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Xiomara Galván: “Aún no he podido perdonar a mi hermana por la desaparición de mi sobrina”

La tía de Sara Sofía luchó durante años para conseguir justicia, pero ahora el alivio por la condena de Carolina Galván y Nilson Díaz se mezcla con la culpa

Xiomara Galván
Xiomara Galván, tía de la niña Sara Sofía, en Bogotá, este 28 de febrero.ANDRÉS GALEANO
Lucas Reynoso

Xiomara Galván luchó durante tres años para hacer justicia por Sara Sofía, una sobrina a la que crio como si fuera su hija. Denunció por desaparición forzada a la madre de la niña y al padrastro, exigió medidas en la Fiscalía y acudió a los medios de comunicación para visibilizar el caso. Consiguió que Carolina Galván y Nilson Díaz fueran detenidos y que las autoridades buscaran durante meses el cuerpo de Sara Sofía en el río Tunjuelito, en el sur de Bogotá. Pero esta semana, en la que la justicia condenó a los culpables, ha sido agridulce. El alivio por haberle cumplido a su sobrina se ha mezclado con los remordimientos que siente como hermana de la condenada. “Me duele porque ella tiene 23 años. ¿A qué edad va a salir de la cárcel si le dan una pena de 40 o 50 años?”, dice.

Sara Sofía vivía con su madre y con la familia de Xiomara en Kennedy, en el suroccidente de la capital colombiana. Su tía cuenta que el padre de la niña no existía en su vida, ya que se había desentendido cuando Carolina le contó del embarazo. La niña aprendió de sus primos a decirle “papi” al marido de Xiomara y “abuelito” al suegro. “¡Llegó el papi! ¡Papi, papi, papi!”, exclamaba cuando escuchaba la moto del padre de sus primos. Ana Rita, la suegra de Xiomara, se había convertido en su abuela adoptiva. Le hacía la comida, la bañaba, la vestía y le enseñaba a usar la bacinilla para ir al baño.

Carolina, que fue madre a los 19 años, delegó varios de los cuidados de su hija. Eso produjo tensiones con Xiomara, que le recriminaba sus ausencias y le insistía en que debía conseguirse un trabajo. “Como veía la ayuda de mi suegra, no quería coger ese rol de mamá. Yo le decía: ‘Caro, tú estás joven. Pero puedes salir adelante con tu niña”, recuerda la tía de Sara Sofía. “Ana Rita no es la mamá. Ya que nos está colaborando, ayúdela. Esté pendiente de la niña, que si comió o si se orinó”.

La situación en la casa se hizo insostenible en septiembre de 2020. “Si ustedes quieren que me vaya, me voy. Pero no puedo llevarme a la niña”, dijo Carolina, según rememora Ana Rita. La idea era tomarse unos meses para conseguir trabajo y establecerse de manera independiente. Mientras tanto, iría a visitar a su hija a la casa de Xiomara y su familia. Dentro de las dificultades, Sara Sofía estaba bien: aunque lloró una tarde tras volver del parque con su mamá; disfrutaba de sus tíos y primos. “Mi hijo la montaba atrás de un carro de juguete. ‘Sofía, móntese. Sofía, agárrese’. Iban de aquí para allá y nos reíamos mucho”, relata Xiomara.

Los problemas comenzaron cuando, en enero de 2021, Carolina pidió llevarse a su hija por un fin de semana. La recogería el viernes 15 y la regresaría el domingo 17. Pero no cumplió. Desde entonces, hay pocas certezas sobre qué pasó con Sara Sofía. Se sabe que Carolina la llevó a la casa de Nilson Díaz, un hombre de 45 años con el que salía y que tenía otros cuatro niños a cargo. Después, hay versiones contradictorias. La madre ha dicho que regaló a su hija a una señora con un carro rojo, pero también que se murió por accidente y que tiraron el cuerpo a un caño del Tunjuelito. Nilson, en tanto, ha asegurado que Carolina la mató.

Un juguete de Sara Sofía que su tía Xiomara Galván aún conserva.
Un juguete de Sara Sofía que su tía Xiomara Galván aún conserva. ANDRÉS GALEANO

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Puede que haya sido un accidente, puede que Nilson sea el responsable principal. Pero, según la condena del pasado miércoles, Carolina tuvo responsabilidad. “La sacó del seno del hogar de su tía, donde estaba siendo protegida. Era apenas una infante de 22 meses que no podía defenderse”, evaluó la jueza en su decisión. Como el cuerpo no ha sido encontrado, legalmente se considera que Sara Sofía sigue desaparecida. La condena de su madre y su padrastro es por desaparición forzada, un delito que puede tener penas aún mayores al homicidio —la justicia definirá los detalles en las próximas semanas—.

La búsqueda

Xiomara sintió angustia a finales de enero de 2021, cuando Carolina dejó de contestarle las llamadas. “Era una desesperación muy fuerte, como si se me hubiera perdido uno de mis hijos. Yo lloraba y no entendía por qué, si estaba con la mamá. Pero sentía que algo no estaba bien”, recuerda. Desde entonces, empezó una larga búsqueda para encontrar a la niña y a Carolina, que no le había dado la dirección de Nilson. El Instituto de Bienestar Familiar le explicó en varias ocasiones que no podían hacer nada porque no había algo irregular en que la niña estuviera con la madre. “¿Qué denuncia puede poner? Desaparecida no está y tampoco es un secuestro porque usted no tenía la custodia legalmente”, le dijeron.

Tras pedir ayuda en redes sociales, la tía de Sara Sofía se enteró de que Carolina ejercía de trabajadora sexual en el barrio de Patio Bonito. El 18 de febrero, una mujer le contó que un hombre con cuatro niños iba a vigilarla todos los días y recogía el dinero que ganaba. Esa misma noche, Xiomara y su marido fueron a buscar a Carolina. La encontraron y ella dio dos versiones: les dijo a ellos que había regalado a la niña, y a un policía que había arrojado el cuerpo al Tunjuelito tras una muerte accidental. Xiomara, que pensaba que Nilson tenía a Sara Sofía y la usaba para extorsionar a su hermana, decidió poner una denuncia contra ambos para que la Fiscalía investigara. Entre tanto, por si acaso, comenzó a ir todos los días buscarla en el río.

No hubo noticias significativas hasta mediados de marzo, cuando la tía acudió a los medios de comunicación y el caso conmocionó al país. La Fiscalía capturó a Carolina y a Nilson a los pocos días y la Defensa Civil y los bomberos comenzaron un intenso rastrillaje en el Tunjuelito. Xiomara, en tanto, continuó con las apariciones mediáticas y se convirtió en la cara visible de la búsqueda de Sara Sofía y del pedido de justicia por su desaparición. “Reconozco que mis hijos quedaron a un lado y que me concentré en la niña. Quería estar día y noche en ese río y yo sabía que mis hijos estaban bien, que mi suegra les daba comida y me los llevaba al colegio”, relata.

Nunca perdió cierta empatía con su hermana. Xiomara siempre ha pensado que no es la responsable principal y que Nilson fue quien le hizo algo a la niña. “Ella decía mentiras, pero no era agresiva y no maltrataba a la niña. Yo sé que, en parte, Carolina es una víctima de él y que el error más grande de ella fue quedarse callada. Si lo hubiera denunciado inmediatamente o nos hubiera buscado, quizá no estaría presa”, comenta. Asimismo, Xiomara señala que la madre de Sara Sofía tiene otro proceso abierto contra Nilson por presuntamente haberla forzado a prostituirse.

Ana Rita Perdomo, abuela adoptiva de Sara Sofía Galván, y Xiomara.
Ana Rita Perdomo, abuela adoptiva de Sara Sofía Galván, y Xiomara.ANDRÉS GALEANO

Los remordimientos

La tía de Sara Sofía interiorizó en los primeros meses varios comentarios de quienes la criticaban por haber permitido que la niña se fuera con Carolina. “¿Por qué se la entregué? ¿por qué no me fui con ella ese día? Yo le decía a mi psicóloga que soy tan culpable como Carolina, que también tengo que estar en la cárcel”, recuerda que se preguntaba. Pero, con el tiempo, dejó esos pensamientos de lado. Tanto ella como Ana Rita insisten en explicar que ninguna de las dos sabía de los problemas que enfrentaba Carolina y que podían suponer un riesgo para la niña. “Venimos de una familia donde no había temas de drogadicción o prostitución”, afirma Xiomara.

Un sentimiento de culpa parecido existe respecto a la relación con su hermana. Xiomara es la mayor —tiene 33 años, 10 más que Carolina— y siempre ha tenido el rol de guiar y regañar a la menor, en especial desde que la madre de ambas las abandonó en 2008. “No éramos las hermanas que no podían vivir la una sin la otra. No era una amistad... ella siempre se llevó mejor con mis hermanos menores”, explica Xiomara. “Le insistí tanto con que salga adelante y ayude a su hija... que de pronto la aburrí y la estresé. Me faltó aconsejarla y acogerla más, brindarle más confianza y darle más amor... le pido a Dios que me abra el corazón para reencontrarnos”.

Ana Rita es la única que visita a Carolina en la prisión y se encarga de mandarle ropa, crema para el pelo y alimentos como leche, azúcar y cacao soluble. “Tiene un corazón totalmente diferente al mío y siempre la quiso mucho. Yo no he podido perdonarla aún”, dice Xiomara. La última vez que las dos hermanas hablaron fue en febrero de 2021. Al principio, era Carolina la que no quería saber nada. “Xiomara me metió en la cárcel”, decía. Después, fue al revés: en 2023, la madre de Sara Sofía le escribió a su hermana una carta en la que le pedía que la perdonara, le reconocía que había cometido errores y le aseguraba que quería salir de la cárcel para buscar a su hija. Xiomara no le respondió.

El tercer y último remordimiento de Xiomara es sobre su padre, que tiene 60 años y vive en Santander, el departamento de origen de las dos hermanas. La tía de Sara Sofía cuenta que lo llamó el martes en la noche para contarle de la condena. “Qué pesar mi hija. Sé que no la voy a ver más, se me perdió mi hija. Donde los condenen a 40 años, ¿yo cuando la voy a volver a ver, Xiomara?”, dijo el padre. La mayor de las hermanas no deja de pensar que hay un reproche implícito. “Quizá mi papá se muere y Carolina no va a poder estar en su entierro”, lamenta.

Encuentra consuelo en pensar que no tenía otra opción para hacer justicia por su sobrina, a la que todos los días ve en un cuadro que encabeza la sala de estar de su casa. “Tenía que hacer algo. Y no podía solo denunciar a Nilson, porque fue Carolina la que se llevó la niña. Era los dos afuera o los dos adentro”, comenta en el único momento en el que llora durante la entrevista con este diario. “Mi hermana pudo decidir por sí sola. Pero Sarita estaba sujeta a lo que mi suegra dijera, a lo que Carolina dijera, a lo que yo dijera. Era una bebé de 23 meses que tenía toda una vida por delante y que falleció sin siquiera saber que su mamá y padrastro le hicieron daño”.

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Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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