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ELECCIONES EN COLOMBIA
Columna
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Un examen para Rodolfo

Valdría la pena preguntarse si Hernández cuenta con todas sus facultades mentales y físicas

Elecciones en Colombia 2022: El candidato Rodolfo Hernández
Fotografía de publicidad política de Rodolfo Hernández, el 30 de mayo de 2022, en Bucaramanga (Colombia).Mario Caicedo (EFE)

En estos cuatro años de mandato del presidente Iván Duque mucho se comentó en los círculos políticos sobre el estado de su salud mental. Escuché a dos periodistas narrar su batalla por conseguir acceso a esa información de interés público. No a la historia clínica, para ver si tenía el colesterol alto y otros datos coloridos, sino elementos de fundamental importancia para el público, por ejemplo, si se medica con antidepresivos y cuál sería el alcance inhabilitante de ese tratamiento.

Y es que la desconexión de Duque con la realidad dejó serías preocupaciones en la opinión pública colombiana. Se le ve perdido en un soliloquio rodeado de aplaudidores. Tal vez por eso el Palacio de Nariño montó un tapete rojo desde la casa presidencial hasta el centro de votación, solo un gesto más del despilfarro vanidoso, alarmante y desconectado de este Gobierno.

Ahora que se ha celebrado la primera vuelta presidencial en Colombia, la pregunta sobre la salud de los mandatarios vuelve a ser relevante. El pasado domingo los colombianos asistieron a las urnas para darle un triunfo amargo a Gustavo Petro, con el 40,32% de los votos, quien tendrá que realizar una gesta monumental para vencer a su contendor, Rodolfo Hernández, quien obtuvo el 28,15% y fácilmente recogerá el sentimiento antipetro consignado en otras candidaturas. Hernández irrumpió la campaña y amenaza con llevarse el primer puesto, pero pocas cosas serias sabemos del candidato de TikTok.

Una de las más trascendentales es cuál es el estado de su salud. Por supuesto, el solo hecho de contar con 77 años para hacerse a la presidencia no debería ser razón suficiente para dudar sobre su salud. En Colombia hemos tenido presidentes más viejos, como Miguel Antonio Sanclemente, quien asumió a sus 84 años, como títere de otro Miguel Antonio -Caro- en 1898, pero ejerció desde Villeta, pues sus estragos de salud no le permitieron gobernar en la capital.

Ser casi un octogenario no es razón para dudar de la fortaleza de una persona, pero es imposible no pensar qué pasaría si le llegase a fallar esa aparente vigorosidad al ingeniero irreverente y quedáramos en manos de su fórmula vicepresidencial, una desconocida cuyo único pergamino es haber sido rectora de la Universidad Uniminuto.

Sí valdría la pena preguntarse si Hernández cuenta con todas sus facultades mentales y físicas, a veces no lo parece y esa apariencia puede ser producto del estigma y de otras cuántas telarañas mentales con las que juzgamos a los otros.

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Lo cierto es que el candidato santandereano ha dado muestras de ser un poderoso iracundo, explosivo y perdido en cuanto a los más básicos elementos del ejercicio del poder. Está grabado amenazando a un empresario -”voy hasta allá y le pego su tiro”-, o filmado agrediendo a un concejal que lo increpa por un caso de corrupción en que el está involucrado su hijo. Por eso salió a leer su discurso de victoria, por eso no fue a los últimos debates y tampoco se enfrentará a la poderosa dialéctica de Petro en las semanas venideras. Porque su equipo sabe que la capacidad de Rodolfo para improvisar puede salir muy mal.

En las esporádicas intervenciones en las que ha expuesto algún contenido programático de su campaña, se limita a repetir frases vacías pero efectivas y a abogar por intervenciones particulares que suenan inteligentes a pesar de ser absurdas. Por ejemplo, el Decreto de Conmoción Interior que jura firmará apenas entre a la Casa de Nariño dizque para acabar la corrupción.

¿Son estas señales de una persona errática de posible inestabilidad mental? Pueden serlo, pero no lo sabemos y tampoco somos nosotros los llamados a diagnosticarlo. Debe ser la comunidad médica que analice a Rodolfo, a Petro y a cualquier otro que pretenda hacerse a la Presidencia de la República.

En 2013, el entonces congresista Juan Lozano presentó un proyecto de Ley (el No. 29) en el cual abogaba por una revisión médica obligatoria a altos funcionarios del Estado. La propuesta era respetuosa de la privacidad de los mandatarios, pero también del interés público en conocer si existen afectaciones de salud -mental o física- que puedan inhabilitarlos. El proyecto sugería: “El resultado de este examen médico integral solo se hará́ público en caso de evidenciar la existencia de enfermedades neurodegenerativas, catastróficas de pronóstico reservado o cualquier otra que comprometa la lucidez mental o capacidad cognitiva para la toma de decisiones propias del cargo”.

Por supuesto, esta sana iniciativa para la democracia, y que además existe en tantas otras latitudes, no tuvo éxito, pero persiste la pregunta de por qué no podemos acceder a esta información trascendental, que además serviría como parte de tranquilidad en muchas ocasiones.

Siendo que no conocemos realmente a quien amenaza con llevarse el más alto cargo de la Nación, por lo menos no más allá de la máscara de viejito grosero y estrella de TikTok que han diseñado sus asesores, este sería un buen primer paso. Además, podríamos saber si la misoginia, racismo, xenofobia e imprevisibilidad de Hernández están asociadas a alguna afectación mental o si simplemente es la manifestación de su ignorancia y odio. En ese caso, tal vez sería Colombia la que necesita una visita a los cuidados intensivos.

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