Jimmy García: el profesor que puso al Chocó en el mapa mundial de la robótica

El ingeniero creó la Escuela de Robótica del Chocó, un laboratorio que ha cambiado miles de vidas al desarrollar habilidades de ciencia y tecnología en niños y jóvenes de zonas vulnerables del Pacífico. Quince de sus alumnos representaron a Colombia en el mundial de China de 2019

Jimmy García, ingeniero de sistemas de la Escuela de Robótica del Chocó
Jimmy García, ingeniero de sistemas de la Escuela de Robótica del Chocó.ARCHIVO Jimmy García

Esta historia tiene dos principios. El primero se remonta a los años de adolescencia de Jimmy García Caicedo (Quibdó, 41 años), cuando finalizó el bachillerato. “¿Qué tal si estudio arquitectura?”, le preguntó a su familia. “Lo que hacen los arquitectos lo acabarán haciendo los computadores algún día. Mejor estudie ingeniería de sistemas”, le contestó el papá.

El segundo ocurre ser algunos años después, cuando el ingeniero García, que se desempeñaba como profesor de tecnología e informática en una escuela de la Comuna 2, en una zona vulnerable de Medellín, recibió un kit de robótica que llevó la Fundación Fe y Alegría como parte de la estrategia para fortalecer habilidades tecnológicas entre los alumnos.

El kit contenía piezas de metal, llantas, motores, tornillos y una especie de cerebro que se podía programar. García se lo llevó a su casa –ningún otro profesor mostró interés– y durante el fin de semana lo cacharreó y cacharreó hasta que construyó un vehículo que podía evadir obstáculos. “Fue revelador”, recuerda. En algún punto de esos dos momentos en la vida de Jimmy García Caicedo está la verdadera génesis de la Escuela de Robótica del Chocó, un laboratorio que desarrolla habilidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) a temprana edad y que dota de herramientas a niñas y niños para que se conviertan en agentes que solucionen problemas de su entorno.

“Esa es la definición técnica de la escuela”, aclara García. La definición romántica es que se trata de una “máquina de cumplir sueños”, que ha puesto al departamento del Chocó, tan golpeado por la violencia y el abandono estatal, en el mapa de la robótica, en contravía de la narrativa de pobreza y corrupción con la que siempre se asocia a esta región del país.

Desde 2016, el año oficial en el que comenzó la escuela en el local de un café internet que tenía su mamá, han pasado unos 3.250 estudiantes en programas gratuitos en Quibdó y otras ciudades. Dos alumnas, Kelly y Ainara, visitaron la Nasa y conversaron con mujeres astronautas que han roto todas las barreras y los estereotipos posibles. La escuela ha llevado a cabo programas de formación en Buenaventura, Guapi, Timbiquí y Tumaco, poblaciones del Pacífico colombiano, y en 2019 representó a Colombia, con 15 jóvenes de Quibdó, en el mundial de robótica de China. Para la mayoría, era la primera vez en un avión.

En la remota zona de Imbilí, a unos 45 minutos de Tumaco, en el departamento de Nariño, invitaron a García a replicar su modelo. Así nació la Escuela de Robótica Innovation Space Imbilí, que su equipo asesoró y formó, y desde enero del año pasado se convirtió en un centro de servicios tecnológicos para la comunidad patrocinado por la empresa HP. Ahí acuden anualmente unos 100 menores y adultos que reciben formación en tecnología. Algo similar pasó en Medellín, donde la Escuela de Quibdó ayudó a crear una estrategia en formación de videojuegos, páginas web y robótica a un grupo de 100 niñas indígenas y afro.

Antes de entrar a la universidad, García no había tenido ningún acercamiento con la tecnología. Pocas veces lo había hecho a un computador, porque en su colegio de Quibdó la sala de informática siempre estaba estropeada o sin luz eléctrica. Lo más cerca que había estado de ese mundo, dice entre risas, fue a través de los capítulos de las series Transformers y Los Supersónicos.

Aquella revelación que fue el kit de robótica le dio un giro a su ejercicio de profesor. Ese mismo año, 2011, creó un club de robótica que arrancó con 10 alumnos y terminó con 5. Fue una sensación. Los muchachos participaron en eventos nacionales e internacionales y lograron varios premios, pero cuando llegaron a grado 11 y se fueron del colegio, él se desencantó. “Se me fue algo del corazón, ya no vibraba y ya no quería estar en Medellín”. Además, lo asaltaba una pregunta que le producía una terrible frustración: “¿Por qué soy el único negro chocoano en estos eventos tecnológicos?”.

Con esa pregunta en la cabeza volvió a su tierra y se puso a buscar un apoyo institucional, que nunca llegó. Lo escuchaban, pero le decían que, aunque su idea “sonaba bonita”, no había plata. Así que montó su Escuela de Robótica con recursos propios y, con el voz a voz, los niños fueron llegando. Los primeros eran alumnos de su mamá, pues era profesora de caligrafía. Algunas organizaciones nacionales e internacionales se interesaron en su propuesta y se fue consolidando hasta convertirse en un referente.

La escuela acoge actualmente a un 75% de alumnas. Cuando el proyecto comenzó, si acaso había 2 niñas por cada 10 niños. Esa cifra ha sido posible por el programa Innovation Girls, que impulsaron dos jóvenes voluntarias que llegaron a la escuela y se propusieron atraer más niñas. Son Debbie Marín Caicedo, hermana de García y reconocida lideresa, y Cruz Helena Valencia, becaria del programa Ford Global Fellowship de la Fundación Ford, precisamente por esta propuesta que busca empoderar a las mujeres.

“En la educación tenemos un salvavidas importante para el Pacífico colombiano. Es el factor que nos va a permitir cambiar las dinámicas socioeconómicas del territorio y nuestra mejor opción para salir de las trampas de la pobreza”, dice García.

Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.

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