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Reforma a la salud
Columna
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La crisis de la salud y la responsabilidad del Congreso

En medio de los errores del Gobierno, la sociedad aún no le reclama al legislativo su falta de propuestas, de debate, y su preferencia por el lobby y la ‘mermelada’

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El Congreso colombiano, en Bogotá, en 2022.Andres Cardona (Bloomberg)

Son tantos los errores cometidos por el Gobierno en el manejo de la crisis de la salud que han opacado la nefasta gestión de otros sectores con responsabilidad en este proceso. Hablemos de uno de ellos: El Congreso. La sociedad no le reclama todavía al legislativo como debe ser por su incapacidad para tramitar una salida en el escenario natural de la democracia, en donde están representadas las distintas tendencias, las regiones y la diversidad de este país. Es ahí en donde se deben encontrar soluciones a los grandes problemas. El Congreso no es apéndice del Gobierno, es un poder independiente, y en este proceso no ha estado a la altura.

Es claro desde hace mucho tiempo que el modelo de salud, con sus virtudes y defectos, atraviesa una crisis que se evidencia en el número de EPS liquidadas o intervenidas, en la mora en los pagos entre los distintos actores de la cadena, en la corrupción por el mal uso de los dineros de la salud, en las deficiencias del servicio para los más vulnerables y en los números rojos financieros que encienden alertas de tiempo atrás. La necesidad de ajustes no da espera. La controversia es por la alternativa que presentó el Gobierno en su propuesta de reforma. Si esa idea no tenía las mayorías en el Congreso como quedó en evidencia, ¿qué hicieron esas mayorías para darle al país una respuesta necesaria a una crisis evidente?

Me pregunto dónde están las propuestas alternativas, los debates serios y de fondo, la búsqueda de consensos que tanto le reclaman, con justicia, al Gobierno. Para concertar se necesita que todos pongan de su parte y en el debate de la salud los congresistas se quedaron también en la pelea. Muchos aplaudieron cuando se cayó la reforma sin avanzar en alternativas viables, como si el sistema se pudiera salvar dejando las cosas como están.

La oposición está jugada a que al presidente Petro le vaya mal aunque una derrota del Gobierno se lleve por delante la salud de los colombianos y el país. Quieren probar que Petro no pudo y no entienden que no se puede hacer politiquería con la salud de los ciudadanos. Los congresistas de la coalición de Gobierno tampoco tuvieron la capacidad de tomar distancia de la administración para escuchar y transformar la reforma, para hacer los ajustes necesarios. Del centro mejor no hablar porque sus líderes se quedaron cortos en estos tiempos de incertidumbre y sobre los de distintos partidos que no caminan si no hay prebendas o mermelada, si no ganan algo, no hay nada que agregar. Si en el Congreso vieron que el presidente y sus ministros no iban por el camino correcto, ¿no tenían los congresistas la capacidad y la obligación de buscar alternativas?

Es vergonzoso ver a unos congresistas y al Gobierno apostando a la mermelada, al lobby de privados y a las jugaditas politiqueras de siempre cuando hay de por medio algo tan delicado y sensible como el sistema de salud. Un asunto importante en manos de políticos siempre trae problemas. Por eso, por la corrupción, por los intereses particulares y por una larga cadena de responsabilidades, el sistema arrastra desde hace años una crisis que estalló del todo en el Gobierno Petro, al que se le debe abonar que le haya plantado cara al problema, pero que también hizo sus aportes a la tormenta: un mal liderazgo, las dificultades de gestión, la búsqueda constante de disenso en vez de consenso y, quién lo creyera, la incapacidad para entender cómo funciona la democracia.

El presidente Petro nos recuerda con frecuencia que fue elegido democráticamente y tiene un mandato popular. Eso es cierto, señor presidente, pero el Congreso también tiene su mandato democrático y si el Gobierno no tiene mayorías para tramitar las reformas como quiere, la salida es ceder, concertar, buscar acuerdos. Esa misma lógica juega para el Congreso, que tampoco ha sido capaz de encontrar salidas que le sirvan al país. Peló el cobre una vez más: insultos, peleas, triquiñuelas y hasta el momento ninguna solución. ¡Qué pobreza de liderazgos!

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Todos con la mira puesta en las elecciones del 2026, todos con ganas de tener un triunfo político y mientras tanto pierde el país. En la calentura del debate es fácil encontrar un gran culpable para tirar a las hambrientas pirañas de las redes sociales: el presidente si se les pregunta a unos, las EPS si se les pregunta a otros. Más difícil reconocer que a una crisis de estas proporciones se llega por decisiones, omisiones y hasta delitos de muchos que tuvieron y tienen el poder en el sector.

Mientras el Gobierno toma decisiones vía decreto y los organismos de control lanzan alertas y hacen anuncios, sigue faltando la reforma de fondo. El Congreso tiene en sus manos la posibilidad de hacer una propuesta viable y sensata que mantenga lo que sirve y cambie lo que se deba cambiar. El reto para todos los congresistas es la capacidad que tengan de escuchar, ceder y concertar para avanzar en cambios necesarios que sean posibles. Como viene, el sistema no se sostiene. La pregunta es si los congresistas van a seguir con “jugaditas” y opinando en redes para alimentar a los fanáticos y bodegueros o si van a hacer el trabajo responsable que el país necesita para la salud.

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