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COLUMNA
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El nuevo papa, entre la espada y la pared

Quien resulte elegido para suceder al carismático Francisco tendrá un gran reto. No solo será comparado, sino que deberá afinar las aproximaciones de la Iglesia a las realidades de las sociedades contemporáneas

La ceremonia de cierre del féretro con el cuerpo del difunto papa Francisco, en la basílica de San Pedro.

El papa que resulte elegido en el cónclave del 7 de mayo no la tiene fácil. Suceder a un prelado que se ganó la admiración y el cariño del mundo católico y de los no católicos, el más carismático e influyente de los últimos años, que intentó hacer de la Iglesia una institución más democrática, es una tarea difícil de satisfacer, un reto gigantesco. La Iglesia necesita preocuparse de los problemas de la humanidad. Los migrantes, los desempleados, las crisis climáticas, la trata de personas, los pobres, intervenir en los procesos de paz que intentan perfeccionar los pueblos que sufren la guerra. El doctor en comunicación social y consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, Oscar Elizalde Prada, nos trae una consideración que nos acerca a la respuesta a la pregunta que le formuló el escritor Javier Cercas al papa Francisco en su viaje a Mongolia, en el sentido de saber si su madre podría encontrarse con su marido después de su fallecimiento y cuya respuesta todavía no he leído en su último y muy exitoso libro: El loco de Dios en el fin del mundo. Tenemos que leer la totalidad del trabajo de Cercas para conocer la respuesta concreta a la pregunta del gran escritor.

“Otra de las grandes cuestiones que deberá asumir el sucesor de Francisco tiene que ver con las relaciones entre fe y ciencia, fe y cultura y fe y sociedad. Si bien la Iglesia cuenta con un rico Magisterio sobre estos asuntos, como se aprecia en no pocos documentos promulgados por los últimos pontífices, será necesario afinar las aproximaciones de la Iglesia a las realidades que emergen del mundo de la ciencia, como de la cultura y que impactan profundamente a las sociedades contemporáneas, al punto de modelarlas”; la inteligencia artificial es el ejemplo más preponderante. Resuenan las palabras del papa Francisco en su última bendición urbi et orbi el Domingo de Pascua del 20 de abril: “En la pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el Señor vive para siempre y nos infunde la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte”. Esta es la frase que sirve de respuesta adelantada a la pregunta de Cercas.

Como es natural, elegido el nuevo pontífice, aceptado el encargo y escogido el nombre con el cual gobernará a la Iglesia, la parafernalia del honroso escogimiento se registrará con fuerza en todos los medios de comunicación y en las redes sociales. Aplausos y brindis por doquier, pero luego vendrá la realidad que se traduce en nuevas y enormes responsabilidades y metas de alto coturno por alcanzar.

El nuevo jefe de la Iglesia tendrá que enfrentar obstáculos enormes que necesariamente llevará a que la tribuna lo compare con su antecesor y lo critique si le pone el pie en el acelerador de las reformas que inició Francisco, o si por el contrario pone el pie en el freno. Mal de todas maneras; por eso está entre la espada y la pared. Mal si se parece. Mal si no se parece.

Para los colombianos, la pérdida de Francisco, además de la admiración ilimitada tiene una consideración especial: era la única persona que unía al país polarizado. Rogamos a Francisco que nos bendiga desde el cielo y que no nos olvide que los colombianos seguimos rezando por él.

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