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Hernández gana tiempo para no acatar la decisión que lo obliga a debatir con Petro

El candidato pide una aclaración del fallo de un tribunal que ordena celebrar un cara a cara este jueves

Los candidatos a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández
Los candidatos a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández.
Juan Diego Quesada

Rodolfo Hernández dijo que no iba a debatir en público con Gustavo Petro y parece que lo va a llevar hasta sus últimas consecuencias. Incluso a costa de incumplir una orden judicial. El Tribunal Superior de Bogotá ordenó el miércoles celebrar un cara a cara entre los candidatos a las presidenciales en las siguientes 48 horas por entender que era un derecho de los ciudadanos. Petro aceptó en el momento, pero el empresario de la construcción ha pedido una aclaración del fallo para dilatar el cumplimiento, lo que ya haría inviable el debate por una cuestión de tiempo. Todo apunta a que los colombianos irán a las urnas el domingo sin verlos frente a frente.

El fallo ordena a ambos candidatos que se vean y discutan sus programas de Gobierno. Hernández considera que con esta resolución se menoscaba su libertad. “Aceptar el cumplimiento de este fallo sin esta indispensable aclaración es algo que no estoy dispuesto a aceptar, aun a costa de mi propia libertad porque simple y llanamente sería aceptar impunemente que los jueces pueden decidir sobre la autonomía de la voluntad”, argumenta en su defensa. El profesor de Ciencia Política Yann Basset contrargumenta que este asunto tiene que verse más desde el punto de vista del interés público y la democracia que de los derechos del candidato. “Que también tiene derecho a no serlo si no quiere”, escribe Basset.

Hernández pasó a segunda vuelta sin dejarse ver mucho en público. Hizo campaña a base de TikTok y cadenas de WhatsApp. Petro sacó 8,5 millones de votos y Rodolfo casi 6. Sin embargo, al día siguiente de la primera votación el exalcalde de Bucaramanga ya lideraba los sondeos. El antipetrismo se unió alrededor de un señor con escasa historia política y a quien conocen más bien poco para evitar la llegada al poder del candidato de izquierdas. A partir de esa fecha se multiplicaron las informaciones sobre Hernández, que fue un alcalde polémico por su lenguaje soez en un país de maneras suaves y por golpear a un concejal de la oposición. Los vídeos sobre algunos de sus altercados comenzaron a correr en la red. Su popularidad bajó, según esos sondeos diarios. Los analistas coincidieron en que cuanto más se daba a conocer menos gustaba al público. Su principal estratega, el argentino Ángel Beccassino, dice que a veces se equivoca al hablar, como la vez en la que puso a Hitler como ejemplo de buen gobernante.

Beccassino, de verbo fácil, ha aparecido últimamente como un intérprete de Hernández, que ha limitado mucho su presencia. Al constructor hay que deducirlo estos días por señales y gestos, como al Papa de Roma. Beccassino da entrevistas, el candidato, no. La estrategia queda clara: ocultarlo lo más posible para evitar que cometa alguna imprudencia y fiar todo a los temores que despierta Petro. Eso pasa porque no debatan en público. Petro tiene fama de buen orador y se conoce tanto la lección que resulta difícil de batir en un cara a cara. El encuentro, a priori, favorecería a uno que aparece constantemente en público para relajar su imagen de político dogmático y perjudicaría a otro que quiere pasar desapercibido, una contradicción más en una campaña nada convencional. Salvo sorpresa de última hora, el debate no se va a realizar.

La decisión del tribunal se conoció a primera hora del miércoles. “Los debates presidenciales son en sí mismos considerados un derecho del candidato a exponer sus ideas, pero al mismo tiempo un deber frente al conglomerado social”, dice la sentencia. Petro recogió el guante en redes sociales: “Es el derecho del pueblo. Estoy listo para ello”. Sus estrategas le escribieron de inmediato al sistema de medios públicos, RCTV, que están preparados para hacerlo. El ente público respondió de vuelta que necesitaban que el jueves a primera hora hubiera una comunicación conjunta en la que ambos expresen su voluntad de hacerlo. A mediodía afinarían los detalles técnicos y por la noche se podría estar transmitiendo a todo el país.

El problema es que Hernández no termina de dar el paso. Ha hecho directos en sus redes sociales en los que ha vuelto explicar cómo se hizo rico -vendiendo casas baratas financiadas a gente pobre-, pero no ha dicho nada sobre el asunto. Solo ha emitido esa solicitud de aclaración que por la noche dio a conocer. En lugar de discutir su programa de Gobierno ha dicho que se irá a ver una imagen de una Virgen. Hace poco blasfemó en un programa de televisión y algunas comunidades de católicos se le echaron encima. Llegaron a pedir su excomunión. A la hora en la que debería verse con Petro estará charlando, en principio, con una talla de madera. Petro se mostró contundente con esa actitud esquiva: “Quien no está preparado para debatir no está preparado para ser presidente”.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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