El debate en torno a la primera dama abre grietas en el petrismo
Desde diversos sectores piden replantear esa figura, foco de controversia por los gastos de Verónica Alcocer
La visibilidad de Verónica Alcocer irrita desde hace tiempo a la oposición política en Colombia. Ahora, el creciente debate en torno a la figura de la primera dama, alimentando por los gastos millonarios de su círculo más cercano, ha desnudado grietas también entre los sectores afines al presidente Gustavo Petro. E incluso acaloradas discusiones públicas. “Hoy las mujeres no quieren ser primeras damas, quieren ser presidentas”, ha defendido el congresista David Racero, uno de los rostros más visibles del oficialista Pacto Histórico. “Ese título de primera dama no está contemplado en la constitución”, señalaba en una reciente entrevista con W Radio.
“La figura de primera dama no debería existir. La esposa de un presidente haría bien en renunciar a ese título y reafirmarse en un proyecto de vida completamente independiente de la Presidencia de su marido. Estoy de acuerdo con todo lo que dice el representante Racero”, refrendaba en sus redes sociales este miércoles, en alusión a esa entrevista, la actriz Margarita Rosa de Francisco, convertida en una suerte de influencer progresista que apoyó la campaña del primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea. Ese mensaje desató una nueva discusión.
La primera en ripostar fue una funcionaria pública que ha estado rodeada por la polémica, la gerente de asuntos internacionales y gobierno de ProColombia, María Antonia Pardo. “Así como no todas las mujeres quieren salir de la casa para ser ejecutivas y prefieren quedarse a hacer la labor más dura y desagradecida, que es el trabajo en el hogar y la crianza de los hijos; hay primeras damas que lo que quieren es hacer trabajo social como gestoras y apoyar a sus maridos. Y eso también está bien”, escribió Nany Pardo, como es conocida. Ella fue en su momento jefe de prensa del Petro candidato y fue esposa del representante a la Cámara Agmeth Escaf, otro congresista del Pacto Histórico muy cercano a Alcocer.
En su mensaje criticó tanto a Racero como al exsenador Gustavo Bolívar, a su vez muy cercano a Petro, por “atacar a Verónica”. “Jamás había visto a un aliado de un presidente metiéndose así con su esposa (…) En vez de rodearla, que es lo que deberían hacer, en vez de protegerla, se suman a los ataques irracionales de la oposición afirmando que sí hay derroche, lo cual es falso. ¡No tienen ni idea el trabajo tan valioso que hace Verónica! Si lo supieran, cerrarían el pico”, los increpó en X, antes Twitter. “La reflexión que hago va más allá de Verónica. No la ataco a ella, sino a la figura misma de primera dama, por puro principio republicano”, le respondió Racero. “Tu comentario evidencia que no entendiste nada”, le lanzó el representante por Bogotá al pedirle respeto frente a una expresión que “expresa infantilismo servil para quedar bien con el jefe”.
En realidad, Racero, quien fue el primer presidente de la Cámara de Representantes en el cuatrienio de Petro, no ha hecho más que refrendar las críticas a la figura de la primera dama que ya había ventilado en el Gobierno de Iván Duque, cuando la pareja presidencial era María Juliana Ruiz. Más allá de la persona o el presidente de turno, “los títulos en democracia son un legado obsoleto cuando está ligado a la persona y no a la función, ni mucho menos a la responsabilidad”, ha argumentado en más de una ocasión.
En Colombia, la primera dama no tiene funciones claramente definidas. En términos formales no es un funcionario público, no tiene presupuesto propio ni puede ser citada a control político. Sin embargo, sí suele manejar Consejerías y sus gastos son fuente de polémicas. La tercera esposa del presidente Petro, según una investigación de La Silla Vacía, “ha usado su poder para tener un séquito que le ha costado al Estado más de mil millones de pesos” (unos 250.000 dólares) en el año y medio que lleva en el poder. La comitiva que suele acompañarla en sus viajes incluye a su mejor amiga, un fotógrafo, un maquillador personal y vestuarista y una asesora personal, contratados por tres entidades públicas distintas, con sueldos similares o superiores a los de un ministro. Esas revelaciones chocan con la narrativa de un Gobierno que se ufana de ser progresista, popular y austero en el gasto público.
La figura de Primera Dama no debería existir. La esposa de un presidente haría bien en renunciar a ese título y reafirmarse en un proyecto de vida completamente independiente de la presidencia de su marido. Estoy de acuerdo con todo lo que dice el representante @DavidRacero en…
— Margarita Rosa (@Margaritarosadf) January 31, 2024
La propia Nany Pardo es uno de los muchos nombramientos en la administración pública que la prensa le atribuye a la primera dama. Subordinada de la presidenta de ProColombia, Carmen Caballero, una odontóloga amiga de Alcocer, Pardo tiene un sueldo de 28 millones de pesos mensuales (algo más de 7.000 dólares), superior al de un ministro (24,2 millones mensuales). “Más allá de su labor en ProColombia, Pardo es conocida dentro del Palacio de Nariño como la asesora de comunicaciones y mano derecha de Verónica Alcocer. Maneja la agenda, logística, reuniones, eventos y viajes de la primera dama”, asegura la publicación de La Silla Vacía que reavivó el debate.
La difícil discusión, de vieja data, involucra también los estereotipos de género. En cualquier caso, ha subido de volumen con Alcocer, que tuvo un marcado protagonismo en la campaña, con baños de masas en la plaza pública. Ya en el poder, ha sido representante diplomática del Gobierno de Petro en varias ocasiones, visitó al Papa Francisco y llegó a encabezar la delegación colombiana tanto en el sepelio de la reina Isabel II de Inglaterra como en el del exprimer ministro de Japón, Shinzo Abe.
En una de sus salidas más polémicas, se presentó de noche y por sorpresa el pasado marzo en las instalaciones del Congreso, a pocos metros de la Casa de Nariño, mientras estaba en marcha una reunión con varios ministros y congresistas (entre ellos el representante Escaf) que buscaba desatascar el trámite legislativo de la polémica reforma a la salud. El presidente estaba de viaje en Estados Unidos, y desde muy diversas orillas interpretaron esa visita como una injerencia indebida para sacar adelante la gran apuesta legislativa del Gobierno.
Es difícil pedirle cuentas a la primera dama, a esta o a cualquiera de las anteriores, pues existe un vacío jurídico acerca de cuáles son sus responsabilidades, ha dicho a este periódico la analista Eugénie Richard. “Todo depende de la tradición, del presidente turno y de la personalidad de la primera dama. A algunas les interesa ser muy discretas y a otras, protagónicas”, valora. La discusión sobre la conveniencia de abolir a futuro esa figura –o al menos reglamentarla– se ha abierto paso, incluso entre las filas del oficialismo.
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