Francisco de Roux, ante la denuncia por ocultar abusos sexuales de un sacerdote: “Serán los abogados quienes decidan si falté a un deber legal”
El religioso investigó y sancionó, como jefe de los jesuitas en Colombia, los “horrendos crímenes” de Darío Chavarriaga. Ante los señalamientos por no haberlo denunciado ante la Fiscalía, explica que para entonces los hechos, ocurridos 40 años atrás, ya habían prescrito en la justicia penal
Francisco de Roux (Cali, 81 años) es quizás el sacerdote católico más conocido de Colombia. Entre 2017 y 2023 fue presidente de la Comisión de la Verdad creada por el acuerdo de paz con las FARC. Antes había ganado el Premio Nacional de Paz por su trabajo para crear programas de desarrollo en varias comunidades rurales del centro del país. Entre esos dos roles, durante seis años fue la cabeza de la Compañía de Jesús en el país. En ese cargo, en 2014 Luis Fernando Llano Narváez le comunicó que él y sus hermanas habían sido abusados sexualmente por el cura Darío Chavarriaga cuatro décadas antes, cuando él era alumno del Colegio San Bartolomé y el abusador era uno de sus directivos. Hace pocos días, Llano y su familia presentaron una denuncia penal en contra de De Roux, señalándolo de encubrimiento por no haber llevado la denuncia a la Fiscalía General de la Nación. Este jueves, el sacerdote ha presentado su posición ante los medios: se conduele de las víctimas de los “horrendos crímenes” de Chavarriaga, explica que actuó hasta donde podía y que sancionó al abusador. Además, se muestra abierto a que lo investigue la justicia penal: “Si yo falté a un deber legal, serán los abogados quienes lo decidan”.
“Comprendo que las víctimas puedan recuperar su dolor cuando sea”, ha dicho el sacerdote ante una decena de periodistas de diferentes medios, incluido EL PAÍS. Ha explicado que, en su momento, actuó con celeridad. En poco más de un mes, entre mayo y junio de 2014, recibió una llamada de la víctima, creó un comité de investigación con el padre Luis Javier Sarralde como procurador, habló con Llano y sus hermanas Alba Constanza y Mónica Cristina, encaró a Chavarriaga y tomó decisiones. El culpable aceptó haber abusado sexualmente de los Llano cuando ellos eran niños y él directivo del Colegio San Bartolomé, entre 1975 y 1979. De Roux determinó la mayor sanción en las reglas eclesiásticas del momento: le ordenó la reclusión permanente en la enfermería en la que viven los sacerdotes jesuitas que están en estado terminal, en Bogotá, y le prohibió realizar cualquier acción como sacerdote. “He sido testigo, en este y en otros casos, de que ese tipo de sanciones son moralmente devastadoras”, ha narrado. Meses después de la decisión, Chavarriaga desarrolló un cáncer por el que murió poco después, en 2015. Tenía 75 años.
El entonces provincial de los jesuitas ha explicado que, una vez determinó la sanción, se reunió con Luis Fernando y Alba Constanza Llano, y les preguntó qué más podía hacer por ellos. La respuesta, cuenta el antiguo provincial, fue que se sentían satisfechos y que no querían llevar el caso más allá por su cariño con la Compañía. Sin embargo, reconoce que le explicaron que Rosa Sofía ―una hermana que había sido víctima y no estaba presente pues vivía en México― sí quería una indemnización en dinero y llevar el caso a la justicia civil. Nada de eso pasó, o no hasta ahora. De Roux cuenta que, además de la solicitud de las víctimas, dos hechos evitaron que llevara el caso a la Fiscalía. “Consulté con abogados y me dijeron que los delitos ya estaban prescritos”, ha dicho, en atención a que habían ocurrido entre 30 y 35 años antes. También resalta que en ese entonces regía en la Iglesia el llamado secreto pontificio, que obligaba a los sacerdotes encargados de ese tipo de casos a guardar la confidencialidad. Un error, a su juicio, que fue corregido entre 2018 y 2019, cuando el papa Francisco eliminó esa cortapisa.
Con ese cambio en la Iglesia a la que pertenece, y con una mirada distinta tras haber escuchado a cientos de víctimas en la Comisión de la Verdad, dice que actuaría de otra forma. “Haría el mismo proceso canónico y tomaría las mismas sanciones, las más altas, pero al terminar llevaría todo a la Fiscalía”, afirma. Dice que le gustaría buscar a los hermanos Llano y hablar con ellos, porque sería imprudente hacerlo cuando han interpuesto una denuncia en su contra. “Quisiera ponerme en la disposición de escuchar y poder corresponder a sus exigencias”.
Para De Roux, los hermanos Llano han actuado como lo harían muchas otras personas en su situación. “Quienes han trabajado asuntos de víctimas saben que en cualquier momento pueden recuperar su dolor y volver a reclamar las cosas que siente que en justicia se les deben. Esto lo comprendo, lo acepto como una llamada de la verdad. Esto es así, independientemente de las furias que se mueven y de otros intereses que pueden utilizar el dolor de las víctimas”.
El padre, que ha trabajado por años con las víctimas del conflicto armado colombiano y hoy está ante el señalamiento de otras víctimas, las de un sacerdote pederasta, encuentra que en cualquier caso la atención se debe centrar en ellos y ellas, en las víctimas de cualquier hecho. “Este clamor de Fernando y su familia plantea que crímenes como estos no solo no pueden olvidarse, sino que llaman a mantener viva la memoria histórica para que sigan gritando las víctimas, para que no haya repetición. Además, porque estos errores contra el ser humano nunca tendrán descanso definitivo, nunca acabaremos de repararlos. Seguirán viviendo como reclamos del alma, como gritos de indignación y de justicia, mientras haya historia”.
Si conoce algún caso de abusos sexuales en la Iglesia en América Latina que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusosamerica@elpais.es. Si es un caso en España, escríbanos a abusos@elpais.es.
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