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“Me dio miedo denunciarla porque es poderosa”: siete acusaciones de acoso laboral contra la directora del Centro de Memoria Histórica

María Gaitán Valencia niega cualquier maltrato. “Soy exigente, pero no una persona que grite”

Daniela Díaz
María Valencia Gaitán
María Valencia Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, en Bogotá, en abril de este año.NATHALIA ANGARITA

El nombramiento de María Gaitán Valencia, nieta del asesinado caudillo del pueblo, como directora del Centro de Memoria Histórica (CNMH) hace un año trajo consigo una esperanza renovada, en especial por el simbolismo de su apellido materno y el criticado paso de Darío Acevedo en la gestión anterior. La ilusión fue efímera. A los pocos meses de ocupar el cargo, llegaron las polémicas. El Espectador denunció, en mayo pasado, que la funcionaria exigía que se hablara del asesinato de su abuelo como génesis del conflicto en Colombia y que centralizaba recursos para imponer esa visión en los proyectos del CNMH. Ahora recaen denuncias por supuestos malos tratos a contratistas y funcionarios de la entidad. EL PAÍS habló con siete de las personas afectadas, que coinciden en denunciar acoso laboral de su parte. Todos pidieron mantener bajo reserva su identidad por temor a represalias.

Andrés* recuerda de manera vivida “la peor experiencia laboral en dos décadas de carrera”. Llegó al CNMH cargado de optimismo hace seis meses, pues cuenta, mientras se esfuerza en retener el llanto, que siempre ha sido un apasionado de los temas sociales. Pasado solo un mes, empezó a sentir hostilidad de parte de la directora, que cuenta que se fue convirtiendo en un acoso creciente. De acuerdo con su testimonio, el primer mes de trabajo fue gratis, por fuera del contrato. Luego, sufrió de desaires que califica de “groseros” frente a sus compañeros.

El contratista explica que Gaitán primero hacía burlas públicamente de sus propuestas, y que después empezó a usar insultos para referirse a lo que él hacía. “Me dijo que mi trabajo era una ‘huevonada’, se mofó de propuestas que me tomaron semanas realizar”, explica. Cuenta que tras eso, llegaron los gritos y que ha sufrido constantes demoras, para él injustificadas, para la firma de sus cuentas de cobro, un requisito para que la entidad le pague por su labor. Andrés no puede darse el lujo de dejar el contrato, porque es su única fuente de ingresos. Manifiesta que sigue en la entidad, a la espera de conseguir un nuevo empleo.

Natalia*, consultada por aparte, cuenta que también ha recibido gritos. Explica que la furia de la directora se desató cuando vio su nombre en la portada de un libro de la entidad sobre un tema que ella no apoyaba. “¿Usted no sabe quién soy?, ¿Quién es Jorge Eliécer Gaitán?”, le reclamaba a gritos. “Acá la única historia que importa es la mía, la de mi familia, y las que no sean cercanas no importan. Ustedes lo único que han hecho es apoyar al paramilitarismo, son unos paras”, le interpelaba la directora entre gritos, precisa Natalia.

El texto era producto de una investigación que se había trabajado desde la administración anterior, como parte de un proyecto de largo aliento y mancomunado con otros procesos de memoria. Natalia manifiesta que quedó perpleja e intentó explicarle los procesos internos, pero nada funcionó. “En el momento no caí en cuenta lo violento que pudo ser. Tras el incidente, me dio miedo denunciarla porque pensaba que eso iba a perjudicar mi contratación en otra entidad. Es una mujer poderosa”.

Consuelo*, contratista, tuvo diferencias con Gaitán en la metodología de varios procesos de memoria, lo que terminó fracturando la relación. Recuerda que en más de una ocasión la directora le escribió mensajes con un tono fuerte a su WhatsApp personal, y que le alzó varias veces la voz. “Aquí la directora soy yo y no puede contradecirme”, sostiene que le reclamó. La situación escaló y Gaitán la amenazó con emprender acciones jurídicas si no terminaba anticipadamente su contrato o lo cedía a un tercero, una manera de cambiar de contratista. “Nos persigue con la artillería jurídica del CNMH y su equipo de abogados”, declara Consuelo.

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De varias de esas situaciones fue testigo Ana*, quien, como el resto de contratistas mencionados, ha pensado en renunciar en múltiples ocasiones, incluso a los pocos meses de ingresar al cargo. “Es irrespetuosa con el trabajo de la gente y produce inestabilidad a la hora de tomar decisiones. Un día da una orden, la gente la ejecuta, y después echa para abajo el trabajo de meses. Incumple acuerdos, daña las relaciones con otras organizaciones o entidades y genera gastos innecesarios”, puntualizó.

Carlos*, otro contratista pero en un cargo con poder de decisión, ha observado el relacionamiento de Gaitán Valencia con sus subalternos. Lo califica de violento y precisa que ese trato se ha dado hasta con algunas víctimas del conflicto a las que, según él, ha tratado de forma displicente. Asevera que una vez le pidió despedir a una plantilla entera al poco tiempo de ser enganchada, sin razón diferente a que, a juicio de la directora, eran ineptos. A la pregunta de si estaba de acuerdo con esa decisión, Carlos responde: “No. Eran buenos profesionales. Una no llevaba más de una semana cuando María se ensañó con ella y quería acabarle sin justificación su contrato”.

Todos las personas con las que habló EL PAÍS expresaron algo en común: miedo a denunciar. Algunos solo quisieron confirmar que son ciertos los gritos, la reafirmación del poder y del apellido de forma violenta, y las exigencias de ceder los contratos cuando las personas manifiestan opiniones contrarias a la suya. No obstante, pidieron no hacer pública su historia por temor a ser identificados. La mayoría tienen contratos que supervisa directamente Gaitán Valencia.

Los contratistas afirman que no solo ellos han sufrido agresiones, también funcionarios de planta, que pueden recurrir al sindicato de la entidad. La presidenta del gremio, ASMEPAZ, ratifica que conocen algunas de ellas: “Tenemos la obligación de ofrecer asesoría frente a las rutas de acción institucionales a seguir en casos de posible acoso laboral. Así lo hemos hecho. Podemos confirmar que estas situaciones existen y que algunas de las personas que han acudido a nosotros han interpuesto sus quejas al comité de convivencia, que es el camino institucional”, dijo a EL PAÍS.

Antes de este reportaje, el sindicato ya se había referido al acoso laboral en el CNMH. Un comunicado público de ASEMPAZ del 11 de agosto indica: “Causa grave preocupación (…) que estén aumentando los casos de acoso laboral que servidores de planta han puesto de presente ante el Comité de Convivencia de la entidad, la percepción de un clima laboral adverso en varias dependencias del CNMH y la justificación del acoso laboral de acuerdo a lo manifestado por la directora en escenarios públicos de trabajo”. Una semana más tarde, el sindicato divulgó otra carta en su cuenta de X, en respuesta a una comunicación interna de la directora. “Poner en el mismo lugar la situación que están viviendo algunas personas en el CNMH como acoso laboral con la imagen institucional o fenómenos como las ‘fake news’ puede ser incluso una revictimización”.

Gaitán Valencia niega de tajo las acusaciones en su contra. Vía telefónica explicó los hechos a EL PAÍS: “Me declaro sorprendida. Jamás retengo pagos, no descalifico y no soy una persona que grite. Sí, soy exigente, porque quiero que las cosas avancen. Si tienen quejas es importante que lo hagan en talento humano. Las dos personas a las que sí les pedí la renuncia fue a mi asistente y al director del Museo, porque su ejecución fue lamentable. Estoy en una misión muy importante que es la memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad”, contestó.

Carlos, Consuelo, Ana, y Andrés están buscando trabajo, pero no es una tarea sencilla en un país con una tasa de desempleo de 9,3%. Detallan todos por separado que su compromiso iba más allá de lo económico, pues consideran fundamental el papel de la entidad. Coinciden también en que no es posible hablar de reconciliación, sin lugares de trabajo seguros.

No es la primera vez que se alerta acoso laboral en una entidad dedicada a la paz, como ya ocurrió en la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas con la ex directora Luz Marina Monzón. Tampoco lo es en la Administración de Gustavo Petro: en el Ministerio de Ciencia, tras una seguidilla de renuncias, el diario El Tiempo reveló una carta del sindicato dirigida al presidente donde aparecían varias denuncias de tratos irregulares de parte de la ministra Yesenia Olaya; algo similar sucedió en Artesanías de Colombia con su directora Adriana Mejía; y hace algunos días el sindicato del Ministerio de Salud, envío una carta al ministro Guillermo Alfonso Jaramillo exponiendo casos de acoso laboral. El presidente no se ha pronunciado sobre ninguno de los hechos.

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Sobre la firma

Daniela Díaz
Es fotoperiodista colombiana, colaboradora en medios como NACLA, The Humanitarian y Al Jazeera, especializada en temas de género y construcción de paz.

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