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Yarumo Blanco: el referente del ecoturismo comunitario en Colombia

Durante más de 10 años, esta asociación comunitaria ha establecido y administrado iniciativas de ecoturismo comunitario en la cuenca del Río Otún, Risaralda

Integrantes la asociación comunitaria  Yarumo Blanco, en una fotografía de archivo.
Integrantes la asociación comunitaria Yarumo Blanco, en una fotografía de archivo.CORTESÍA

El yarumo blanco es un árbol tan sencillo como importante. Se le considera una especie común en la América tropical, fácilmente identificable por su tronco cilíndrico y delgado; y sus hojas, de un verde pálido que hace que las montañas de los andes colombianos parezcan jaspeadas en nieve. También, como una fuente de alimento para monos, murciélagos y aves, y un actor clave en procesos de restauración ecológica.

Es, además, el nombre de la que ha sido calificada, por años, como la mejor y más exitosa asociación de ecoturismo comunitario del país, una organización de base local con todas las letras, conformada por habitantes del corregimiento La Florida y la vereda La Suiza, en Pereira, Risaralda, que durante cerca de 15 años le ha apostado, en contra de todo, al desarrollo sostenible del turismo en la región.

Lo de exitoso no es gratuito: la Asociación comunitaria yarumo blanco se ganó en 2014 el reconocimiento en la categoría de Beneficios a las Comunidades Locales del Premio Nacional de Turismo Sostenible, entregado por Parques Nacionales. Ese mismo año, y nuevamente en 2016, 2017 y 2018, hizo parte, como operador del Santuario de fauna y flora Otún Quimbaya, del Top 100 Green Destinations, un listado que celebra las buenas prácticas y los esfuerzos por garantizar la sostenibilidad de territorios dedicados al turismo.

Edison Maldonado, miembro fundador y uno de los cuatro socios activos ―de 18 que la conforman legalmente en la actualidad― relata que la iniciativa es fruto de la unión de otras dos organizaciones de base: la Cooperativa multiactiva de defensores del medio ambiente (Coomdema), de La Suiza; y la Asociación de intérpretes ambientales Soledad de Montaña, de La Florida.

“Coomdema fue fundada después del terremoto de Armenia, que es cuando surgen varios recursos, y se decide destinar una parte a capacitaciones y formación. Primero hizo parte mi mamá y principalmente trabajaban en Otún Quimbaya en la preparación de alimentos y todo lo relacionado con el servicio de alojamiento”, agrega Maldonado.

Soledad de Montaña, por su parte, nace en el 2000 por iniciativa de un grupo de jóvenes formados como intérpretes ambientales para hacer acompañamiento a quienes visitaban la cuenca del río Otún. Luisa Fernanda Gallego, miembro de dicha organización y socia fundadora de Yarumo Blanco, cuenta que paralelamente adelantaban otras actividades “como la realización de vallas informativas, monitoreo de la biodiversidad, talleres educativos infantiles y hasta colecta de recursos para alumbrados navideños”.

De acuerdo con ambos, lo anterior ocurre en una época en la que Parques Nacionales Naturales de Colombia exploraba la posibilidad de vincular a las comunidades aledañas a las reservas naturales del país a procesos de prestación de servicios ecoturísticos. Una iniciativa que arrancó con pilotos desde inicios de milenio y que desembocó en 2008, oficialmente, en la creación del programa Ecoturismo Comunitario en seis áreas protegidas, incluida Otún Quimbaya.

“Por el tipo de persona jurídica, Soledad de Montaña y Coomdema tuvieron que hacer una alianza para poder entrar en ese contrato de prestación de servicios. Ahí se tomó la decisión de conformar Yarumo Blanco”, recuerda Edison. “Lo denominamos un ‘matrimonio mal casado’, porque requirió mucho aprendizaje y mucho proceso, pero fue muy bonito en el sentido de que eran unas reuniones extensas, con 30 personas hablando y tomando decisiones. Fue muy interesante”.

Quien mejor describe lo que hay detrás de esa parte del proceso, de conversaciones interminables hasta llegar a acuerdos beneficiosos para todos los involucrados, es Cindy Johana León, socia fundadora, guía de alta montaña y líder de diversos procesos administrativos y turísticos a lo largo de la historia de la Asociación. Para ella, se trata de “un trabajo muy arduo que se hace por mero amor al territorio y a las ganas de quedarse en nuestra tierra”.

Es algo que se nota al hablar con el equipo de Yarumo y conocer lo que hacen: crecieron en la cuenca del Otún, muchos de ellos juntos, tienen un deseo intenso de permanecer allí y, sobre todo, de mostrar su belleza a las demás personas.

Por eso, aunque su labor con Parques Nacionales terminó en 2020 por diferencias con una nueva administración de esa entidad, desde su conformación oficial en 2009 la Asociación ha establecido y dado continuidad una serie de programas que exaltan y protegen la cuenca. Inician en los recorridos ecoturísticos, en los que, explica Johana, “el intérprete habla de la historia del ecosistema y las dinámicas que se dan allí entre el hombre y la naturaleza, a partir de la reflexión y la sensibilización ambiental”.

También trabajan en temas de custodia gastronómica de la mano de seis cocineras expertas en preparar, por ejemplo, fiambre envuelto en hojas de congo con ingredientes orgánicos; y de monitoreo, control y vigilancia de ecosistemas con cuatro jóvenes que hacen rutas de control en las áreas de conservación de la cuenca como la finca Buenos Aires y la hacienda El Lisbran, que son sus centros de operaciones. También en otros que pertenecen a Aguas y Aguas de Pereira ―su principal aliado estratégico en la actualidad―, la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER), Parques Nacionales, el municipio y a reservas de la sociedad civil.

Finalmente, con los Yarumitos, un semillero conformado por al menos 30 niños de entre 5 y 16 años. Son los hermanos menores, primos e hijos de los fundadores de Yarumo Blanco, que se están convirtiendo en el relevo generacional de la defensa del territorio y la continuidad de la Asociación. Un grupo que, para Edison, es clave pues “si ahorita aprovechamos a los niños que vienen, seguramente el desarrollo de la región se va a dar por el amor a nuestras veredas, a nuestro territorio, por el amor de trabajar con nuestros amigos”.

En pro de ese desarrollo, hay más sueños pendientes. Luisa, por ejemplo, habla de reorganizar su estructura asociativa en pro de la eficiencia y la calidad; mientras que Johana habla de una reserva propia de la Asociación, un foco que les permita afianzar “una red de turismo comunitario con los operadores locales, para regular y transformar el turismo de una manera responsable y sostenible”.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.

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