Quibdó inaugura la primera casa de partería oficial
La capital del Chocó abre un espacio en el que las parteras tradicionales podrán atender mujeres gestantes, fortalecer sus conocimientos y enseñar a otras


Como si se tratara de su propia vivienda, el primer sueño que refieren las parteras en el Chocó es tener un nicho propio, como le llaman a un consultorio. Tras años de espera, Quibdó ha hecho realidad ese sueño. Este sábado, la capital del Chocó abrió la primera casa de partería de uno de los departamentos más pobres de Colombia, con el respaldo de la Organización Internacional del Trabajo y el Ministerio de Igualdad. Una iniciativa de particular relevancia en la región con la mayor mortalidad materna — en su mayoría fallecimientos por complicaciones tratables — del país.
Las alumbradoras chocoanas atienden a las parturientas en su propia cama, en camillas artesanales, o donde el contexto lo permita. Muchas de ellas ahorran lo poco que ganan de los diversos oficios que realizan para armar un nicho y allí atender en las mejores condiciones posibles. Pero ni siempre es posible ni la situación es la mejor, por lo que reclaman espacios dignos para su trabajo a través de Asoredipar-Quibdó.
Tras varios años fortaleciendo su labor, en 2023 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se sumó a esos esfuerzos y, junto al Ministerio de Igualdad y la institucionalidad local, logró sacar adelante la casa de partería. “Nos llamó mucho la atención la asociación porque su proceso de cuidado comunitario es impecable y los servicios están bien diseñados. Además, ellas ejercen en un contexto muy complicado por el alto nivel de precariedad y las malas condiciones de seguridad de Quibdó”, explica Carolina Pava, oficial nacional de género de la OIT, que les ha brindado formación en principios de economía social y solidaria, trabajo decente y economía feminista.
En la Casa de Partería se brindarán talleres de lactancia materna, se enseñarán a parteras más jóvenes y se venderán bebidas artesanales. La idea es convertirlo en un lugar seguro que permita mantener viva esta tradición y forma de medicina ancestral de un departamento preponderantemente afro e indígena. “Formar a parteras más jóvenes nos pareció ideal porque es un traspaso de sabiduría. La mayoría de ellas aprendieron de sus abuelas, de sus tías, de familiares. Y lo seguirán haciendo dejando los saberes en el territorio”, agrega Pava.
Esta casa es un proyecto piloto que desarrolla la dirección de Cuidado del Ministerio de la Igualdad y Equidad, como parte de la implementación del Sistema Nacional de Cuidado. En otros territorios, los proyectos contemplan comedores comunitarios, cuidadoras de personas en condición de discapacidad o madres comunitarias. Pava explica que uno de los problemas comunes a esas iniciativas de cuidado es la falta de infraestructura adecuada.
Sirley Maturana, una de las lideresas de Asoredipar, explica que la nueva casa es importante no solo para ellas, sino para las mujeres que les encargan su vida. “Para nadie es un secreto la violencia que vive nuestro municipio. Antes no podíamos ir a ciertos lugares, por las fronteras invisibles, algo que se evita con la casa. Comenzó una nueva era para la partería en Quibdó, en la que se va a trabajar de la mano con el sistema de salud local, articulando la medicina ancestral con el saber occidental. Estamos muy felices”, señala. Chocó es el departamento de Colombia con más nacimientos atendidos por alumbradoras, con 2.656 solo en 2020.
Para que este sueño sea sostenible hacer aliados ha sido crucial. La OIT pondrá un capital semilla inicial, la Secretaría de Salud de Quibdó pagará el arrendamiento del lugar los primeros meses y el Fondo Mujer, del Ministerio de la Igualdad, va a dotar el consultorio con algunos instrumentos básicos. Un kit médico completo puede costar aproximadamente 3.000 dólares, y una partera cobra por una atención entre 20 y 30 dólares, esto cuando no trabaja gratis dadas las condiciones del territorio.
Maturana subraya que, aunque parezca absurdo, ya anhelan e idean el siguiente nicho, uno más grande y, ojalá, con una terraza que les sirva para construir una “farmazotea”, donde sembrarían hierbas medicinales que son parte central de su trabajo. El sueño sigue para las 200 alumbradoras de Quibdó.
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