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Joan Manuel Serrat
Tribuna
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¡Feliz cumpleaños, ‘nanogenario’ vital!

Este 27 de diciembre del 2024, Joan Manuel Serrat Teresa celebra 81 años de haber entonado en su amada Barcelona su primer “llanto vital”

El cantante español Joan Manuel Serrat en Barcelona, el 29 de noviembre.
El cantante español Joan Manuel Serrat en Barcelona, el 29 de noviembre.Alejandro García (EFE)

“De vez en cuando la vida afina con el pincel: se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla”. Joan Manuel Serrat

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Este 27 de diciembre del 2024, Joan Manuel Serrat Teresa celebra 81 años de haber entonado en su amada Barcelona su primer “llanto vital”. Su madre, Ángeles Teresa, pronto lo llamaría Nano, marcándolo así con una aureola de cariño y bonhomía que aún conserva intacta. Aureola que ha prodigado generosamente en sus canciones y escenarios por todo el mundo. Al recibir el premio Princesa de Asturias de las Artes, Serrat se definió como “un señor mayor tirando a viejo”.

Un Nanogenario Vital

Con mayor razón ahora, pues a los 81 años ha emprendido la senda de la década que lo llevará a ser el nanogenario más vital, lúcido y querido que hayamos conocido. No se convertirá en un nonagenario, según la exacta acepción de la RAE, sino en un “Nanogenario”, pues es un caso excepcional de longevidad vital y musical. Se trata de un “nanogenario” que nos encanta y va más allá de las generaciones con su lírica voz, llena de poesía, sentimientos y sabiduría. Desde 1992, con los acordes sublimes de Paco de Lucía a la guitarra, nos canta que “sin Utopía, la vida sería un ensayo para la muerte”. Allí fustiga a los “lebreles que se criaron en sus rodillas y que, al no poder seguir su paso, la traicionaron; y hoy, funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden son partidarios de capar al cochino para que engorde”.

Nanogenario Visionario

En Utopía vaticina la crisis profunda de los partidos y proyectos progresistas que hoy naufragan en todas partes en el piélago nauseabundo de la corrupción, el amiguismo, el nepotismo y la ambición, convertidos en una pandilla de “funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden”, como lo hicieron en la UNGRD: Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos y Desastres en Colombia.

En ese breve discurso, de apenas seis minutos, el Nano se definió de cuerpo entero, parafraseando letras de algunas de sus canciones: “Soy un hombre partidario de la vida. Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad” de Cada loco con su tema, grabada en 1983. Igual, nos recordó ser un demócrata integral: “Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son”.

Y así lo ha demostrado coherentemente durante toda su vida, por eso es tan incómodo para todos los autócratas, que cínicamente sacrifican la democracia al separar y enfrentar mortalmente la libertad contra la justicia o viceversa. La primera es la fórmula por excelencia de la derecha y “anarco-libertarios” como Milei, que desprecia el Estado y las leyes, salvo la avariciosa de la ganancia de los mercaderes, en cuyo nombre sacrifica la justicia y la misma libertad de las mayorías. Y la segunda, es la fórmula de quienes supuestamente desde la izquierda la emprenden contra las libertades fundamentales en nombre de una demagógica justicia social y un fantasmal pueblo, como sucede en tantos lares.

Por todo lo anterior, el nanogenario reivindica con Pepe Mujica la utopía por ser “subversiva, de lo que está mandado, mande quien mande”, siguiendo el legado de su padre, Josep Serrat, quien fuera un obrero anarquista catalán, afiliado a la CNT, Confederación Nacional del Trabajo.

En su sensatez, el Nano no deja de advertirnos que la utopía encierra un peligroso espejismo, pues es una “embaucadora que encandila a los ilusos y a los benditos” y una “hechicera que hace que el ciego vea y el mudo hable”. Sin dejar por ello de cantarle a sus virtudes: “¡Utopía, dulce como el pan nuestro de cada día!¡Ay! Utopía incorregible que no tiene bastante con lo posible. ¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía!”. Hasta concluir con su inconfundible voz, firme y conmovedora: “Sin utopía, la vida sería un ensayo para la muerte. ¡Ay! Utopía, cómo te quiero porque les alborotas el gallinero. ¡Ay! ¡Ay, Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!”. Pero no le basta con el poder de la esperanza de la Utopía. Su poesía también está cargada de un pasado que nos evoca la nostálgica felicidad de Aquellas pequeñas cosas con la que cerró su intervención al recibir el premio Princesa de Asturias de las Artes.

Los Recuerdos

Pero es en otra canción, casi desconocida, Los Recuerdos, donde encontramos una auténtica y profunda fenomenología sobre el sentido y alcance del pasado. De entrada, nos dice: “Los recuerdos suelen contarte mentiras. Se amoldan al viento, amañan la historia; por aquí se encogen, por allá se estiran, se tiñen de gloria, se bañan en lodo, se endulzan, se amargan a nuestro acomodo, según nos convenga; porque antes que nada y a pesar de todo hay que sobrevivir”… “suelen ser tristes hijos, como son, del pasado, de aquello que fue y ya no existe”, “son el esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser… “inflexible, el olvido irá carcomiendo la historia; y aquellos que nos han querido restaurarán nuestra memoria a su gusto y a su medida con recuerdos de sus vidas”. Su voz supera el curso de las generaciones y de las naciones, arropa con ella una saga imprecisa de consanguinidades y amistades, desde amantes, esposas, esposos hasta las queridas infidelidades del pasado. Por eso, siempre estarás vivo, sonoro y vibrante en nuestras vidas, alegrías y desdichas. Gracias, Nano, por ser ese buen hombre que ha encontrado la Utopía y la has puesto a salvo de tanta felonía: ¡Feliz cumpleaños, nanogenario, por tanto amor, rebeldía y vida compartida! ¡Pronto celebraremos tu nonagenario!

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