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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Justificar lo injustificable

Discrepo absolutamente en que discriminación, abandono o racismo puedan justificar sembrar terror y zozobra en un gremio o en la población

Indígenas al interior del edificio de la Revista Semana, en Bogotá, el 29 de septiembre de 2023.
Indígenas al interior del edificio de la Revista Semana, en Bogotá, el 29 de septiembre de 2023.CORTESÍA REVISTA SEMANA

Vi con atención el editorial que hizo en el noticiero de la televisión pública – RTVC Noticias – la colega periodista e integrante de la comunidad indígena Kamentsá, Sandra Chindoy, luego del ataque que un grupo de indígenas Misak hizo contra las instalaciones de Semana el pasado viernes.

La colega Sandra comienza su intervención con un rechazo absoluto a las vías de hecho y los actos de violencia cometidos en contra de la sede del medio de comunicación, pero luego de dedicar veinte segundos al repudio de los hechos del día, procede a hablar durante más de un minuto sobre la manera en que históricamente se ha maltratado y estigmatizado a los pueblos indígenas en Colombia.

Dice ella, y con razón, que los indígenas llevan décadas padeciendo discriminación e injustos señalamientos y que lo ocurrido con Semana debería llevarnos a todos a abrir un diálogo sobre porqué pasó lo que pasó. En sus palabras: “hago un llamado para rechazar estas violencias, pero también ese mismo llamado es a que haya un diálogo para entender por qué pasan estos casos”. No sé si entendí mal o si es un exceso de perspicacia, ¿pero tras un ataque a un medio de comunicación la respuesta desde los medios públicos es justificarlo con base en las injusticias y señalamientos que han padecido los perpetradores del ataque?

Reitero: hay que reconocer que sí se ha estigmatizado a los indígenas. Pero discrepo absolutamente en que discriminación, abandono o racismo puedan justificar sembrar terror y zozobra en un gremio o en la población. Como bien lo recuerda Sandra en su editorial, la protección de los pueblos indígenas está consagrada en la Constitución Política de Colombia y por ende no es un compromiso de unos pocos, sino deber de todos velar por que haya respeto hacia esas comunidades. Tal vez hemos fallado en eso. Pero eso no es únicamente culpa de los medios de comunicación. Desde los gobiernos hasta aquellos indígenas que en algunos sitios del país prefirieron convertirse en aliados de los grupos al margen de la ley han fallado en ese objetivo. Sin embargo, eso no justifica la violencia del viernes pasado.

Aceptar una dinámica en la que se mira hacia otro lado ante hechos violentos porque estos son la consecuencia de errores pasados o presentes es abrir la puerta hacia todo tipo de violencias y, más aún, hacia la justificación de cualquier clase de horrores.

Mirar hacia otro lado fue lo que hicieron los gobiernos que aceptaron el paramilitarismo porque supuestamente ayudaba a contener a las guerrillas. Vean las consecuencias. Mirar hacia otro lado es lo que han hecho por décadas los políticos y los gobiernos con la corrupción. Vean en donde estamos.

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Rechazar la violencia no debe ir con asteriscos o con pies de página. La violencia, el terrorismo, las amenazas se rechazan con contundencia y punto. Ya vendrá el espacio para el debate sobre las causas estructurales de la violencia. Pero decir no a las agresiones incluyendo particulares excepciones es lo mismo que decir “hizo mal, pero tenía sus motivos”, una expresión que es semilla de muchas violencias que la televisión pública jamás debería aplaudir.

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