Álvaro Lario: “La asistencia humanitaria no es lo que va a resolver el hambre en el mundo”
El experto en finanzas internacionales español, recién nombrado presidente la agencia de la ONU para el desarrollo rural, advierte de que, si no invertimos en las causas de la crisis alimentaria, volveremos cíclicamente a ella
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El pasado 1 de octubre, cuando Álvaro Lario iba de camino a las oficinas del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) en Roma para ejercer como presidente de esa agencia de Naciones Unidas por primera vez, el economista y experto en finanzas internacionales español tenía dos datos en la cabeza: los 150 millones de personas que han caído en la pobreza y la inseguridad alimentaria en los dos últimos años y lo poco que falta, según los expertos, para que el planeta alcance la peligrosa cifra de los 1,5 grados centígrados adicionales de media debido calentamiento global. Dos emergencias globales que deberá enfrentar en su nuevo cargo mientras trata de promover sistemas agrícolas más sustentables que garanticen una alimentación adecuada para todos.
Un equilibrio complicado en un momento en el que la humanidad vive múltiples crisis cruzadas, que aún sufre los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania en su economía y que enfrenta una emergencia climática sin precedentes. Según las estadísticas de FIDA, estos problemas acaban afectando en mayor medida al mundo rural, donde se concentra el 80% de la pobreza y donde ese organismo pone todos sus esfuerzos. “Muchas veces lo que vemos es que no solo no se invierte en el sector agrícola, sino que se deja un poco a las poblaciones rurales sin la inversión y la atención necesaria”, afirma Lario en entrevista con América Futura. “Y lo que ocurre es que, cuando llegan las crisis, son los más desfavorecidos. En el caso de América Latina, un ejemplo claro son los pueblos indígenas, las mujeres... Al final son los más vulnerables y los que más sufren”, dice de esta región donde 56 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria.
Precisamente uno de los objetivos de su mandato es ofrecer oportunidades a quienes más las necesitan. Lario sabe por su propia experiencia que, para muchos, “el trabajo duro no es suficiente” y que necesitan ayuda para prosperar, como dijo en el discurso de aceptación de su cargo tras ser elegido en julio pasado como presidente de FIDA. En él, comparó su vida, la de alguien nacido en los primeros años de la democracia española, con la de sus padres, ambos pertenecientes a familias de agricultores de la posguerra de dos pueblos pequeños de Palencia y Guadalajara, en las que, con suerte, podían comer carne una vez a la semana. “Mi vida ha sido muy diferente. He tenido la oportunidad de estudiar en el extranjero apoyado por instituciones públicas y privadas”, reconoció.
Por eso, una de las metas profesionales de Lario, que antes de llegar a FIDA trabajó en la Corporación Financiera Internacional del Grupo Banco Mundial, ha sido siempre usar todo lo aprendido para aportar a la sociedad y devolver así las ayudas que él tuvo cuando era más joven. “Mi pensamiento personal es que todos estamos conectados y que hay muchas cosas que podemos hacer por los demás. Entonces siempre ha sido una búsqueda de cómo puede ayudarme todo lo que he aprendido en algo que impacte en las vidas de los demás”, dice a través de una videollamada desde Roma.
Pregunta. ¿Cómo va a hacer para asegurarse de dar oportunidades a toda la gente en un contexto tan complicado como el actual, donde crece la desigualdad?
Respuesta. Una de las cosas que quizás estemos aprendiendo finalmente de esta convergencia de crisis es que, desde luego, la asistencia humanitaria es muy importante y es muy costosa, pero no es lo que va a resolver el problema de la pobreza ni del hambre en el mundo. Son parches que ponemos. De alguna manera, si no invertimos ahora, dentro de cinco años será otro impacto, otro shock diferente, pero volveremos al mismo tipo de crisis. De hecho, este número de crisis son recurrentes. El cambio climático está claramente aquí para quedarse durante muchas décadas. Tanto la inflación como el cambio climático, estamos viendo que ahora mismo, en el corto plazo, es el mayor impacto. La atención pública desde luego que está en la parte de la oferta y la disponibilidad y los precios, tanto de semillas de grano como de fertilizantes, pero esto es una pequeña parte. Lo que nosotros vemos en nuestros proyectos es que la mayor parte de los agricultores no pueden permitirse subir los precios dentro de la cadena de valor. Muchos de ellos están vendiendo sus activos, sus tierras, para poder comer. Así que, en ese sentido, si no invertimos ahora en las causas de estas crisis, volveremos a la misma crisis dentro de tres o cinco años.
La mayor parte de los agricultores no pueden permitirse subir los precios dentro de la cadena de valor. Muchos de ellos están vendiendo sus activos, sus tierras, para poder comer.Álvaro Lario
P. ¿Y cuál es el secreto para compaginar esas dos necesidades: la emergencia que estamos viendo ahora con una inversión más a largo plazo? ¿Cómo se plantea ustedes esas dos velocidades para trabajar?
R. El año pasado tuvimos una cumbre de cómo transformar los sistemas alimentarios y una de las cosas claras es que había habido poca inversión por los Gobiernos locales y también por la comunidad internacional. La otra es que buena parte de los sistemas alimentarios están enfocados a través de subsidios e impuestos que están distorsionados. Entonces hablamos de sistemas alimentarios que sean más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles. Esto suena muy genérico. Pero básicamente quiere decir que un país que ahora mismo depende el 90% de las importaciones de otro, en cuanto tenga un shock no va a ser capaz de responder en el corto plazo y buena parte de su población no será capaz de plantar y por tanto de cosechar. Y cualquier shock, bien sea climático o del coste de los alimentos, nos va a afectar. Entonces, ¿qué es lo que podemos hacer para tener sistemas alimentarios que sean más sostenibles? Por una parte asegurar que la producción local de comida y fertilizantes no depende de factores y de otros países, sino que es suficiente y en muchos casos lo es. Pero ahí es donde empiezan las dificultades.
En el caso de América Latina, en el corto plazo, el acceso a los insumos agrícolas esenciales, al crédito y a facilitar de alguna manera las ayudas a la producción. Pero en el largo plazo tenemos que ir más allá con soluciones muchas veces basadas en la naturaleza, que creen empleo, que traigan al sector privado y apuesten, entre otras cosas, por la agroecología. Son sistemas que tienen que ver con la energía, con la infraestructura. En el caso de las poblaciones rurales, con el acceso a través de infraestructuras, de carreteras, el acceso a los mercados y a cuánto reciben de esa cadena de valor los pequeños agricultores. Son sistemas muy complejos, pero que dependen de diferentes sectores, no solamente el agrícola.
P. ¿Cuál es la prioridad de los programas que tienen en América Latina?
R. Una de nuestras prioridades estratégicas es trabajar con los Gobiernos locales en asegurarnos que todos nuestros programas están alineados con los planes de desarrollo y con las estrategias a nivel país y que de verdad están de alguna manera respondiendo a las necesidades concretas de los países, que son muy diferentes. No son las misma en Haití que en Brasil, claramente. Por otra parte, está la agricultura familiar. Yo diría que esa es una de las cosas que diferencia a América Latina de otras regiones. El enfoque en nuestro caso es proporcionar oportunidades y apoyar financieramente a esas familias campesinas con mujeres al frente y a los pueblos indígenas. Yo creo que eso nos diferencia un poco América Latina de otras intervenciones que hacemos en el resto del mundo.
P. En su discurso de investidura, hablaba de la necesidad de asegurarse de que las mujeres tengan acceso a recursos y a la toma de decisiones. ¿Por qué es importante tener un enfoque de género cuando se piensa en agricultura, por ejemplo, o en o en cooperación y desarrollo?
R. Tiene que ver con el impacto, no es una moda. La realidad es que las mujeres en las familias son las que tienen la mayor parte del peso y de alguna manera de las actividades dentro de la familia. Son muchas veces las que invierten mejor el dinero, para empezar, pero también tienen unos efectos que afectan a la comunidad entera. Cuando la mujer toma decisiones sobre la educación de los hijos, sobre la dieta de los hijos, sobre decisiones económicas, normalmente produce una transformación mucho mayor en términos tanto de la familia, de la educación, de la nutrición sobre la comunidad entera.
Lo que ocurre es que muchas veces ni tienen el acceso a los recursos, a las tierras ni a la toma de decisiones. Nosotros trabajamos mucho en las comunidades de agricultores y con las comunidades de mujeres para intentar de alguna manera apoyarlas tanto en el acceso a la tierra, a los recursos, porque son las que muchas veces obtienen un rendimiento mayor y también afectan a las decisiones dentro de la familia. Una de las cosas más bonitas que tiene mi profesión es cuando visitas el terreno y muchas veces ves que en el momento en que la mujer tiene un mayor rendimiento económico o un mayor salario también cambia la dinámica dentro de la familia y su poder de decisión dentro de la familia.
P. ¿Hay algún caso específico de éxito que está funcionando especialmente bien en la región y que cree que se puede replicar en otros lugares?
R. En Latinoamérica he estado visitando, por ejemplo, un proyecto en República Dominicana, donde hubo un grupo de jóvenes de 18 a 20 años que pusieron en marcha un negocio de exportación de piñas y consiguieron crear bastante empleo dentro de la comunidad. En Brasil hay proyectos que son muy importantes para mí que intentan prevenir la deforestación de la selva amazónica con sistemas de producción agroforestal sostenibles. Otro ejemplo muy bonito, y hablábamos de mujeres, en Nicaragua con 30.000 familias, donde se genera un empoderamiento que permite que esas mujeres tomen decisiones dentro de la comunidad. O en El Salvador, donde enseñamos a pequeños agricultores nuevas técnicas para emprender nuevos agronegocios con el cultivo hidropónico de tomates.
Son proyectos que de verdad tienen como objetivo a comunidades que son las más vulnerables. Yo creo que eso es lo bonito. Nosotros no trabajamos en las grandes infraestructuras, en los grandes puertos, trabajamos con proyectos muy inclusivos en los que estas comunidades y asociaciones de pequeños agricultores forman parte de cómo diseñamos los programas. Esa parte inclusiva también es lo que nos diferencia.