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Guerra entre Israel y Gaza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Houyhnhnms o yahoos?

Cuatro siglos después de la publicación de ‘Los viajes de Gulliver’, seguimos comportándonos más como los ‘yahoos’, unos seres que ejercían la violencia, y menos como los ‘houyhnhnms’, que practicaban la benevolencia. O al menos así parece demostrarlo lo que sucede en Gaza

guerra israel y gaza
Fuerzas de ocupación israelíes se reúnen cerca de la valla fronteriza con la Franja de Gaza, al sur de Israel, el 21 de mayo.ABIR SULTAN (EFE)

A pesar de que la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional solicitó permiso a los jueces para emitir órdenes de detención en su contra por “crímenes de guerra y contra la humanidad”, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha declarado que no detendrá la ofensiva en Gaza y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, también implicado en la acusación del alto organismo, les manifestó a funcionarios estadounidenses que ampliará las operaciones militares en Rafah. Es, por tanto, previsible una intensificación en la incursión terrestre que el ejército sionista inició solapadamente hace un par de semanas al compás del rugido de las bombas que no cesan de caer sobre esta ciudad, la más densamente poblada del mundo por cuenta de los ataques israelíes, en donde según Unicef 600.000 niños y niñas malviven sin protección alguna.

Las imágenes del horror que se ensaña con los más indefensos recorren las redes sociales con la esperanza de encontrar destinatarios dispuestos a empatizar con la tragedia de un pueblo injustamente envilecido por la propaganda y el lobby sionista sirviéndose de los outlets noticiosos más poderosos del mundo. La labor de reenviadores de malas noticias en que nos hemos convertido todos aquellos que valoramos la vida por encima de cualquier consideración, con la esperanza de que el clic a un publicar se traduzca como por milagro en el giro a apagado de la máquina de la guerra es, como escribió recientemente la autora palestina Hala Alyan, “una tarea insoportable. Intentar ganarse la solidaridad tiene algo de humillante”.

La vergüenza recae sobre todo el género humano cuando proteger a los niños y niñas deja de ser una responsabilidad colectiva, una obligación solidaria, y empezamos a distinguir entre los nuestros y los de ellos. Cuan distinta fuera nuestra suerte si viviéramos como los houyhnhnms, esa raza de caballos inteligentes y racionales a cuyo país llega Gulliver en uno de sus viajes ―quizás menos conocido por adolecer de la espectacularidad de su primer encuentro con los liliputienses, en una sociedad que, como postuló Debord, privilegia el espectáculo―. En su tiempo al lado de estos seres fantásticos se asombra ante sus dos principales virtudes, la amistad y la benevolencia; “éstas no se limitan a objetos particulares, sino generales para la raza entera. Pues un extraño, procedente del lugar más remoto, es tratado igual que el vecino más cercano, y dondequiera que vaya se siente como si estuviera en casa”. Tratan, añade el viajero, “con el mismo cariño a la descendencia de un vecino que a la suya propia. Actúan así porque la naturaleza los enseña a amar a toda la especie, y solamente es la razón la que distingue a las personas cuando éstas poseen un grado superior de virtud”.

Cuatro siglos después de que Jonathan Swift escribiera su magnum opus, seguimos comportándonos más como los yahoos, la antítesis de los houyhnhnms, unos seres brutales con cuya representación satírica el autor irlandés establece un paralelo con la sociedad de su época y critica, entre otras cosas, la violencia: la que no ha faltado en Gaza y en la ocupación ilegal e inmoral que Israel mantiene desde hace 76 años en Palestina. Por desgracia, en este mundo de hoy donde la codicia y el egoísmo son regla, nos vemos obligados a compartir imágenes de niños momificados por el fuego incendiario del ejército “más moral del mundo” y de niñas que lloran en desesperación ante el cadáver de su madre. Nos debatimos entre darle, o no, un me gusta a una escena que nos duele en lo más profundo del ser o reenviarla, aún a expensas de revictimizar a la ya varias veces víctima, como protesta ante la atrocidad. La súplica tras el clic espera ablandar el corazón de algún constituyente de las potencias que ponen las armas para que le diga a sus políticos que 14.000 niños asesinados son suficiente y que es hora de detener a Israel. Porque la muerte de los otros, una ficha más en el ajedrez de la política, solo cuenta, y en números superlativos, si se traduce en votos en contra.

Una niña palestina mira unos barcos destruidos por fuego israelí, en el sur de la Franja de Gaza, el 22 de mayo.
Una niña palestina mira unos barcos destruidos por fuego israelí, en el sur de la Franja de Gaza, el 22 de mayo.Hatem Khaled (REUTERS)

Desafortunadamente, una gran mayoría de medios de comunicación optan día a día por encubrir a Israel minimizando y relativizando sus acciones en Gaza sin dar el menor contexto a una limpieza étnica que lleva décadas en ciernes. Para ellos los palestinos nunca son asesinados por Israel, simplemente mueren, como si la lluvia diaria de bombas de 900 kilos con las que han destruido los hogares de dos millones de seres humanos se tratara de un fenómeno meteorológico.

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Por eso no sorprenden las revelaciones hechas por el medio independiente The Intercept de un memo interno enviado por dos editores de The New York Times ofreciéndole a sus periodistas una “guía sobre términos y otros asuntos” que hace eco a la narrativa oficial israelí. “The New York Times instruyó a los periodistas que cubrían la guerra de Israel en la Franja de Gaza a restringir el uso de los términos ‘genocidio’ y ‘limpieza étnica’ y a ‘evitar’ el uso de la frase ‘territorio ocupado’ al describir tierras palestinas”, comienza diciendo el artículo que incluye el testimonio de varios trabajadores para quienes “el periódico estaba haciendo todo lo posible para ceder ante la narrativa de Israel sobre los eventos y no estaba aplicando estándares uniformes en su cobertura”. El memorándum llega al extremo de dar instrucciones a los periodistas de no usar el término “Palestina” y a no mencionar los “campos de refugiados” dentro de Gaza, lo que se alinea con la postura israelí de negar el retorno de los palestinos expulsados en el 48 a sus hogares dentro del actual Israel, como ordena la resolución 194 de Naciones Unidas.

No hay otra opción a ese “nunca dejes de hablar de Palestina” que hoy, gracias a las redes sociales y en las calles, resuena fuerte en las voces de millones de hombres y mujeres. Entre ellos destaca la Generación Z, jóvenes que han llevado del mundo digital al físico sus acciones pacíficas por detener el genocidio y enfrentar valientemente al statu quo en los campamentos de las principales universidades del mundo. En ellos reposa la esperanza de construir sociedades más justas donde, quizás algún día y como en el mundo maravilloso de los houyhnhnms, la vida de todos los niños y niñas sea el bien más preciado de nuestra especie.

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