En colaboración conCAF

El viaje de ocho científicas colombianas rescata la historia de una ornitóloga norteamericana olvidada

Elizabeth Kerr fue una naturalista que recolectó más de 400 aves en Colombia hace 100 años, pero la historia la dejó de lado. Investigadoras recorrieron sus pasos para homenajearla

Las ornitólogas Daniela Garzón, Juliana Soto Patiño, Natalia Ocampo Peñuela, Estefanía Guzmán y Jessica Díaz.Guillermo Gomez Fernandez (Memo Gómez)

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

La ornitóloga colombiana Juliana Soto supo que se trataba de una mujer porque decía Mrs Kerr (señora Kerr). Entre los varios Mister (señor), que aparecían en un extenso libro sobre aves de Colombia escrito en 1917 por el reconocido naturalista Frank Chapman, Soto se topó con una mujer: Elizabeth Kerr. “Fue impresionante”, cuenta la investigadora y estudiante de doctorado de la Universidad de Illinois, Urbana-Champaign. “Particularmente porque en muchas áreas de la ciencia, como la biología, estos personajes femeninos en las primeras etapas de la disciplina son bastante escasos, entonces para mí fue una completa sorpresa”.

Emocionada, le mostró la mención sobre Kerr a su colega Natalia Ocampo Peñuela, quien estaba liderando uno de los proyectos sobre aves de las Expediciones Bio del Instituto Humboldt, una iniciativa a nivel nacional para volver a estudiar sitios históricos que no habían sido muestreados desde hace 110 años. “Nunca habíamos aprendido de ninguna mujer que recolectara aves o fuera naturalista”, agrega Ocampo. “Siempre nos enseñaron sobre coleccionistas hombres que, además, eran de otro país”. Con la noticia, se sumaron otras seis científicas colombianas y, como dice Ocampo, empezaron un trabajo casi detectivesco para conocer quién era Kerr.

Lo primero, recuerdan, fue llamar al Museo Americano de Historia Natural, lugar que, según cuenta el mismo libro de Chapman, había comprado los especímenes recolectados por Kerr, de la que, hasta el momento, sabían que era norteamericana. También conocían, por el mismo texto, que había recolectado 194 aves en el Valle del Magdalena, cerca a Honda, y que después la enviaron al Atrato, donde consiguió 200 especímenes más que dio al Museo.

Las ocho ornitólogas que homenajeraon a Elizabeth Kerr.Cortesía

Recibir fotos de los especímenes recolectados por Kerr despertó las ganas de saber más. Se convirtió en una obsesión. También, y por medio del Museo Americano, pudieron ver la correspondencia que Kerr tenía con Chapman o que este último tenía con Henry Osborn, presidente del Museo en ese entonces. “Esto nos dio una ventana para saber cómo era tratada ella por estos grandes naturalistas como Chapman, que, por cierto, no era tan amable”, comenta Ocampo. “Siempre ella parecía estar en problemas, pidiéndole a Chapman más plata para poder arreglar su escopeta, por ejemplo. Y él siempre diciéndole que los especímenes no eran suficientes, que estaban mal preparados. Sin pensar que ella estaba sola en la selva”.

Cada vez que recibían un testimonio de que Elizabeth Kerr existió era como recorrer una expedición en sí misma. Ir armando las piezas. Los especímenes. Las cartas. Y, finalmente, un artículo escrito por ella misma. Supieron que en 1912 Kerr había publicado un texto en la prestigiosa revista científica Collier, pero no sabían la fecha exacta. Así que, de nuevo, manos sobre la base de datos de la revista, las ocho científicas se dieron a la tarea de revisar edición por edición para poder encontrar el documento. Finalmente, lo lograron con la ayuda del profesor Andrés Cuervo, curador de la colección de ornitología del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. El título que lleva es Una mujer naturalista: un relato personal de la obra y aventura de una mujer coleccionista en las selvas de América tropical. También tenía una foto de Kerr.

“La pudimos terminar de dibujar en nuestras mentes”, señala Soto. Supieron cómo se vestía, algo más sobre su vida y conectar con una mujer que hacía lo mismo que hacen ellas hoy, pero hace más de 100 años. Quisieron homenajearla. Seguir sus pasos.

Un especimen de tángara de hormiga tiznada.Natalia Ocampo Peñuela

Una expedición de solo mujeres tras Kerr

Cuando Soto estaba leyendo el libro de Chapman – el que la llevó a Kerr – era porque estaba preparando la expedición Colombia Bio sobre aves en la que también participaba Ocampo. Así que no dudaron mucho que una de las expediciones podía ser a Fresno, Tolima, donde presuntamente había estado Kerr, ya que la información más cercana decía que estuvo a “20 millas de Honda”. Tampoco dudaron en que fueran solo mujeres y en 2020, cinco de las científicas que estaban persiguiendo la historia de Kerr, se internaron en los bosques de esta región para no solo explorarla, sino escarbar lo que pudo haber vivido Kerr.

Se levantaban temprano, a la misma hora que se levantan los pájaros que perseguían. Usaban una tarabita (una especie de teleférico, pero mucho más artesanal) para llegar desde la finca al lugar que estaban estudiando, y montaron una carpa que fue su laboratorio por varios días. “Pensar que estábamos recorriendo los mismos pasos de Elizabeth Kerr nos hizo pensar mucho en ella”, comenta Ocampo, quien justo tenía siete meses de embarazo durante la expedición. “Tuvimos discusiones preguntándonos, ¿qué habría dicho Kerr? ¿Qué pasaría por su cabeza cuando ella estaba aquí, pero sola, en la selva?”.

Allí vivieron experiencias que las llevaban a pensar en lo que, seguramente, también vivió Kerr. Por ejemplo, cuando fueron a explorar qué lugares les servían para hacer la expedición, Soto cuenta que un hombre se sorprendió de verlas con machetes. “¿Qué iban a poder hacer ellas con machetes?”, les preguntó. Pero luego, cuando las vio abrir monte con ellos, con destreza y agilidad, su respuesta fue contundente. “Son unas berracas (valientes en la jerga colombiana)”. Lo son ellas hoy. Así como lo fue Kerr hace 100 años.

En el artículo que publicaron a principios de abril en la revista Ornithological Apllications, contando cómo redescubrieron a esta enigmática naturalista, firman con una declaración contundente. “Somos ocho ornitologas nacidas en Colombia, descendientes de españoles y de mestizos que se identifican como mujeres. Seis de nosotras fueron a la universidad pública y dos en la privada, de las que nos graduamos con títulos de Biología, Ecología y Antropología en Colombia. Tres de las autoras son del Tolima, lugar donde se realizó la expedición de mujeres. Todas hemos entrenado como ornitólogas y tenemos distinta experiencia en el campo y en el laboratorio. Dos somos madres”. Una declaración que recuerda la necesidad de una ciencia más inclusiva.

Las ornitólogas durante una de sus expediciones.Memo Gómez


Sobre la firma

Más información

Archivado En