Las cuentas de Rodolfo Hernández para ganar la presidencia
El exalcalde de Bucaramanga necesita sumar los votos de la derecha tradicional sin ahuyentar en el empeño a su actual base antiestablecimiento
Gustavo Petro le añadió medio millón a su votación de segunda vuelta en 2018 y prácticamente duplicó la que obtuvo en primera. Le faltan apenas diez puntos porcentuales para alcanzar la victoria final. A Rodolfo Hernández, recién llegado a la contienda, le faltan 22. Parte con 2,5 millones menos que su rival. “Nadie con semejante desventaja ha logrado remontar entre primera y segunda vuelta” es una frase fácil de leer y escuchar estos días en Colombia. Pero no está claro que sea la manera correcta de enfocar la pregunta que todo el país se hace después de la primera vuelta: ¿puede Rodolfo ganar la presidencia?
Una aproximación más fructífera es hipotetizar qué van a hacer los votantes en la segunda ronda segmento por segmento. Con toda probabilidad, los de Petro se quedarán con él. Pocos candidatos en la historia reciente de Colombia han tenido una fidelidad tan grande. El siguiente gran caudal está en ‘Fico’: el derrotado candidato de la derecha tradicional ya ha anunciado su apoyo por el santandereano, como también lo han hecho significadas voces desde el centro hasta la extrema derecha. Esto señala el camino más nítido de Hernández a la Casa de Nariño: una coalición de todos contra Petro.
Sobre el papel, los números dan: once millones sumando el caudal de ambas candidaturas en primera vuelta. Doce si se le suman los de otros candidatos, incluidos los de Fajardo. Pero este escenario abre dos preguntas. La primera es si la transferencia será tan automática. Y la realidad es que nunca lo es. Los dos mecanismos que la facilitan son la disciplina ideológica y los mercados clientelares. Ambos deben concurrir para que no se escapen demasiados votos por las rendijas. El de la disciplina ideológica se anticipa como más accesible para Hernández, en tanto que puede presentarse como la única posibilidad para evitar que la izquierda suba al poder, y eso en sí mismo arrastrará votos sin más. El de las redes de la ‘maquinaria’ es más difuso (como las propias redes) e incierto, porque depende de cómo se coordinen las élites intermedias (partidos, líderes locales y regionales) durante las próximas tres semanas.
La segunda cuestión que complica el alcance de los once o doce millones es la tensión inherente que existirá en una coalición entre un candidato que ha absorbido voto claramente contra el establecimiento, y la llegada de apoyos de ese mismo establecimiento. Existe la duda razonable de si esto le restará votos a Hernández de los que consiguió en primera vuelta, desencantados con el giro hacia el sistema del anti-sistema. Es, efectivamente, un cuestionamiento válido, que solo resolveremos si disponemos de encuestas que pregunten a la vez por recuerdo e intención de voto. Pero para anticipar hasta qué punto esto puede ser un problema para Hernández es fundamental distinguir entre venir del establecimiento y deberle toda tu carrera a él, y aceptar sus apoyos pero con poder de negociación una vez demostrado tu poder electoral independiente. Dicho de otra manera: sí, claro que Rodolfo recibirá el apoyo de la derecha tradicional, del uribismo. Y claro que sin esos votos no puede ni soñar con competirle a Petro por una pura cuestión aritmética. Pero la diferencia fundamental con el presidente saliente Iván Duque o su hasta ahora rival Fico es que él no llega hasta aquí gracias a eso, sino a pesar de haberlos tenido enfrente, a la contra. El paralelismo correcto es Donald Trump. Rodolfo siempre podrá decir, como hacía Trump con el establishment republicano cada vez que intentaban limitarlo o corregirlo, que hay una parte de los votos necesarios para ganar elecciones que son suyos. No del establishment. Si logra mantener esta posición haciéndola creíble ante su base original de votos, podrá sumar sin restar.
El último (y mayor, de hecho) caudal de votos disponible está en la abstención. Según una encuesta de Atlas Intel publicada hace dos semanas, Hernández recibía bastantes votos de personas que no acudieron a las urnas en 2018. Esto indica que dispone de capacidad para llegar a sectores habitualmente desmovilizados. Pero la participación en esta primera vuelta ha sido la más alta desde la década de los setenta, superando incluso a la muy elevada de la última elección. Parece difícil hacer crecer aún más este nivel para ambos candidatos, especialmente cuando lo que suele suceder al reducir el número de opciones en liza es que hay más gente dispuesta a quedarse en casa o votar en blanco.
Hernández, claro, puede combinar varios afluentes de voto, y de hecho es casi inevitable que lo haga. Pero en última instancia el caudal importante, el que le puede poner en la presidencia, está en la derecha tradicional. Sin eso, ninguna de las otras opciones le da. Si asumimos que la participación no crecerá demasiado, y que el ‘efecto rebote’ de salida desde Rodolfo hacia Petro será más bien bajo (el coste cognitivo de cambiar de candidato entre primera y segunda es altísimo cuando por el que se votó sigue todavía disponible: le implica a nuestro cerebro admitir un error de juicio), esto significa que un trabajo crucial para el candidato de izquierda en las próximas semanas será, paradójicamente, el de la desmovilización: conseguir que suficientes votantes potenciales de Hernández se queden en casa para que lo que logre añadir a sus ocho millones y medio de votos sea suficiente. Porque cierto es que Rodolfo tiene más trecho que crecer, pero también un espacio más grande para hacerlo.
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