del trabajo en colectivo y comunitario”.
Precisamente lo comunitario es lo que dio forma al proyecto ecuatoriano de Tawna. Liderado por Boloh Miranda (Quito), Tatiana López (Ambato), Lucía Villaruel (Quito), Mukutsawa Montahuano Ushigua (Puyo) y su hermana Sani Montahuano Ushigua, miembro de la comunidad indígena Sápara, quisieron contar la historia de Carmelina Ushigua, la madre de las hermanas Montahuano. Carmelina tuvo que migrar de la selva a la ciudad de Puyo por un matrimonio forzado, una historia muy común en el territorio. “Mi mamá era una mujer nómada de niña, era parte de la selva; una semilla más”, cuenta la también cineasta. Como Carmelina no podía estar en la Amazonía, intentó recrearla en la ciudad. Así, plantaba ajo de monte, chiricaspi, iyawna o wanduk, entre otras plantas amazónicas. “Y nos cantaba, siempre nos compartía las experiencias que vivió de chiquita… También nos enseñó a ser empáticas y a entender que si no nos protegíamos entre las mujeres, no nos iba a proteger nadie”.
Las mujeres palenqueras de Colombia y su vínculo con el río, el pueblo mapuche en Chile o la medicina ancestral en México son algunos de los temas que tocan estos ocho colectivos anticoloniales en esta edición. En el último país, el pueblo Mè'phàà, del Estado de Guerrero, ha sido fotografiado por Lenin Mosso González, María Isaías Jeronimo Reyes y Adán Cantú Solís, bajo el colectivo de Xtàjà, compuesto por miembros de la comunidad indígena a la que documentan. Esta palabra que les da nombre como grupo significa “trabajo colectivo”; cuando se trabaja en el terreno de otra persona y luego en el propio. El idioma, la lucha por la tierra y el extractivismo son los principales focos de Mosso. “Otra de las miradas con más peso es la de los abuelos. Ellos nos enseñan a hablar con la lluvia, con la lumbre, con el ser. Conocen la costumbre y son los guardianes del conocimiento”.
Para Mosso, es muy importante que la gente de la comunidad sea quien cuente su propia realidad. “Siempre contaron las comunidades indígenas desde la academia, la antropología, el mestizo... Los blancos”, dice por teléfono. “Pero no queremos que nos narren más. No queremos que nos agarren como si fuéramos una cuota. Nosotros, los indígenas, ya sabemos narrar nuestra propia historia. Y podemos hacerlo con la misma calidad que los estadounidenses o europeos, que van a la selva a sacar libros o ganarse premios. Lo nuestro es además profundo. Porque contamos lo nuestro”.