Mauricio Rueda: la fe colombiana en el Vaticano
El arzobispo de 53 años se convirtió en el colombiano con el rango más alto en el Vaticano en junio, luego de ser nombrado como representante del Papa en Costa de Marfil
Mauricio Rueda Beltz lleva pocos meses en Costa de Marfil. A finales de octubre, el Gobierno y la Iglesia local y sus feligreses le hicieron un recibimiento “lleno de calor humano, muy autóctono, cargado de aplausos, cantos y bailes tradicionales”, recuerda el arzobispo desde su oficina en Abiyán. Celebraban su llegada como nuncio apostólico, es decir, representante del Papa ante ese país africano. Al día siguiente, tuvo un encuentro con el Ministro de Relaciones Exteriores y al poco tiempo con el presidente Alassane Ouattara.
“Llego con la mente abierta, sin ningún tipo de prejuicios, para ver, escuchar y conocer la realidad y poder empezar a tomar las decisiones, y también para cumplir con las instrucciones recibidas”, dice pausadamente Rueda, bogotano de 53 años, quien después de casi 20 años de servicio a la Santa Sede se convirtió en el colombiano con el rango más alto en el Vaticano.
Como nuncio, su trabajo será proveer a las diócesis locales de obispos (“de ahí la responsabilidad y la misión tan grande porque el nuncio trabaja para el futuro de la iglesia de cada país”), desarrollar un trabajo humanitario (“concretar el evangelio por medio de las obras de caridad”) y realizar acuerdos con el gobierno (“al ser el nuncio el embajador, el representante del santo padre en cada país, debe coordinar acuerdos de tipo bilateral”).
Su nombramiento es un hecho histórico en el país. Desde 1974 ningún colombiano había vuelto a ocupar el cargo de nuncio apostólico, pero Rueda Beltz reflexiona sobre su labor sin sobresaltos: “Mi labor en Costa de Marfil será la de potencializar todo lo que ha hecho la iglesia durante siglos. No vengo aquí a crear o a hacer borrón y cuenta nueva, soy una ficha más dentro de todo lo que ha hecho la iglesia. En este continente, la iglesia lleva muchos siglos de presencia y, entonces, lo que me corresponde es continuar con el trabajo que hicieron los misioneros. Unos siembran y otros recogen”, reflexiona.
Rueda Beltz fue ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1996 –se incardinó en la Arquidiócesis de Bogotá–. Estudió en el colegio Gimnasio Moderno y arrancó con la carrera de Economía, pero dos años después optó por entrar al Seminario Mayor de Bogotá. La decisión no sorprendió a su familia, católica devota y participante entusiasta de la Semana Santa en el monasterio de los Benedictinos, en El Rosal, Cundinamarca.
El entonces cardenal Pedro Rubiano Sáenz le propuso al joven sacerdote que trabajara en el Tribunal Eclesiástico y estudiara Derecho Canónico en la Universidad Javeriana, y lo nombró vicario en la parroquia del barrio Quinta Paredes. Al poco tiempo, al cardenal le pidieron desde Roma el perfil de un sacerdote que ya tuviera la licencia en Derecho Canónico y que quisiera entrar a formar parte del Servicio Diplomático de la Santa Sede.
“Fui a Roma [en 2002] porque el señor me hablaba a través de un superior, y tuve la oportunidad de discernirlo con mi director espiritual. Él me dijo una cosa muy cierta: ‘Ante esta posibilidad que se abre, hay que ensayar’. Fue una decisión sabia. Me boté al mar sabiendo que el flotador era mi señor. Él siempre me ha dado la fuerza para poder responder”, comenta. Y nunca volvió.
Desde entonces trabajó en las representaciones pontificias en Guinea, Chile, Estados Unidos, Jordania y Portugal. Sus últimos nueve años de servicio han sido para el papa Francisco. Antes de ser nombrado nuncio, era subsecretario de una de las secciones de la Secretaría de Estado del Vaticano. “Mi relación con el santo padre es de obediencia, fidelidad y sinceridad”, comenta. Y ha llegado a ser muy estrecha, sobre todo cuando Rueda Beltz se convirtió en organizador de los viajes apostólicos del papa Francisco, un trabajo que hizo a lo largo de cinco años y en 33 destinos. Fue, de hecho, quien estuvo detrás de la visita del pontífice a Colombia, en 2017. Destaca haber podido ver, en esos periplos, “el rostro universal de la Iglesia”.
El arzobispo recuerda que, cuando vino a Colombia, el papa Francisco quedó sorprendido con los rostros de esperanza de los colombianos, con esos padres que le levantaban a sus hijos pequeños en Cartagena para que los bendijera. “Le dije, esa es la riqueza del pueblo colombiano: que, a pesar de tantos años de guerra, violencia y crueldad, sigue sonriendo y teniendo esperanza”. Rueda vio lo mismo en los países africanos en los que le organizó viajes al Papa: “He percibido en ambos continentes una iglesia viva, llena de fe y esperanza”.
El liderazgo, a su juicio, no es algo que se busca, sino que la vida le presenta a cada cual. “El liderazgo es sinónimo de servicio, pues su único objetivo es hacer siempre el bien”.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.
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